El tercer triunfo consecutivo del FA no sólo permitió que Tabaré Vázquez ingrese al núcleo selecto de los reelectos, sino que es demostrativo de cambios significativos en el comportamiento del electorado uruguayo, además de indicar el surgimiento de una nueva realidad política y social. En principio puede señalarse que la oposición, en especial la candidatura de Luis Lacalle Pou, tuvo una estrategia electoral que algunos de los propios blancos señalaron como errónea en el lapso siguiente a las internas del 1 de junio (las declaraciones públicas de la diputada Ana Lía Piñeyrúa fueron ilustrativas). Sin embargo, tanto los resultados del 26 de octubre como los del pasado domingo son indicativos de nuevas realidades nacionales, especialmente la consolidación del Frente en el Interior (en departamentos con fuerte arraigo nacionalista por más de un siglo), incluso en ciudades pequeñas y en el Uruguay profundo. Realidades que hicieron vana la campaña “por la positiva”, y también el esfuerzo destinado a que la inseguridad y la educación fuesen los asuntos a considerar cuando el elector debía decidir. El senador Enrique Rubio (Frente Unido) dijo a Brecha que el FA se implantó fuertemente en los sectores populares, cuando tradicionalmente su electorado eran básicamente las capas medias, los trabajadores organizados y los intelectuales. En la actualidad, agregó, “se perdió un poco en los sectores medios –aunque menos de lo que pensábamos– y se ganó abiertamente en los sectores populares. Entonces esto da una implantación del FA desde el punto de vista social que es nueva y que lo transforma en una fuerza tremendamente poderosa. En realidad es a los sectores más populares a quienes más le cuesta modificar sus adhesiones políticas, pero luego que adhirieron se mantienen en ellas por larga duración. Es una adhesión fuerte y nueva, eso se ve en el voto por circuito. Se logró penetrar en el Uruguay rural y en sus trabajadores”. La explicación de esta ampliación del electorado del Frente reside en fenómenos económicos, sociales y culturales. Uruguay tuvo su período de viento de cola en los inicios de la década del 90 del pasado siglo. Durante el gobierno blanco hubo un fuerte crecimiento de la economía, aunque eso no se reflejó en mayor bienestar para los sectores populares. El ministro Daniel Olesker llamó a ese período el de crecimiento con exclusión. Y más allá de los señalamientos críticos dentro de filas a cómo el FA ha conducido el país, en especial algunos cuestionan el ritmo de las reformas y la lentitud en una mejor distribución de la riqueza (el Pit-Cnt señala que 800 mil trabajadores ganan menos de 14 mil pesos nominales por mes), lo cierto es que en el país hay cambios reales, señaló a Brecha el senador comunista Eduardo Lorier. Es un ejemplo la revolución agrícola y su derrame en el Interior, abonado por los buenos precios internacionales de los productos del agro (también hubo incentivos fiscales a las inversiones en ese sector de la producción). Otros, consecuencia de leyes laborales (por ejemplo las ocho horas para los trabajadores rurales, al igual que la mejora en las condiciones de las trabajadoras domésticas) y la extensión de servicios públicos como la electrificación de poblaciones olvidadas y de las escuelas rurales conforman un combo de transformaciones positivas que la población incorporó, concluyó Lorier. Estos elementos han llevado a que la derecha diga que los uruguayos “votaron con el bolsillo”, como si eso fuera un pecado, cuando suele ser lo primero que mira el votante a la hora de decidir. Pues la economía hogareña es la primera de todas las preocupaciones. “ES LA ECONOMÍA, ESTÚPIDO.” Esta realidad dejó poco margen para el discurso conservador de la derecha. La estrategia, en especial la de Lacalle Pou, fue no negar los aspectos buenos de los gobiernos frenteamplistas, y descafeinar sus mensajes en una suerte de actitud new age. Ese discurso sin pasado, con la idea de que la política partía de cero y que se trataba de combatir la falta de diálogo del FA, para concluir en un país donde el acuerdo debía ser la base del futuro, poco a poco se fue deshilachando a medida que debía pronunciarse sobre cuestiones reales. Y desnudó sus concepciones cuando debió hablar sobre la ley de ocho horas para el campo o la que implantó la responsabilidad penal empresarial. Las dudas del presidenciable blanco sobre esas leyes provocaron una fuerte respuesta del