Cuando ir al cine también es resistencia - Semanario Brecha

Cuando ir al cine también es resistencia

Tenemos que Ver.

Tenemos que Ver

Tenemos que Ver, el Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos de Uruguay, llevará a cabo su séptima edición del 7 al 14 de junio. Se realizarán proyecciones en varios lugares de la ciudad, pero las salas principales serán la sala B del Auditorio Nelly Goitiño del Sodre y la sala Zitarrosa. El tema principal de su programación es la violencia institucional, entendiendo al cine como método de invitación a la reflexión y como alternativa de información audiovisual al bombardeo de imágenes de los medios hegemónicos.

En una realidad como la uruguaya, donde el cine nacional tiene poco margen para consolidarse como espacio cotidiano de construcción de sentido, este tipo de iniciativas resultan muy importantes. Además de las proyecciones se harán tres talleres, uno de derechos humanos en general, otro dirigido a docentes sobre cómo trabajar este tema a través del cine, y un tercero sobre producción ejecutiva de largometrajes. También habrá instancias especiales, como la Muestra de Cine y Derechos Humanos para Niños, Niñas y Adolescentes, y la Muestra del Concurso Nacional de Cortometrajes Un Minuto Un Derecho, donde se abrirá el debate para pensar en comunidad sobre los contenidos realizados este año.

Más de 40 películas de 20 países encontrarán su espacio en la cartelera de Montevideo, y otras serán proyectadas en el canal Tevé Ciudad, en el marco del festival. Es interesante pensar en las implicancias de esta articulación programática entre el cine y la televisión, y cómo es posible, con creatividad y voluntad, vencer la barrera que parece existir entre ambos espacios. Pensando en la descentralización, importa destacar que las proyecciones no sólo serán en Montevideo sino también en Canelones, Colonia, Rocha, Salto y Artigas. Allí se verán dos de los estrenos uruguayos más recientes: la hermosísima Locura al aire, de Alicia Cano y Leticia Cuba, sobre la experiencia de la radio Vilardevoz, y la potente Los olvidados, el documental sobre el barrio Marconi dirigido por Agustín Flores que constituye, a mi entender, una de las grandes películas políticas del cine nacional de los últimos tiempos.

Dentro de la programación hay varias áreas temáticas de interés. Películas como Fail to Appear (Canadá, 2017), Pabellón 4 (Argentina, 2017), El vigilante (México, 2017) y Los cuerpos dóciles (Argentina, 2016) abordan desde el documental y la ficción la violencia institucional del derecho penal y de la cárcel. Otro eje es la denuncia del racismo estatal, con películas como Do Not Resist (Estados Unidos, 2016) y Black Cop (Canadá, 2017). La lucha de las mujeres pobres se retrata en Félicité (Senegal-Francia, 2017), For Akheem (Estados Unidos, 2017), Noma (Sudáfrica, 2016) y Mataram nossos filhos (Brasil, 2016); y los derechos homosexuales se visibilizan en Marilyn (Argentina, 2017) y Bixa Travesty (Brasil, 2018). Otros títulos se refieren a la realidad de los pueblos originarios, el problema ambiental, la precariedad del trabajo o la vida de personas en situación de calle. En este sentido, destaca la uruguaya Tracción a sangre, de la directora Sofía Betarte: otra demostración del renacimiento que está teniendo el cine político en nuestro país. En Kollontai, apuntes de resistencia (Argentina, 2018), sobre la formación del Pvp en el Río de la Plata, o en El color del camaleón (Chile, 2017), sobre un personaje que sufrió la dictadura chilena, encontramos resignificaciones del pasado reciente que dan cuenta de un recambio generacional que sigue procesando las heridas del Plan Cóndor. La película de clausura es El otro lado de todo (Serbia, 2017), una reflexión general sobre la ausencia de los derechos humanos en el ámbito institucional durante los regímenes totalitarios, genocidios y conflictos bélicos sucedidos en Yugoslavia.

Ideal para ponerse en contacto con un montón de temáticas fundamentales para pensar el mundo de hoy de un modo más humano, el festival Tenemos que Ver presenta un inmenso atractivo en el panorama cultural del invierno uruguayo. Asistir al cine político del mundo es, de por sí, una forma de resistencia a la manipulación mediática de la información.

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