Martín Aguirre, abogado, periodista y director del diario El País, publicó el domingo pasado una columna titulada “Entre Joselo y Amodio” en el portal digital de ese diario, y quizás también en la edición en papel (yo sólo pude consultar la versión en Internet). Por lo menos dos párrafos de ese texto merecen consideración. Uno de ellos es el siguiente:
“De inmediato, todo el espectro político oficialista le saltó (al sindicalista Joselo López) a la yugular. Dirigentes del Frente Amplio, jerarcas del Inau, todo el abanico de ong afines a la izquierda, denunciaron su actitud y reclamaron su caída. Algo que viendo las imágenes (del video de las cámaras de seguridad del Ceprili) parece natural. Pero que también puede generar suspicacias. ¿Por qué ahora?”.
En ese abanico de ong que Aguirre rápidamente califica como “oficialistas” y “afines a la izquierda”, hay unas cuantas –Ielsur, Serpaj, el Comité de los Derechos del Niño, por mencionar sólo tres– que vienen denunciando las torturas en los centros de detención de adolescentes desde hace décadas. No días, ni semanas, ni meses; décadas de militancia sorda. Sus denuncias en modo alguno son una novedad. Todo el que las quiso oír, las oyó. Es verdad que muchos se hicieron los giles, pero Aguirre debería ser más específico cuando señala con el dedo y acusa.
Es obvio que él mismo conocía las denuncias. El año pasado, en oportunidad del pedido de remoción del entonces director del Sirpa, Ruben Villaverde, Aguirre escribió: “La situación generó una tormenta, ya que en plena campaña, y en la que se plantea bajar la edad de imputabilidad, estas acusaciones desde grupos afines al oficialismo resultan removedoras”. Los “grupos afines al oficialismo” a que Aguirre se refería entonces son, desde luego, las mismas organizaciones que al propio Aguirre ahora le sorprende que hayan reaccionado como reaccionaron. Parece que cada vez que las organizaciones nacionales de derechos humanos denuncian las torturas en el Inau para Martín Aguirre es la primera vez que lo hacen.
Hay al menos un segundo párrafo que merece comentarios. Es el siguiente:
“Vale decir que de todo el arco oficialista, sólo dos instituciones alzaron su voz contra López antes del video. La Institución de Derechos Humanos, y el semanario Brecha. Y apenas en los últimos meses. Mientras tanto, la justicia uruguaya encuentra tiempo para retener a un viejo de 80 años que vuelve a su país a intentar dar vuelta una historia, laudada y manipulada por todos los que la vivieron. Lo dicho, Uruguay es un país muy raro”.
Pasemos por alto la calificación de institución del arco oficialista a Brecha, por ser una chicana muy menor. Ahora bien, resulta por lo menos sorprendente que Aguirre diga que las denuncias de Brecha acerca de la situación en los centros de detención de adolescentes, la participación de los funcionarios en las violaciones de derechos humanos y la complicidad sistemática del sindicato datan recién de los últimos meses. ¿Aguirre lee Brecha? No tiene que leerla si no quiere, pero no está bien que diga cosas que no son ciertas. No está bien que diga que Brecha se ha ocupado de Joselo López y de la patota del Inau sólo en tiempos recientes. Aguirre dirige un diario que se ha ocupado del Inau casi exclusivamente en notas de crónica roja. Un diario que siempre ha tratado a Joselo López como si fuera un lord inglés. Es raro, porque El País por lo general no trata muy bien a los sindicalistas. Sus columnistas de opinión nunca se privan de hablar mal, por ejemplo, de los sindicalistas y de los sindicatos de la enseñanza. Desde la dirección de ese diario, Aguirre se da el lujo de ningunear a uno de los pocos medios de toda la prensa uruguaya que minuciosa y sistemáticamente se ha ocupado de estos asuntos. Si Aguirre lo desea, puede consular el dossier con las notas que Brecha ha publicado sobre el tema desde 2005 para acá, que ha sido subido hoy a la web del semanario.
Pero lo peor de ese párrafo no es lo que Aguirre dice de Brecha; lo peor de todo, por lejos, es que vuelva a ningunear el trabajo de las organizaciones que en forma sorda y trabajosa han denunciado un día sí y otro también durante por lo menos dos décadas la situación en los centros de reclusión de menores. Y todo para pegarle un palito al Frente Amplio. Aguirre –por supuesto– puede decir lo que se le antoje del Frente Amplio y de sus gobiernos, pero está muy mal que ningunee el trabajo y la militancia de decenas de personas que durante años han estado al pie del cañón en las malas y en las peores, porque buenas hasta ahora casi nunca hubo. Se trata de gente que se ha ocupado con seriedad y muchas veces con verdadera valentía personal de estas cuestiones y que merece más respeto.
Le escribí unas líneas el domingo pasado (que quizás nunca haya leído) donde le decía que me alegraría mucho leer una rectificación de su parte. Y en verdad me hubiera alegrado, pero esa rectificación nunca existió.