Entre tantos cambios que ha habido en la música últimamente, surge la pregunta de qué lugar hay para el rock en su sentido más clásico. Aún hay mucha gente a la que le encanta escuchar guitarras distorsionadas, pero ¿es este un gusto que va en sintonía con los cambios sociales o simplemente representa los últimos gritos de un animal en extinción? El power trio Oro, conformado por el bajista Guillermo Madeiro, el baterista y cantante Federico Anastasiadis y el guitarrista y cantante Santiago Bondoni, es de las bandas uruguayas que se hacen esta pregunta para encontrar algunas contundentes respuestas en su reciente disco Máquina del alma.
Este nuevo trabajo llega después de tres álbumes, tres EP y un disco en vivo, y contiene varios cambios con respecto al repertorio anterior. Para empezar, el trío siempre se ha destacado por un nivel instrumental llamativo en comparación a varios de sus contemporáneos. Sin embargo, en este disco tuvieron un salto grande, pues hay un énfasis en la sonoridad y en la gesticulación de cada instrumento. Es verdad que las voces nunca fueron el fuerte de la banda y aquí también quedan por detrás, pero, aun así, los arreglos reflejan una nueva búsqueda en torno a lo vocal, que se sostiene por el contenido de las letras, con un enfoque más existencial y una visión más madura de la vida.
Aunque la base de blues rock pesado sigue igual de presente, hay una apertura hacia algo más ambiental y contemplativo, un interés por narrar historias y generar paisajes. El disco es un continuo sin pausas entre tema y tema, lo cual refuerza la intención. También cabe destacar que dejaron de apelar a la pared de sonido característica del género. Ya no está la necesidad de ocupar todo el espacio disponible y hay más interés en destacar el desarrollo de las canciones y los diálogos que se generan entre las diversas apariciones instrumentales. A su vez, esa espacialidad ayuda a que cada sonido cobre mayor individualidad y llame la atención sobre sí mismo. El mejor ejemplo es «Por hablar así», tema en el que los instrumentos aparecen intermitentemente para agregar color a la canción, tanto en su sonoridad general como en su desarrollo. En otras palabras: la imagen de cada tema no es algo estático que está ahí de principio a fin, sino que se despliega en el correr del tiempo. Con todo esto, ese continuo musical se torna en un viaje por la ruta, tal vez del ocaso a la noche, un paseo bastante enigmático.
«Lo que buscamos transmitir con Máquina del alma es un viaje sonoro que invoca climas calmos e inquietos a la misma vez, donde las letras se desarrollan inmersas en sonidos etéreos más cercanos a lo onírico. Creemos que esa tónica se refleja en las distintas canciones, que en conjunto conforman una cadencia particular y diferente a nuestros trabajos anteriores», comenta la banda. El título refiere a historias muy personales, expresiones que nacen de lo más profundo de manera honesta y hasta entrañable. Tal vez el rock tiene cada vez menos sentido, pero discos como este nos permiten dejar de lado el ansia por la novedad y preguntarnos, simplemente, acerca del lugar en el que tenemos situado el corazón.