«Los fines de semana es así: hay grupitos, tocamos los tambores, bailamos», cuenta al semanario un vecino de la plaza Liber Seregni. La noche del domingo 1 de noviembre no fue la excepción. Cuando los vecinos atisbaron la comitiva policial desde la vereda frente a la plaza, sobre la calle Daniel Muñoz, aguzaron la mirada, buscando dónde estaba el conflicto, quizás sobre Eduardo Víctor Haedo. Los presentes y los futuros involucrados, incluso, también pispearon hacia atrás. Bastaron unos segundos para darse cuenta de que los patrulleros y las motos venían por ellos: eran alrededor de 40 o 50 personas –según los testimonios que pudo recabar Brecha– que, como un ritual, hacían lo mismo que todos los fines de semana: cantar, bailar.
—¡Dale, dale, tengo órdenes, se van! Por orden los invito a re...
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