Csukasi, Lubetkin y la máquina de humo – Semanario Brecha
Cómo el gobierno intenta desentenderse de la complicidad uruguaya con el genocidio en Gaza

Csukasi, Lubetkin y la máquina de humo

Valeria Csukasi. UdelaR

Más elocuente y visiblemente mejor preparada que sus jefes Mario Lubetkin y Yamandú Orsi –y sin la reacción airada y a la defensiva que el presidente luce cuando se le pregunta por Gaza–, la vicecanciller Valeria Csukasi aclaró algunos tantos y se esforzó por confundir otros.

En declaraciones a La Diaria, fue tajante: no hubo ningún avance en relación con las promesas de Orsi y Lubetkin de que lleguen a Gaza alimentos uruguayos y de que Uruguay reciba a «algunos jóvenes palestinos de Cisjordania» para formarlos en la creación de «startups de agricultura sostenible». En el caso de la iniciativa de Lubetkin sobre los jóvenes de Cisjordania, Csukasi explicó: «Ante la crítica y demás, él mismo dijo que, bueno, si no sirve, la retiramos. Lo que queremos es ayudar. Si no ayuda, no». ¿Aludía a la crítica del diputado colorado Felipe Schipani, que apareció en los informativos televisivos con un pedido de informes en el que preguntaba al gobierno si se le pidió permiso a la colectividad judía y azuzaba el cuco de una infiltración en Uruguay de «terrorismo palestino»? No lo explicitó, pero, según parece, eso le bastó a Lubetkin para retirar su propuesta solidaria.

En cuanto al naufragio de la iniciativa de Orsi de enviar alimentos a Gaza, Csukasi aclaró: «Hoy la ayuda humanitaria no está llegando a través de los órganos de las Naciones Unidas, que son los que tienen la experiencia, la credibilidad, como para que la gente pueda acceder. […] Además tenemos este problema de las muertes en los procesos de llegada hacia el alimento que se está otorgando. Entonces, yo te diría que está todo muy en suspenso». Según Csukasi, «hoy por hoy no parece ser el caso» de que exista «un canal de acceso asegurado a Gaza» para enviar alimentos.

Fue el 5 de junio cuando Orsi habló de enviar comida a Gaza. Para entonces, hacía más de tres meses que la ayuda a través de los órganos de la ONU estaba bloqueada por decisión de Israel. Hacía ya una semana que una nueva distribución de ayuda había comenzado a cargo de la Fundación Humanitaria de Gaza (FHG), luego de que Israel explicara con claridad que solo esa organización –que incumple los más mínimos estándares de seguridad y que Israel usa como parte de sus operaciones militares– estará habilitada de aquí en más para distribuir ayuda en la Franja. El día que Orsi hizo su propuesta, ya eran más de 100 los civiles palestinos asesinados mientras buscaban comida en las inmediaciones de la FHG. ¿Es que el presidente no tenía idea de estas situaciones, que no son de «hoy por hoy», sino de hace un buen rato? Si ese fuera el caso, la cancillería, que según Csukasi «monitorea permanentemente la situación en Gaza», hace un pésimo trabajo.

Pero recordemos el contexto local. Cuando Orsi hizo su propuesta de hacer llegar «apoyo de verdad», el Frente Amplio (FA) se encontraba en medio de una crisis interna que el propio presidente había provocado con sus declaraciones previas, cuando se negó a hablar de un genocidio en Gaza, acusó a quienes piden explicaciones al gobierno por su cercanía con Israel de querer «arrearlo con el poncho por izquierda» y sentenció acerca del sufrimiento palestino: «Cuando se declara una guerra, se declara una guerra». El revuelo cundió entre las bases del FA, llegó al secretariado ejecutivo y ocupó a los medios durante esas dos semanas (véase «Elogio de la contradicción», Brecha, 13-VI-25). El 5 de junio, Orsi se desmarcó de su fuerza política, dijo que «lo que la gente precisa [en Gaza] no son declaraciones» y su secretario salió en su defensa: «Los gazatíes no comen papel». Al día siguiente, Lubetkin anunció en M24 su retráctil propuesta de startups para jóvenes cisjordanos.

