Carmelo Arden Quin y su contexto – Semanario Brecha
Antiguas y nuevas vanguardias en el MNAV

Carmelo Arden Quin y su contexto

Las exposiciones de Carlos Palleiro y Carmelo Arden Quin coinciden en el Museo Nacional de Artes Visuales, lo que representa una oportunidad excepcional para apreciar obras de distinta naturaleza y contexto, ambas muy vastas y particularmente bien expuestas.

Carlos Palleiro expone Volvimos, en el Museo Nacional de Artes Visuales. Héctor Piastri

Muy pocas veces se puede ver tanta obra de Arden Quin reunida, y, además, hay algunas de otros integrantes del movimiento Madí. Este movimiento, nacido en el Río de la Plata y que llegó a tener influencia al menos regional, surge como un pináculo del arte concreto, el puro estilo geométrico que no busca ninguna representación, ni siquiera indirecta, de la realidad ni de otros pensamientos más que aquellos sobre los colores y las formas. Se tiene por sus primeros integrantes al uruguayo Arden Quin, al argentino nacido en Eslovaquia Gyula Kosice y al también uruguayo Rhod Rothfuss, en esos tiempos los tres estaban trabajando en Buenos Aires.

Madí y su manifiesto coexistieron con el Movimiento Arte Concreto-Invención (MACI). Ambos fueron opuestos a los conceptos más ortodoxos del momento en Argentina. Toda opción estética tiene implicancias políticas y viceversa –una política fuerte tiene su estética–, y justamente se estaba viviendo un momento de auge del peronismo, que sin duda tenía su estética oficial. Los grupos de arte concreto estaban en contra de las políticas culturales públicas del momento; por ejemplo, criticaron fuertemente el envío argentino a la bienal de Venecia. Varios de sus integrantes formaban parte de las izquierdas argentinas, lo que no facilitaría la relación con las autoridades gubernamentales.

Madí aparece como forma de expresión aún más despojada y más contraria a todo convencionalismo que el MACI. Entre 1947 y 1954 el grupo editó una revista llamada Arte Madí Universal, que tocaba temas no solo de artes plásticas, sino también de danza, arquitectura y variadas formas de arte, en búsqueda de la abstracción más absoluta.

La obra expuesta es llena de color, muchas veces tiene un sesgo divertido, no tan común en el arte. Los artistas madí optaron por dejar de lado el marco rectangular, y generaron una obra mural de formas variadas. La curaduría y el montaje son tan buenos que uno se pregunta si las obras están hechas para ser dispuestas de esa manera, lo que no es posible en todos los casos porque incluso hay grupos de obras con elementos de distintos autores. La cantidad y la riqueza de lo expuesto hizo que hubiera que ampliar las paredes del gran salón del Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) con algún tabique intermedio.

Es difícil independizar la obra de su contexto. El movimiento Madí tuvo un gran significado en su momento y ese impulso no se pierde; las obras siguen teniendo gran interés, pero no se puede menos que reflexionar sobre el paso del tiempo. Sin duda, toda obra de arte tiene su contexto y puede perder sentido –o a lo mejor cambiarlo– si se la traslada en el tiempo. Puede ser que haya contemporáneos capaces de pintar como Turner, por nombrar a un clásico, pero si no tienen un buen motivo para hacerlo, tal obra sería prácticamente una falsificación. Hay formas de arte que sufren más el paso del tiempo; en particular, la innovación Madí es difícil de aquilatar desde ahora, que ha pasado tanta agua bajo los puentes en materia de derribar ortodoxias. Pero no deja de llamar la atención que, como es el caso –aún más trascendente– del constructivismo, se haya desarrollado desde el sur una escuela de influencia internacional.

Palleiro. Volviendo y bienvenido

La cantidad de obra es también enorme y en este caso resulta muy próxima. El ilustrador y artista Carlos Palleiro, aunque viviera en México, nunca se alejó de Uruguay. A sus 80 años de vida y 60 de trabajo, expone 80 estampas digitales, 80 afiches, 80 carátulas de libros y 60 carátulas de discos, con una lúcida y afectuosa curadoría de Maca Wojciechowski. Y todavía eso es una pequeña parte de su prolífica obra. Además, hay unas preciosas tallas en madera, hechas en colaboración con artistas mexicanos, que se llaman alebrijes. Representan faunas imposibles y producen cierta fascinación, como objetos de una cultura desconocida que reconocemos como artísticos.

Con origen en el afiche político, Palleiro desarrolla paralelamente la ideología y la estética. Muchos dibujos y objetos invitan a interpretaciones dobles, como su clásica paloma-puño, que a su vez reflejan conceptos ideológicos del estilo, si se lo tuviera que poner en palabras: «A la paz hay que defenderla». Esa doble interpretación, igual que la metáfora literaria, tiene un sesgo a veces poético y a veces humorístico, o los dos a la vez. Muchas de sus ilustraciones poseen un detalle exquisito, que se revela a medida que uno observa con mayor detenimiento y encuentra pequeños animales o un autorretrato o conexiones impensadas. Se podría decir que gozan de una naturaleza fractal. Un ejemplo notable de estética e ingenio es la colección de libros de Alejo Carpentier, que tienen continuidad si se los abre en sucesión y también la tienen entre sus lomos cuando se los pone ordenadamente en una biblioteca.

Seguramente muchos reconozcan carátulas de libros o de discos que están o estuvieron en su propia casa, incluyendo el sobre para los long plays genéricos o tal vez piratas que se compraban más baratos. O afiches políticos, de obras de teatro que recordamos o que nos contaron. Una obra mayúscula es la ilustración para libros escolares mexicanos, que se dan gratuitamente y, por lo tanto, llegan a la casa de todos los niños de ese país, responsabilidad grande y como tal asumida.

El colorido es una brillantez impresionante, tal vez influido por México, tal vez Palleiro ya lo llevaba. Las técnicas son variadas y se acompasaron con los tiempos. El dibujo siempre tiene una gran fuerza, pero pasó del dibujo a mano a la estampa digital, herramienta que da maravillosos frutos en manos de este creador. Todo da una impresión de energía y de fe. ¿Fe en el arte y su capacidad transformadora, en los niños, en las utopías, en el futuro? Probablemente en todo eso. Hasta los seres quiméricos que podrían ser monstruosos resultan llenos de sol; cualquier niño podría desearlos como juguetes.

Algo sobre el MNAV

La exposición de Palleiro termina a fin de mes y realmente vale la pena. La de Arden Quin permanecerá bastante más, pero no hay que dejarse estar. Seguramente serán dos catálogos maravillosos, que todavía no se han impreso. Antes los catálogos se presentaban el día de inauguración. Todo tiene sus pros y sus contras; a favor de presentarlos después está el dejar la interpretación más libre durante un buen tiempo. Cierto es que se puede aceptar el catálogo y no leerlo, pero no es fácil; mejor dejar más tiempo a la elaboración propia. También es agradable que se genere una nueva instancia de reunión en el momento de presentación del catálogo, a veces acompañada de alguna conversación con el artista. Nada de esto excluye la visita solitaria para ver la obra con tranquilidad y con los propios tiempos. Somos seres solitarios y sociales; en esa dualidad habitan el arte y su percepción.

Parece que esta instancia coincide con la despedida de Enrique Aguerre como director del MNAV. Corresponde reconocerlo por una dirección abierta a variados públicos y artistas, y desearle buen futuro.

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