Mónica cayó ahí por necesidad. Otros, por vocación. Mónica llega a las ocho, se calza el uniforme, revisa que los elementos cortantes del taller de costura estén en el lugar adecuado y 8.15 va en busca de 17 mujeres privadas de libertad. Ocho horas por día, cinco días a la semana, Mónica es operadora penitenciaria de la Unidad 5, la cárcel de mujeres. «Yo siempre lo dije y lo sigo sosteniendo hasta el día de hoy: las internas son compañeras de trabajo, trabajamos en cadena. El día a día es sostenernos una a la otra, una tiene que tirar para que la otra marche… y ellas también piensan así», cuenta a Brecha.
Mónica es generación 2013, año en que culminó sus estudios en el Centro de Formación Penitenciaria (Cefopen). Enseguida, ingresó a la Unidad 5 y durante dos años realizó, más que nada, c...
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