«Si me equivoco en el arranque, se arruina por completo», dijo Nothomb en una entrevista hace algún tiempo. «Es instintivo. O funciona de una o no va a funcionar nunca. No soy una persona que revise.» Esta especie de ética del impulso unidireccional de la autora belga se encuentra tanto en el núcleo mismo de su prolífica producción (28 novelas y contando) como en el tejido interno de Los nombres epicenos. Voy a decirlo más temprano que tarde: esta compulsión tiene efectos estilísticos no siempre saludables. De modo que en una novela de Nothomb nos encontramos a merced de su instinto. Eso, en sí, no es un problema; el problema es que el instinto de Nothomb se comporta como una serie de movimientos reflejos que parecen el resultado de un entrenamiento para encontrar el camino más corto entre...
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