Agua turbia - Semanario Brecha
El caso Muñecas de piel

Agua turbia

Se estrenó la obra de Marianella Morena que ha despertado fuertes reacciones en la familia de la víctima que inspiró la pieza y en gran parte del movimiento feminista, y ha generado una enorme polémica acerca de las fronteras éticas y estéticas entre la realidad y la ficción.

Lu Silva Musso

Hace tiempo que la obra de la directora y dramaturga uruguaya Marianella Morena viene atravesada por su interés en trabajar con la porosa frontera entre realidad y ficción. En Antígona oriental, texto de su autoría dirigido por Volker Lösch, incorporaba un coro de ex presas políticas que exponían sus vivencias durante la dictadura. En Naturaleza trans trabajó con tres mujeres transgénero de la ciudad de Rivera que no eran actrices y que, en el marco escénico, contaban sus historias de vida a los espectadores. Muñecas de piel, su último estreno, se originó a partir de una noticia: la muerte de una joven vinculada con la Operación Océano, el caso de explotación sexual de menores que todavía se encuentra abierto en la Justicia.

Morena decidió contactarse con el periodista Antonio Ladra para hacer entrevistas que le brindaran información e insumos para crear el texto ficcional. Fue así que, durante meses, ambos conversaron con fiscales, una víctima, un victimario, la Interpol y la ONG El Paso. El material documental de base pertenece al presente inmediato y, en el plano de lo real, el tema involucra a personas muy poderosas que se mueven en esferas de alto poder adquisitivo. Desde el inicio, no había dudas de que la obra estaba metiéndose en territorios muy complejos y desafiantes.

EL DOLOR

El texto parte de un dolor primigenio: la muerte de una joven menor de edad que, además de sufrir depresión, fue víctima de una enorme red de abusadores que salió a la luz casi de la mano de la aparición de su cuerpo en el arroyo Solís Chico. Morena sostiene que la insistente imagen de la joven cubierta de agua, mojándolo todo a su paso, la impulsó para buscar una forma de homenajearla, de darle voz desde el escenario. En su repertorio, ha dado vida a varios personajes históricos femeninos con una nueva mirada y les ha otorgado visibilidad. Recordemos sus puestas en escena Trinidad Guevara, sobre la actriz pionera del Río de la Plata; No daré hijos, daré versos, en torno a la figura de Delmira Agustini, y la más reciente Ella sobre ella, inspirada en Carlota Ferreira. Así que esa voluntad de dar voz, de recuperar figuras, no es nueva en su recorrido.

La autora creó tres personajes que representan las tres patas de la investigación: la fiscal, el imputado y la víctima. El personaje adolescente nace de aquella impactante imagen, pero representa a todas las víctimas que se encuentran en la atroz burbuja de abuso a la que se entra por diversos motivos. Uno de ellos tiene que ver con que las jóvenes buscan alcanzar una imagen a la que solo pueden acceder si obtienen dinero rápido para conseguir ropa, objetos caros y droga. Pero, además, su situación va de la mano con la vulnerabilidad que supone estar en los vínculos asimétricos de poder que estructuran las redes de abuso. Esa vulnerabilidad suele ser multiplicada por el abordaje de los medios. En este caso, las abogadas de la familia de la víctima que inspiró la pieza creyeron que el estreno de Muñecas de piel también podía suponer una revictimización y presentaron un recurso de amparo contra la obra.

En las semanas previas al estreno, tanto artistas como familiares tuvieron que encontrarse en el juzgado. Morena tuvo que cerciorarse de que su trabajo estuviera amparado en la legalidad, sobre todo con respecto a la inclusión en la obra de algunos aspectos de la vida de la muchacha, como el uso de su nombre y la utilización de imágenes que, aunque tomadas con un fin estético, podrían revictimizarla. La jueza desestimó el pedido por entender que una persona fallecida ya no tiene el derecho de reclamar sobre su imagen, su honor o su privacidad, y que ese derecho tampoco es transferible a sus padres. Los argumentos fueron fuertes y la situación se tornó muy delicada, porque el dolor no se disipa en un juzgado. Tal vez pueda aparecer algún atisbo de luz el día en el que el caso se dilucide y los responsables sean ajusticiados.

