Chico Buarque prepara un espectáculo y los movimientos en torno al escenario, los de los músicos y los técnicos, y los suyos propios, dan comienzo a esta película,1 como introduciendo al espectador en la cercanía ya no sólo del artista, sino del conglomerado que se mueve con él para llegar a la concreción de eso que, más tarde, el público disfrutará. Un sentido de lo colectivo, de quienes al costado, o antes o después, de ese fenómeno llamado Chico forman parte de su tallado como creador y de su historia. Y de parte de la historia de Brasil, además. Este hombre de ojos claros y sonrisa más bien tímida nacido en 1944, por lo que le tocó vivir y le tocó hacer, al hablar de su vida inevitablemente habla de su patria. Aquí tallan los sucesos exteriores y verificables, como el peso del hogar paterno –su padre, Sérgio Buarque de Hollanda, fue uno de los historiadores más importantes de Brasil– en la formación y la vida afectiva e intelectual de Chico, o la dictadura, en la que le tocó empezar su carrera musical y que muy rápidamente, en 1969, le valió un exilio –no muy largo, en verdad– en Italia. Habla, sobre todo, de la abierta y robusta trenza cultural que desde su infancia nutrió al muchachito que quería el aprecio de su exigente padre y, más adelante, de las muchas cercanías e influencias que fueron marcando su trayectoria como compositor e intérprete. Así veremos, y en algunos casos también escucharemos, a Vinicius de Moraes, a Antonio Carlos Jobim, a Toquinho, a Caetano Veloso, a Maria Bethânia, a Ney Matogrosso, a Gilberto Gil, a Milton Nascimento, a Edu Lobo, entre los más conocidos para el público local, además de a otros, menos frecuentados en estas tierras, un largo etcétera de figuras y voces impresionantes que interpretaron canciones de Chico o lo acompañaron en sus muchas incursiones musicales o existenciales. Aviso: las canciones que acá figuran no están entre las más conocidas de Chico, con la excepción de “A banda”, su sorpresivo e impactante éxito compuesto cuando tenía 22 años.
El otro espacio en el que se recogen testimonios es su casa, una sala con inmensas ventanas desde donde se ve la proximidad de un morro (¿Leblón?), donde él vive en soledad desde su separación, después de un largo matrimonio, de la actriz Marieta Severo, madre de sus tres hijas. Es el lugar donde escribe, compone, piensa, recuerda, adonde van sus nietos para cantar con él. Chico también es escritor y dramaturgo, y, a tenor de sus declaraciones, es posible que haya sido escritor antes que músico, y sigue escribiendo cuando componer, dice también, le resulta menos fácil. La fecha del documental no permitió incluir el premio Camões, el más importante en lengua portuguesa, que ganó este año y le acarreó un choque –otro más– con el inefable presidente Bolsonaro, quien, al parecer, no quiere estampar su firma en el documento correspondiente.
No deja de ser llamativo, para un hombre que expresa escaso interés en participar en política, cómo lo ha perseguido la política, desde su juvenil participación en la gran marcha contra la dictadura militar, en 1968, hasta su apoyo al PT y a Lula, y otras situaciones que, como el mencionado premio, llegaron después de terminada la película. Esta, dirigida por Miguel Faria Jr, estructura, con un adecuado ritmo, un interesante material de archivo, testimonios en vivo, vida privada y vida pública, y hasta usa, con un sorprendente resultado, la búsqueda de Chico de un hermano nacido en Alemania en 1930, de cuya existencia se enteró muy tardíamente, avatares plasmados de manera novelesca en el libro El hermano alemán (2014).
La prohibición de incluir este documental en el proyectado festival de cine brasileño –que aún no se concretó– por parte de la embajada de Brasil, según se informó en la prensa, resulta bastante sorprendente, dado que todo lo acá enseñado tuvo lugar antes del gobierno actual. Pero la suspicacia autoritaria, ya se sabe, es impredecible, y quizá ese chiquilín que vemos en blanco y negro sumado a varios miles que se manifestaban hace 50 años contra una dictadura militar resulte para esa suspicacia, aun hoy, insoportable. Para el público que escuchó y escucha, o leyó y lee a Chico Buarque, encontrar a ese chiquilín en los ojos y los gestos de un septuagenario de cumplida vida es un premio mayor.
1. Brasil, 2015, Miguel Faria Jr.