Cambia todo - Semanario Brecha

Cambia todo

Todo cambia pero quedan los frenteamplistas.

Frenteamplistas. Foto: Federico Gutiérrez.

“Aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia”, decía Honoré de Balzac, que además de un gran novelista fue el precursor del zapping.

El “Todo cambia” que cantaba Mercedes Sosa fue la banda sonora del primer gobierno frenteamplista. Si algo no se puede discutir es que se cumplió la promesa y que aquellos que propusieron Cambiemos fueron los que más cambiaron.

El cambio como parte de un eslogan no es exclusividad de la izquierda, podríamos repasar su aplicación desde el “Cambio en paz” de Sanguinetti hasta el Cambio Nelson de Sanabria. Pero los cambios en el Frente fueron mucho más marcados. Al igual que Natalia Oreiro, que cambió dolor por Ibupirac, el dirigente frenteamplista se transformó con la intención de librarse de un dolor de cabeza.

Lo único que no ha cambiado el Frente Amplio son sus dirigentes, al punto que la única consigna fundacional que se mantiene firme es el “No nos moverán”. Al dirigente frenteamplista no lo mueve ni el Parkinson.

Cuando el Elvis Rojo, Dean Reed, cantaba “¡No, no, no nos moverán!”, nunca imaginó que el adverbio de negación repetido devendría en “Nono, no nos moverán”. Tampoco que una adaptación de su yingle admitiría: “y si me mueven, que paguen subsidio… ¡no me moverán!”.

“Cambia lo superficial/ cambia también lo profundo…”

Así el reclamo de la nacionalización de la banca devino en la inclusión financiera, y de no pagar la deuda externa se pasó a mendigar que se devuelvan los viáticos.

“La tierra es para el que la trabaja” dio paso a la tierra es para la soja y para las pasteras y si querés ensalada, arrancá nomás para el cultivo hidropónico.

El sueño de la patria grande mutó en el desvelo por organizar el Mundial de 2030 con Argentina, sin que se metan los paraguayos.

Hoy lo más parecido al internacionalismo y la solidaridad es hacerse el boludo para que el sirio Diyab se siga yendo hasta que no lo devuelvan.

El “No pasarán” se convirtió en “No fumarán, ni beberán” y el “Yankees, go home” dio paso al “Never, ever”, para vender carne ovina a los milennials gringos.

Hasta se redefinió la lucha de clases, en un vano intento de evitar que les sigan pegando a las maestras.

Hoy que la revolución es un videojuego y que “la derecha neoliberal al servicio de los intereses de la burguesía proimperialista” son los compañeros opositores, hasta el “oligarca puto” se desvaneció con las “pompitas de jabón”.

Son tiempos de lo políticamente correcto y de políticos incorrectos, donde Ideal es el nombre de una yerba que estimula el tránsito intestinal.

“Quedan los artistas”, decía una canción con la que Enrique Pinti cerraba su espectáculo Salsa criolla, y que también se podría cambiar…

 

“Pasan los años, pasan los gobiernos,

los radicales, los astoristas,

pasan sumando líos internos,

quedan los frenteamplistas…

Pasan las crisis, pasan ciclones,

pasa la historia revisionista,

faltan aviones, pasan los drones,

quedan los frenteamplistas…

Pasa la eficiencia y la ineptitud,

los consumidos y los consumistas,

pasan el dengue, pasa la salud,

quedan los frenteamplistas…

Pasan los mecenas, pasan los masones,

pasan decepcionados diezmilpesistas,

pasan puteando los cincuentones,

quedan los frenteamplistas…

Si fallaran la memoria y la orientación,

¿quién no acepta cambiar roles

con la actual oposición?

Pero la mona es la mona

aunque la vista Vuitton,

no habrá Titanic que se hunda

como el de Cameron.

Alguien omitió decir

que en los cambios que anunciaran

no incluían conseguir

que la brecha se acortara.

Cuando falla el compromiso

la autocrítica es sagrada

porque ser ‘menos pior’

es también una cagada.”

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