El martes 22 se hizo la videoconferencia para el lanzamiento del video de la presentación de la Murga Mundial. Los anfitriones de la conferencia fueron Raúl Castro, el histórico fundador y letrista de la murga Falta y Resto, y la siempre vital María José Hernández, una de las integrantes de esta agrupación.
Raúl recordó el surgimiento de la Falta, en 1980, en plena dictadura, y la comparó con el momento actual, que sería una especie de «dictadura del virus». Aclaró que no lo decía en el sentido conspiratorio (que sería la mentada hipótesis de que el virus fue creado para que una misteriosa camarilla de poderosos dominara el mundo), sino de que, en la práctica, en forma independiente de la voluntad de las personas, las circunstancias pandémicas nos imponen restricciones que van en el sentido opuesto a todo lo que solemos considerar «popular»: contra las aglomeraciones, contra la libertad de los cuerpos, contra el ejercicio de la solidaridad, contra la espontaneidad, contra la protección de las personas más frágiles, contra la actividad callejera y artesanal –en particular, la de tipo artístico o cultural–.
Frente al aislamiento obligado, Castro, siguiendo una idea de Natalia Sendra, pensó en esa alternativa de «transformar el dolor en alegría», y el Mono da Costa le puso el nombre: Murga Mundial. La idea sería una murga virtual de la que pueda participar cualquier persona, de cualquier lugar, sin prueba de admisión, sin límites de ningún tipo. Raúl Castro escribió el texto, que fue musicalizado por su hijo Felipe Castro, quien hizo también el arreglo coral. Un pequeño equipo de murguistas afines grabó la versión nuclear –por llamarla de algún modo– de la propuesta, en el estudio Hipocampo. La grabación fue filmada en video; una vez posproducida, se difundió en el canal de Youtube de la Falta. Allí se podía acceder a la letra y a la melodía de cada una de las cuerdas por separado, haciendo su parte. Con esas herramientas, todo aquel que quisiera podía grabar en su celular la parte que le quedara cómoda y enviar el video para que se fuera sumando a la grabación definitiva. Por una vez, la murga podía sonar sin la limitación habitual de que sus integrantes se hallaran en el mismo espacio físico y con la misma disponibilidad horaria.
Participaron niños, adultos, veteranos, mujeres y varones, de distintas ciudades de Argentina y de Uruguay, y también de Chile, Colombia, México, Estados Unidos, España e Italia. De alguna manera, ese abrazo internacional es uno de los frutos de un proceso que la Falta y Resto empezó a sembrar desde su fundación. Cuando surgió, la Falta implicó la más profunda simbiosis que había habido hasta entonces entre murga y canción popular. Ello se dio, además, en el contexto del Canto Popular, el movimiento musical de resistencia a la dictadura. La Falta se destacó por tener integrantes y personas cercanas que también actuaban en el ámbito del Canto Popular y por incorporar repertorio de esa movida a sus espectáculos, implantando ese perfil en el seno del carnaval uruguayo. Por otro lado, era el momento en que la murga se estaba imponiendo con fuerza en la canción popular de la mano de Jaime Roos, Los que Iban Cantando, Rumbo, Los del Altillo y otros. El carácter abierto y ecléctico del circuito cultural del Canto Popular admitía agrupaciones de muy diverso perfil, así que una murga se vio como una posibilidad más. Falta y Resto, así como La Reina de La Teja, que tenía propensiones similares, empezaron a aparecer en espectáculos de Canto Popular, y la Falta protagonizó espectáculos en salas teatrales asociadas al movimiento, fuera del período carnavalero, como un grupo musical-escénico más. Ganó por ello el epíteto de «Murga de las Cuatro Estaciones» (hay una referencia a eso en la letra de la presentación de la Murga Mundial).
Al parecer, la Falta fue la primera murga uruguaya del carnaval oficial que se presentó en Buenos Aires. Esto ocurrió en 1983, cuando había un enorme interés allí en el Canto Popular uruguayo. Desde entonces, y tal como comentó uno de los argentinos presentes en la conferencia de prensa, «no hay diferencia entre caminar por Buenos Aires con Raúl Castro y hacerlo con Mick Jagger». Más allá de la exageración, me tocó alguna vez la experiencia y doy fe: no pasa más de media cuadra sin que algún fan se acerque o salude. La pegada y la proliferación de la murga de formato uruguayo en Argentina, y su expansión, a partir de ahí, a plazas como Chile o Colombia, se deben en gran medida a esas incursiones de la Falta, facilitadas por los puentes que la murga tendía hacia la canción popular.
El saludo de la Murga Mundial se llama «Un agujero en la red». No cuenta entre los mayores logros letrísticos de Castro y es esencialmente una canción manijera, de aliento y autobombo, un vamo’ arriba nosotros. La figura poética del título es una más de las consabidas metáforas futboleras de Castro y alude también a fisurar la red que atrapa, la de las limitaciones. Es una interesante contradicción, porque en la lectura futbolera la red es el objetivo y en la otra, el obstáculo. En fin, el objetivo fue enviar un abrazo a quien le pudiera interesar, y fue retribuido por un centenar de colaboradores que respondieron al llamado.
El video de la Murga Mundial (https://www.youtube.com/watch?v=ia1pB-iM8xg&t=72s) es una belleza. Ahí está la alegría de esas personas en participar, desde distintos paisajes –algunos bailando, algunos con la cara pintada–, de tan diversas generaciones y procedencias. Está la presencia encantada de las niñas –potenciales futuras murguistas– que demuestra el creciente lugar de la mujer en la murga, un proceso que la Falta también vino alentando. Hay pocas cosas más lindas de ver que una diversidad de cuerpos gozados haciendo música, y el video lo registra en forma vertiginosa, disponiendo las distintas versiones en un montaje de polipantallas: gente cantando, bailando, algunos leyendo el texto en sus celulares, otros mirando a la cámara, percusionistas varios duplicando la base –a veces con instrumentos de batea murguera, a veces con tambores de candombe–, distintos domicilios, distintos paisajes al aire libre, parejas, tríos, grupitos más numerosos, algunos vestidos a pleno como murguistas de carnaval y otros en su vestir cotidiano, la hija en brazos de la mujer, la otra chiquita con su papá visiblemente encantada con el ritmo ensayando sus primeros gestos murguísticos, la muchacha que toca el saxo, la mujer que se armó una preciosa composición visual con el monitor grandote de su tele transmitiendo el video-núcleo sobre el cual está cantando, un señor de rostro luminoso con guitarra, poncho y pañuelo, un malabarista frente al Coliseo romano, la niña gozadísima al fondo bailando y agitando una cinta, la bandera uruguaya, una que canta amasando el pan y la otra pedaleando en un laguito. Y las diversas maneras de entusiasmarse con la música: hacia adentro, hacia el fondo del alma, hacia afuera agitando los brazos y abriendo a pleno la sonrisa, con cara de amor, o de goce, o con cara de malo, y más y más.
El armado está hecho con mucho swing: luego de una serie de imágenes con la pantalla dividida en unos pocos rectángulos, el plano de un hombre que hace un gesto elegantemente dinámico hacia arriba coincide con el inicio del estribillo («Escuchen al viento/ grita Falta y Resto») y en ese momento el cuadro se fracciona (explota) en casi 30 pantallitas para dar lugar a esa murga numerosa que ningún tablado normal podría albergar. Y la aceleración final. Y ese platillo que pone fin. Y las imperdibles imágenes de los créditos finales.
Se agradece el abrazo.