Desde que empezaron a funcionar los primeros talleres en algunos barrios hasta las actuaciones que, por estos días, se desarrollan entre el Anfiteatro Canario Luna y el Teatro de Verano, no solo transcurrieron casi 30 años de Murga Joven, sino que pasaron por los escenarios centenares de murgas y, por lo tanto, varios miles de jóvenes artistas. Dicha política pública, elaborada por la Intendencia de Montevideo y el Taller Uruguayo de Música Popular, es, aun con sostenidos tipos de dificultades, uno de los núcleos creativos más importantes de la historia sociocultural uruguaya. En muchísimos casos, haber habitado el espacio fue determinante para la posterior definición de recorridos: la docencia, el canto, el teatro, la danza, entre otros tantos. ¿Y las murgas? Algunas duraron un año, otras lo que el límite de edad reglamentario permitió, otras probaron suerte en carnaval «mayor» y, con caminos lisos o empedrados según distintos momentos, siguen existiendo, con las mismas personas de siempre o con medias o enteras renovaciones. Cero Bola y Metele Que Son Pasteles surgieron en el marco del Encuentro de Murga Joven; nacieron hace 16 y 18 años, respectivamente, siguen activas y presentarán espectáculos en los primeros días de diciembre.
Cero Bola nació en 2007 y su creatividad tuvo impacto inmediato en quienes asistieron a los encuentros de Murga Joven por esos tiempos. A comienzos de la década siguiente participó en el carnaval oficial, en el que aún resuenan comentarios de quienes juzgan desde un Olimpo excluyente y creen que existe solo una forma de hacer murga. Con algunas pausas y recambios, el colectivo siguió activo y, en los últimos años, hizo anclaje en Carnavalé, uno de los carnavales alternativos. Cero Bola es una murga feminista, integrada por mujeres e identidades no hegemónicas. El viernes 1 de diciembre, en la Sala Zitarrosa, su nuevo espectáculo presentará, según explica la gacetilla de prensa, «un cuerpo desarmado de tanto mirar la realidad». Las murguistas, enfrentadas a un mundo que ya no tiene futuro, personifican a militantes de la contra, un grupo de seres malhumorados y negativos que intentan disimular la bronca. Se trata de un espectáculo «libre de culpa, un estado demente parecido a un cumpleaños infantil, en el que la murga se come el centro de la torta y sopla las velitas deseando un nuevo carnaval». La función será en el marco del ciclo Marea, en el que participan mujeres y disidencias de la música y el audiovisual.
Un día después, Metele Que Son Pasteles celebrará su mayoría de edad. En el Teatro Movie presentará un recorrido por diversos momentos de la murga, desde sus inicios, en 2005, hasta el último espectáculo, en 2023. El colectivo tiene, además del cumpleaños, otra excusa relevante: el próximo febrero no participará de ningún carnaval montevideano, sino que se irá a cantar a España, más precisamente a Valencia, Madrid, Barcelona y Cádiz. El trabajo en el que están concentrados, por estos tiempos, es el de lograr, para presentar en el invierno europeo, un ensamble narrativo coherente, compuesto por trozos de los espectáculos de varios años y centrado en la transmisión de un sentido político acumulado. Es un gran desafío: las formas de decir de la murga se modificaron en los últimos años, en lo textual, en lo escénico y en la mayor presencia de mujeres, que también es determinante tanto a la hora de darles visibilidad a ciertos discursos como en el propio proceso colectivo. Una particularidad, hija de estos tiempos y que conecta a las dos murgas, es la presencia de la interpretación de lengua de señas uruguaya. El espectáculo de Cero Bola tendrá, de forma íntegra, la presencia de intérpretes en escena. Metele Que Son Pasteles es la murga iniciadora en el asunto, ya que presentó sus últimos dos espectáculos en carnaval con ese enfoque comunicativo.