La charla –vía Skype– tuvo lugar en la noche uruguaya del martes, el primer día de vigencia de una tregua de 72 horas acordada entre Hamas e Israel y aprovechada por las tropas ocupantes para replegarse tras haber cumplido el objetivo proclamado de la ofensiva iniciada el 8 de julio: “destruir los túneles de Hamas y su capacidad de dañar a la población civil israelí”. Con muchos sic.
—¿Se puede hablar de un retiro definitivo de las tropas israelíes?
—Apenas de un repliegue táctico, se fueron a unos dos quilómetros, para estar más protegidos de los cohetes de Hamas, pero mantienen posiciones ofensivas.
—¿No tiene que ver este retiro con alguna presión que haya recibido Israel de parte de sus aliados por haberse pasado de la raya en sus ataques?
—No. ¿Qué presión? Estados Unidos, la Unión Europea, las propias Naciones Unidas han sido cómplices de Israel. Estados Unidos y países europeos respaldaron esta masacre. ¿Qué hicieron para detenerla durante estos 27 días? Mientras morían decenas y decenas de niños, mujeres y ancianos aquí en Gaza, Barack Obama calificaba de “acto bárbaro” el supuesto secuestro de un soldado israelí. Hablaron de eso durante días. Luego se supo, por medios israelíes, que el soldado era pariente del ministro de Guerra de Israel, y que este señor había visitado a la familia del soldado para avisarles que el muchacho había muerto en combate dos días antes. Aun sabiendo esto no pararon de hablar de “acto bárbaro”. ¿Cómo nos podemos sentir nosotros ante el hecho de que un soldado valga más que cientos de niños?
Durante el primer día de tregua efectiva (hubo otras que nacieron muertas: apenas pactada la anterior, el falso secuestro del militar fue la excusa usada por Israel para bombardear una escuela empleada como refugio –la misma escuela por tercera vez–, matando a decenas) la gente en Gaza, dice Yacoub, salió a las calles “para rescatar cadáveres de entre los escombros, algunos para volver a sus hogares”.
Lo que vio en su barrio le dio al escritor la pauta del desastre. Lo intuía, pero “verlo fue terrible: como si hubiera pasado un tsunami. Todo destruido, las infraestructuras, los hospitales, las casas. Y fundamentalmente pesan los muertos”.
Cifras del Ministerio de Salud palestino, que terminan siempre coincidiendo con las del personal de las Naciones Unidas que trabaja localmente, hablan de más de 1.800 palestinos muertos y 9.500 heridos, 80 por ciento de ellos civiles, durante los 27 días que duró, hasta la tregua, la operación Borde Protector. Los niños muertos superarían los 400, de acuerdo a UNICEF. Las viviendas destruidas serían más de 14 mil. “Completamente destruidas, inhabitables”, dice Yacoub. Y hay decenas de miles de desplazados. “Fue una destrucción a máxima escala.”
—¿Genocidio?
—No hay otra palabra, en cualquier lengua: se quiso una destrucción global. Fue un castigo contra el conjunto del pueblo palestino, como pueblo.
—Israel acusó a Hamas de valerse de la población civil como escudo, incluso de los niños, para multiplicar los muertos…
—Es absolutamente ilógico. Es sólo un pretexto para el castigo masivo. Yo no soy de Hamas. Soy un poeta, un hombre libre, vivo según mis criterios, y le critico a Hamas aspectos políticos, sociales, culturales, económicos e incluso militares, pero aquí no se atacó a Hamas, se atacó a todos los palestinos. No se diferenció entre civiles y combatientes. Ni siquiera hicieron lo que hizo Estados Unidos cuando mató a Osama bin Laden. Todos vimos cómo actuó el comando estadounidense: no mataron a los hijos de Bin Laden ni a sus varias esposas. Ni siquiera destruyeron su vivienda, o la de sus vecinos. Ni castigaron a Arabia Saudita, el país de origen –tanto de nacimiento como cultural de Bin Laden, perteneciente a una veta fanática, extremista, del islamismo, la salafista. Es decir: el Estado de Israel, que está equipado y entrenado por Estados Unidos, dispone de técnicas para atacar esos blancos, si esa hubiera sido su voluntad. Pero no actuó así: acá quiso exterminar a todo un pueblo. Mató a combatientes, pero sobre todo a sus hijos, sus mujeres, sus padres, sus madres, y a hombres que no eran combatientes; y por una casa donde podría haber habido algún equipamiento militar se destruyó a cinco, y además escuelas, hospitales, mercados.
Es un castigo global guiado por una mentalidad colonial. Como en aquellas escuelas elementales de los viejos tiempos, cuando el maestro castigaba a toda una clase porque un chico se portaba mal.
