A un golpe demasiado fuerte suele seguirle un período delicado y confuso. Los efectos del golpe de 2016 para la izquierda brasileña no son la excepción y los resultados de la segunda vuelta de la elección municipal del domingo 29 de noviembre son sintomáticos en ese sentido. A pesar de que el Partido Socialismo y Libertad triunfó en Belém do Pará, una de las capitales más importantes de la Amazonia, la izquierda perdió espacio. Aunque electoralmente al bolsonarismo puro y duro tampoco le fue bien, en lo político y lo programático la victoria de la derecha tradicional no lo deja en una posición tan difícil como a la izquierda, que vio consolidarse la dura derrota de su principal fuerza política: el Partido de los Trabajadores (PT).
DERROTA DEL PT
Es la primera vez en la historia que el PT no conquista la alcaldía de ninguna capital. A simple vista, el dato puede sonar durísimo, y lo es. Sin embargo, el resultado poco difiere del de 2016. En aquella ocasión conquistó una sola capital, Rio Branco, del estado de Acre, la tierra del luchador ambientalista Chico Mendes. Pero esa sensación de derrota fue agudizada por las elecciones de 2020, en las que perdió 75 alcaldías y 11 de las 15 ciudades en las que disputó la segunda vuelta. Perdió en Recife (Pernambuco) y Vitória (Espírito Santo), sin contar el paupérrimo resultado que obtuvo en la primera vuelta en San Pablo. Para la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, «el fondo del pozo fue 2016» y en esta elección el partido consiguió «detener la sangría y detener la caída», según declaró al blog BR Político. En la misma entrevista, afirma que uno de los datos centrales es el número de concejales en ciudades de más de 500 mil habitantes, ya que su partido fue el que obtuvo más bancas en las cámaras municipales de esas ciudades.
El politólogo Oswaldo Amaral, profesor de la Universidad Federal de Campinas, dijo a Brecha que «la situación del PT en el campo de la izquierda es la peor desde los años noventa». Sin embargo, a pesar de haber repetido en estas municipales el magro desempeño de 2016, en la última elección presidencial y legislativa de 2018 conquistó una bancada considerable y disputó la segunda vuelta: «Por lo que precisamos ver cómo se articulará eso y qué impacto tendrá de cara a 2022. Pero en la izquierda no hay dudas de que la posición del PT es complicada, y eso lo obligará a negociar de cara a la elección presidencial». Cuando se le consultó sobre la derrota de la izquierda, respondió: «Es difícil decir si estamos ante una tendencia de largo plazo. Habría que esperar un ciclo electoral más para tener esa dimensión en forma más clara».
LOS DEMÁS
En el campo del centro y la centroizquierda, el mejor desempeño lo tuvieron el Partido Democrático Laborista (PDT), de Ciro Gomes, que fue el partido de este bloque que obtuvo más alcaldías, 314, y el Partido Socialista Brasileño (PSB), que obtuvo 252. Ambos conquistaron dos capitales cada uno en el nordeste, reducto petista en el ámbito nacional. El PDT ganó Fortaleza (Ceará), derrotando al candidato bolsonarista, y Aracaju (Sergipe). El PSB se quedó con Maceió (Alagoas) y Recife (Pernambuco). Gomes –posible presidenciable del PDT– quiso ponerse la cinta de la victoria y aprovechó para tirarle una indirecta al PT: «El pueblo brasileño mandó al lulopetismo radical y al bolsonarismo ignorante para afuera. Fue un gran voto al centro, a la centroderecha y a la centroizquierda. Precisamos organizarlo, para ver si puede tener un impacto en el futuro del país».
Para la elección en Recife, que enfrentó a los primos João Campos (PSB) y Marília Arraes (PT), de dos partidos hasta ese momento aliados, las encuestas pronosticaban un empate técnico, pero el resultado fue del 56 por ciento para Campos y del 44 por ciento para Arraes. La recta final del embate registró una agresiva campaña del PSB, que se apuntó a todos los lugares comunes del antipetismo y apeló a pautas morales, como cuestionar la fe religiosa de Arraes. Las heridas resultantes de este pleito pueden ser bastante difíciles de cicatrizar, y una coalición entre el PDT y el PSB sin el PT no puede ser descartada. Ambos partidos comparten una visión del PT como hegemonista y pretenden encabezar las fórmulas.
Para Amaral, en el escenario actual «es muy difícil que se logre la unidad de la izquierda en la primera vuelta de 2022». «Sería una unidad construida durante los próximos dos años, pero que sólo se concretará en la segunda vuelta. No creo que el PT desista de tener una candidatura propia; creo que el PT y el PSB salen muy lastimados de la disputa en Recife y, al mismo tiempo, [Guilherme] Boulos se posicionó como un líder importante de la izquierda. Sin embargo, es posible en la segunda vuelta e, incluso, ya ha habido conversaciones en ese sentido», explicó. Algunas candidaturas que contaron con el apoyo de los mayores partidos de izquierda –como la de Boulos en San Pablo, la de Manuela D’Ávila en Porto Alegre (que tuvieron resultados bastante por debajo de lo esperado y fueron derrotados en la segunda vuelta) y la de José Sarto (PDT) en Fortaleza, que ganó– pueden ser vistas como un posible ensayo de unidad para la elección presidencial.
BALANCE
«El resultado electoral es de derrota para la izquierda», dijo a Brecha Kelli Mafort, de la dirección nacional del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST). Peor, matizó: «Cuando medimos el grado de ataque que ese campo popular de izquierdas ha sufrido desde el golpe, podemos afirmar que, en realidad, la izquierda mantuvo posiciones en estas elecciones. Creo que no estamos frente a una derrota política de la izquierda, sino frente a una derrota electoral». Lo dice porque, desde su perspectiva, la política no debe reducirse a las tácticas electorales: «Precisamos vincularla a un proceso permanente de trabajo de base, formación política y organización popular. Es ahí donde está nuestra mayor laguna como campo popular de izquierda. Si no extraemos la lección de que no se vencen elecciones ni se levantan votos solamente en el período electoral, sino que se asienta en todo un proceso de disputa política anterior, tendremos problemas en 2022, en 2024 y así sucesivamente». Y agregó: «Esta disputa electoral cada dos años desvinculada de procesos organizativos reales desde la base está completamente condenada al fracaso». Por eso, afirmó: «La unidad debemos construirla en la lucha y los procesos organizativos».
Mafort cree que, así como la izquierda no está derrotada políticamente, tampoco lo está el bolsonarismo: «Desde el punto de vista programático, las pautas que sustentan este proyecto de poder, que es ultraneoliberal y fundamentalista, siguen con toda la fuerza si miramos esta configuración electoral, que fortaleció a las derechas. O sea, no estamos frente a una derrota de las clases dominantes». Luego provocó: «Para entender si [Jair] Bolsonaro salió derrotado o no, hay que preguntarse qué piensa el agronegocio de los resultados de las elecciones, qué piensa el empresariado de la industria y los servicios, los bancos, el brazo armado de nuestro país, las Policías en los Estados y las Fuerzas Armadas». Sabemos que en el Congreso el centrão, que salió fortalecido de esta elección, es actualmente aliado de Bolsonaro, y hay indicios de que será una de las bases electorales de 2022.
Si esta relación de intereses se mantiene, el actual presidente puede tener una base electoral muy fuerte. Pero faltan dos años, que seguramente serán turbulentos, y la izquierda tiene enormes desafíos para llegar con competitividad a la elección. El mayor de ellos, al menos hoy, es construir una alternativa viable al desastre bolsonarista.