Abogado que pasaba desapercibido, Juan Carlos Blanco, vástago de una rancia familia colorada –hijo del político Daniel Blanco Acevedo y nieto de Juan Carlos Blanco Fernández, canciller del dictador Máximo Santos y presidente del Consejo de Estado durante la presidencia de Juan Lindolfo Cuestas–, solo ostentaba en su currículo su condición de funcionario de la OEA, conocida en los sesenta como la oficina de colonias de Estados Unidos. El abolengo le facilitó su ingreso como vicecanciller en el gabinete de Jorge Pacheco Areco. Y Juan María Bordaberry, olfateando su potencialidad, lo elevó a canciller al inaugurar su gobierno. En febrero de 1973, en el primer capítulo del golpe de Estado, Blanco acompañó a Bordaberry en su visita a Boiso Lanza, donde la Presidencia sufrió una radical lobotomí...
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