Israel pretende con esto, tal vez, que la población civil se rebele contra Hamas, pero eso no va a suceder. Hubo una rebelión en 2007, y la represión fue feroz. No va a suceder ahora. La gente no va a repetir una rebelión así, y menos en tiempos de guerra, porque se expondría a consecuencias terribles. Pero además aquí hay coincidencia entre todos los palestinos: se nos atacó a todos. Lo dijo también la conducción política del pueblo palestino, la OLP.
—¿Y en cuanto a la cotidianidad en tiempos de “paz”, o de no-guerra?
—Aquí no hay vida. Gaza tiene un área de 350 quilómetros cuadrados, un barrio de alguna ciudad de Brasil, de Ciudad de México. Allí viven 1,8 millones de personas, la tasa más alta de concentración demográfica a nivel internacional. Si se tira una piedra hacia el cielo, al caer golpea a alguien. No hay en la Franja un solo sótano, un solo refugio público donde puedan refugiarse niños, mujeres o ancianos, no hay una sola sirena que funcione para avisar de los bombardeos. No hay ejército, ni cuerpos militares, ni tanques, ni aviones, ni defensa antiaérea. Hay, sí, milicianos, con cohetes y armamentos ligeros, pero se trata de un cuerpo semimilitar. No hay Cruz Roja ni equipos médicos adecuados para responder a la escala de esta agresión. La población no ha recibido jamás servicio militar, no está entrenada ni siquiera para actuar en momentos de emergencia, ni para llevar a cabo tareas de rescate ni de primeros auxilios.
Fue en este ambiente que tuvieron lugar los bombardeos. Gaza sufre además un embargo económico desde hace siete años. La Franja tiene fronteras con Israel, Egipto y con el mar. Israel controla toda su frontera, y Egipto tiene cerrada la suya bajo el pretexto de que Israel pretende proceder a una evacuación masiva de la población de Gaza hacia la península del Sinaí para crear el Estado palestino independiente en el desierto egipcio. Hay una mala relación entre el gobierno de la Franja, conducido por Hamas, y Egipto, porque Hamas es una rama de los Hermanos Musulmanes, y el nuevo gobierno egipcio está muy fuertemente enfrentado a los Hermanos. Esta tensión se refleja en la frontera. El ciudadano sufre en consecuencia escasez y penurias en todos los rubros, incluida la electricidad. Hace años hay un programa de racionamiento: tenemos electricidad durante ocho horas al día, en el resto no, y cuando no hay electricidad no hay agua, ni pueden funcionar correctamente los hospitales ni otros servicios esenciales. No hay una vida, hay una muerte.
Somos como un archipiélago rodeado por Israel. Nuestra economía depende 100 por ciento de Israel y de la voluntad que tenga de dejarnos vivir o asfixiarnos. Los jefes militares israelíes manipulan el comercio de todo lo que llega a la Franja: un general controla el comercio del hierro, otro el del cemento, otro el del vidrio, otro el de la madera… cada mercancía está a cargo de un jefe militar. Se benefician de este bloqueo.
Pero para Israel, insiste Yacoub, los palestinos no son un pueblo: “No nos reconoce el derecho a la emancipación, ni a la independencia, ni a la igualdad, ni a la justicia social. Somos como una suerte de esclavos que tenemos como único sentido de existencia servirles a ellos, como mano de obra barata en el mercado negro israelí o para convertirnos en policías. Este es el alcance que Israel da a los acuerdos de Oslo de 1994, que instauraban un período transitorio para preparar la instalación de un Estado palestino independiente. En veinte años no se ha avanzado nada en esa dirección. Por el contrario, la colonización se multiplicó mil veces: los colonos israelíes se han expandido por Cisjordania y el conjunto de Jerusalén, y allí donde se instalan no sólo niegan derechos elementales a los palestinos que vivían en su tierra sino que los humillan en el día a día”.
El poeta termina hablando de los niños palestinos. “Son los que más sufren. No es sólo que los hayan matado salvajemente. Hay miles de niños sin piernas, sin manos, sin ojos, que van a necesitar, además de tratamiento médico, tratamiento psiquiátrico para superar, si pueden, todo lo que han visto y padecido. Eso se va a sentir en las próximas generaciones. Y va a ser terrible.”
Una cuenta solidaria
La Unión de Escritores Palestinos abrió una cuenta bancaria a nombre de Ahmad Yacoub para recibir donaciones destinadas a los niños de Gaza. “Nuestra promesa es enviar la totalidad del dinero recaudado para la compra de medicinas y alimentos de primera necesidad a los sitios más afectados en la ciudad de Gaza, de manera directa por medio de familiares y amigos que viven en la Franja de Gaza, sin intermediarios, sin ong”, dice la asociación en su cuenta en Facebook.
Los datos: Bank of Palestine. Gaza / el Nasser Branco. Número de cuenta: 284201. Swift Code: PALSPS 22.