Cabe aclarar que, si bien el equipo artístico utilizó el nombre de la víctima en el primer afiche de difusión, luego lo sacó de todos los materiales que siguieron, cumpliendo un acuerdo previo con las abogadas de la familia. El texto no refiere, tampoco, a una persona en particular. Pero también es cierto que la difusión es parte del espectáculo y la mención reiterada de que la obra se inspira en casos reales, recalcando que trata sobre la Operación Océano para enganchar a los posibles espectadores, no fue la decisión más acertada si lo que se buscaba era evitar conflictos. De algún modo, resulta hasta lógico que la decisión artística de trabajar sobre un tema tan sensible y doloroso tenga consecuencias inesperadas.

LA PUESTA

La familia ha vuelto a pronunciarse y presentó una apelación a la sentencia de la jueza, que aún está en el juzgado esperando la resolución, pero la obra finalmente se estrenó, causó revuelo y despertó las más diversas opiniones.

La puesta en escena intenta desarmar los estereotipos de víctima y victimario para develar el imaginario social. Presenta visiones contrapuestas y, sobre todo, busca romper el círculo del silencio y el tan enquistado mirar para el costado. Los mecanismos de Morena para visibilizar el tema funcionan bien y, como complemento, es muy importante la figura de la jueza, interpretada con solvencia por Mané Pérez. Este personaje se enfrenta a la figura del victimario, encarnado por Álvaro Armand Ugón en un rol difícil. La construcción del personaje masculino deriva en un arquetipo de macho aberrante que, en la reiteración de las escenas de sexo en las que ejerce su claro poder sobre la víctima, se torna un ser detestable, un tanto caricaturesco. No aparecen de forma clara las vetas de su doble vida como hombre normal, buen padre y buen profesional, matiz mencionado en entrevistas previas por la directora. La complejidad del personaje se pierde en la potencia de la denuncia. Hay un costado de los victimarios que no logra representar. Además, el imputado se embandera con un discurso absurdo para trasladar su responsabilidad a la víctima, lo que colabora con que la pretendida ambigüedad no termine de dibujarse con eficacia.

Morena comenzó su trayectoria escénica ligada a la performance, y esa fue la estética elegida para componer esta pieza. Las vetas musicales están a cargo de Maia Castro y el montaje, en fuerte conexión con el de Ella sobre ella, se centra en la materialidad de los cuerpos de los actores. La fuerte imagen inicial se replica en el escenario a partir de una bañera que salpica agua para todos lados, en un muy logrado desarrollo del espacio escénico, a cargo de Ivana Domínguez y Mariana Pereira. La bañera se alimenta de tachos que evocan la basura, y hay montañas de tierra que pronto se funden con el agua, formando un barro. Los cuerpos están inmersos en la suciedad, una mugre que nos salpica a todos, actores y espectadores. Esa decisión escénica resulta más fuerte y efectiva que cualquier diálogo.

PARARSE Y DECIR

El hecho de que la víctima aparezca vestida con lencería derivó en que muchas personas consideraran que se trataba de una cosificación. Pero también es posible interpretar el recurso como un insumo de la vida real que sirve para revelar lo oculto, lo que ocurre puertas adentro y se lava como secreto a voces en el interior de las familias. La obra expone un cuerpo que se mercantiliza y es poseído mientras se destruye, y, si bien ese gesto lleva consigo el riesgo de la revictimización (en términos conceptuales, ya que legalmente no es posible alegar esta figura), también hace visible la injusticia.

La víctima puede tener varios rostros, cuerpos y nombres; ser amiga, hermana, sobrina, hija, nieta. Sofía Lara compone ese rol con un gran compromiso, con un manejo brutal de su corporalidad y de los alcances expresivos de su rostro. Durante toda la obra su trabajo resulta una revelación: no hay forma de apartar la vista. Porque el teatro ha vuelto y también es teatro gracias a sus contradicciones, sus búsquedas y sus hallazgos. Los conflictos que Muñecas de piel protagoniza arriba y abajo del escenario nos dejan resonancias y discusiones de todo tipo. Agitar las aguas siempre ha sido una de las funciones más importantes del arte en la sociedad.

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