Pit-Cnt, que el 18 de setiembre realizó un paro parcial con un acto de más de 40 mil personas en Montevideo. Eso, en opinión de Lorier, fue decisivo para que se comenzara a desmontar el discurso del candidato blanco. Por otro lado, el compañero de ruta del Partido Nacional, el Colorado, con la candidatura de Pedro Bordaberry, quedó apresado en un discurso conservador con eje en la inseguridad, y el apoyo a la baja de la edad de imputabilidad penal. Por lo cual no pudo complementar la meramente eficiente campaña publicitaria de Lacalle Pou, quien se movió en una burbuja autocomplaciente y poco efectiva en términos reales y políticos. El dirigente del Fls Esteban Valenti escribió en su columna de Uypress que triunfó “la combinación de dos elementos claves la realidad y la política, sobre el relato deformado y el marketing político exacerbado. La política triunfó ampliamente sobre la publicidad y el llamado marketing político y ese es un valor complementario. Ese triunfo de la política, del discurso y la acción política de la fórmula y de Tabaré Vázquez y los partidos y grupos del FA sobre la publicidad política, es otro caso que merece ser estudiado en profundidad. Sobre todo la publicidad. Me incluyo”. La construcción que hizo parte de la derecha, a partir del ocultamiento de su identidad conservadora, no rindió debido a un análisis de la realidad erróneo, dejando además dudas sobre la actitud de su sustantiva base social: la mayoría del empresariado uruguayo y la postura de los ejecutivos de las trasnacionales. El contrapeso que tuvieron los partidos tradicionales fue el resultado de la política económica de los gobiernos frenteamplistas, y como afirmaba el viejo Marx, la economía es la base de la estructura política, cultural y social, por la cual los ciudadanos deciden en primera instancia. EL SÍNDROME “PACHO”. En uno de los videos que una de las listas de Constanza Moreira difundió por Internet, el esposo de Nany (Pacho) se muestra proclive a votar el FA. Y eso no parece ser sólo un producto de la ficción. Existen dos explicaciones para ello. Una es que el Frente se ha transformado en un catch all party, por lo cual su electorado es policlasista, y otra es que los empresarios que se han arrimado al Frente no sólo parecen demostrar la inercia de una burguesía clientelística respecto al Estado. Durante los gobiernos progresistas ha mejorado la situación de trabajadores y sectores populares, y también el empresariado uruguayo ha obtenido pingües ganancias, fruto de una política de incentivos a la inversión y los hasta ahora altos precios de los productos primarios. En el decenio, el capital ha obtenido una rentabilidad superior a cualquier período anterior. Y lo ha hecho a pesar de la negociación colectiva, el fortalecimiento del movimiento sindical y el aumento del salario real. Se puede afirmar que el proyecto aplicado por el FA no ha cuestionado su tasa de ganancia. Los 8.500 millones de dólares de nacionales depositados en el exterior así lo afirman. Empresarios consultados por Brecha manifestaron su conformidad con la política económica implementada en estos dos períodos. Incluso señalaron la actitud de colegas del ramo de la construcción, que dijeron que en primera vuelta votarían a Lacalle Pou por afinidad ideológica, pero que en el balotaje lo harían por Vázquez. Esta postura seguramente sea difícil de extender a todos los empresarios, pero lo que sí parece un denominador común es que los capitales no perciben un peligro en un nuevo gobierno frenteamplista. Las circunstancias económicas han permitido un aumento de la tasa de ganancia de los empresarios, aun a costa del aumento de los costos de la mano de obra. Pero además, el empresariado, consejos de salarios mediante, ha logrado paz sindical, cosa que no estaba asegurada con un triunfo de Lacalle Pou y la inmediata reacción del Pit, Cnt a sus cuestionamientos a algunas leyes laborales. Eso ha permitido al FA transcurrir sin grandes conflictos. La interrogante es si eso se podrá mantener en un escenario de menor crecimiento.
Cierta porfiada realidad
Uruguay cambió y eso hace difícil el posicionamiento de los partidos tradicionales. El discurso new age del contendor de la fórmula frenteamplista no tomó cuenta de la nueva realidad. La derecha no pudo con “el bolsillo” y de nada valió un discurso opositor que varió entre “la positiva” y el conservadurismo más ancestral.
Elecciones. Foto: Artigas Pessio