El gobierno adolece de una piedra en el zapato en política exterior. A juzgar por los dichos de sus principales figuras, y por las vacuidades que repite el periodismo oficialista, preferiría centrar su actuación internacional en discursos biensonantes sobre multilateralismo, cooperación regional, diálogo y paz mundial, mientras deja a Brasil y a la inercia encargarse de todo lo demás. La aversión al conflicto y la obstinada voluntad de imitar a los gobiernos que lo precedieron, como si el mundo de hoy fuera el mismo que el de ayer, chocaron con un escollo inesperado. La cálida amistad que todos los gobiernos uruguayos y el establishment empresarial y mediático han forjado durante décadas con Israel se ha vuelto fuente de bronca e incomprensión entre una parte nada desdeñable del electorado y entre la casi totalidad de la militancia de izquierda, mientras ese Estado comete el genocidio más documentado de la historia.

Orsi ya dio sobradas muestras de su embelesamiento con Israel desde que viajó a ese país en setiembre de 2023 en un tour guiado a cargo de las organizaciones sionistas Comité Central Israelita y Congreso Judío Latinoamericano. Lubetkin respeta a pie juntillas la línea presidencial de negarse a condenar el genocidio en marcha. La semana pasada fue el turno de Csukasi, que se escudó en un presunto apego profesionalísimo a los arcanos técnico-jurídicos del derecho internacional («el purismo de quienes nos dedicamos a esto desde hace décadas») para decir, básicamente, que la cancillería considera que no hay genocidio en Gaza porque «el gobierno de Israel no ha configurado aún la intención» de cometer uno. Son cientos y son públicos los pronunciamientos de autoridades israelíes que contradicen a Csukasi. Muchos de ellos fueron presentados por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia, como parte del caso apoyado por 32 países –entre ellos, Brasil, Chile, Colombia, México, Bolivia, España, Irlanda–, al que Uruguay se niega a sumarse. La filial palestina de la Comisión Internacional de Juristas ha publicado en su web una base de datos con más de 1.000 declaraciones de autoridades, personal militar y formadores de opinión israelíes en las que se incita al genocidio en Gaza. Otra vez, el «monitoreo permanente» del que habla Csukasi parece ser una broma de mal gusto. O quizás sea apenas una humareda conveniente para ocultar tristes compromisos presidenciales, al igual que lo fueron los anuncios descartables de Orsi y Lubetkin.

Al pasar, Csukasi manifestó que la cancillería frenteamplista acaba de enviar un informe a las autoridades de la ANII (Agencia Nacional de Investigación e Innovación) en el que les indica que mantener una oficina en la ciudad ocupada de Jerusalén de ninguna manera contraviene el derecho internacional. Hace apenas unos días, la ministra de Defensa, Sandra Lazo, pudo salir muy oronda ante la prensa a decir que Uruguay seguirá comprando armas a Israel. Lejos quedó la vergüencita de aquella foto furtiva con la embajadora israelí. Todos tranquilos, el humo ya hizo lo suyo.

Artículos relacionados

Con Mohammed Shafei, el encargado de Negocios de la embajada de Palestina en Uruguay

«Aunque es insuficiente, hay un cambio positivo en la postura del nuevo gobierno uruguayo»

Acento Suscriptores
El diálogo de latinoamericanos y caribeños frente a la "reciprocidad" arancelaria de Trump

La vía multilateral

Edición 2020 Suscriptores
Carlos Mata, protagonista en el ocultamiento de los chats sobre Marset, cobra casi 21 mil dólares por mes por su cargo en Ginebra

Como para chocolates

Edición 1994 Suscriptores
Salto Grande otorgó concesión a uruguayos investigados por millonaria estafa en Paraguay

Debida diligencia

El gobierno calla, pero Gandini habla sobre el conflicto en Gaza

Doble falta