Documental uruguayo: La huella de las palabras - Memoria entre las voces - Semanario Brecha
Cine. Documental uruguayo: La huella de las palabras

Memoria entre las voces

Fotograma del documental

La figura del cura Luis Pérez Aguirre es realmente interesante dentro de la historia de los movimientos sociales en Uruguay, porque su tránsito nos permite reflexionar acerca de herencias que, a las generaciones de izquierda que nacimos en democracia y que estamos –con mucha razón– tan atravesadas por el ateísmo, muchas veces nos cuesta comprender y procesar, como la importancia de ciertas figuras de la Iglesia católica uruguaya y latinoamericana en la construcción, primero, de un imaginario popular revolucionario y, más adelante, en la larga resistencia contra las dictaduras. Porque la disputa por la memoria histórica no implica solamente trabajar por el recuerdo de aquello que, visto con los ojos de hoy, podemos validar sin que nos genere conflicto con nuestros propios valores y creencias, sino ser capaces de reconocer, en ciertos hechos que han sido invisibilizados de manera sistemática, pistas que proyecten luces nuevas sobre nuestra comprensión del presente.

La huella de las palabras es, quizás, algo débil en su reconstrucción fáctica –ni la trayectoria militante de Pérez Aguirre, ni la estructura de su pensamiento ni el misterio de su muerte están detallados en profundidad–, pero atiende con creces la dimensión más íntima del personaje, siendo efectiva en la transmisión de sus virtudes como líder popular y comunitario. Los directores Carla Valencia y Esteban Schroeder filmaron una interesante variedad de testimonios con una fotografía muy cuidada y un registro de sonido solvente para contar, a través del montaje, los distintos episodios de la vida del sacerdote y el impacto de su trabajo en la sociedad uruguaya y en toda América Latina. Escuchar los recuerdos de esos adultos que, siendo niños, crecieron a su lado es muy significativo y precioso porque supone un registro hondamente cinemático, uno que superpone a las palabras los gestos, las miradas, los quiebres de la voz, las risas y los nervios de cada persona que habla a cámara. En los cuerpos se dejan ver las diferencias de clase y culturales, y lo interesante es que la película nunca prioriza las voces autorizadas –aunque también están ahí–, sino que es muy respetuosa tanto en la escucha inicial de cada plano como en el montaje, dando lugar a pausas naturales que enriquecen la experiencia y logran un ritmo continuo que nunca resulta forzado o estridente, incluso a pesar de la música extradiegética, a veces dotada de un innecesario sentimentalismo.

La organización estética de la película, que propone un relato a varias voces, es muy coherente con la historia que se cuenta, porque el material consigue valorizar la experiencia de alguien que logró, desde la humildad y el compromiso, abandonar cualquier tentación de heroicidad individual o de personalismo para dejar un valioso legado de priorización de lo colectivo, de lo comunitario, del hacer para y con los demás. En ese sentido, resulta muy significativo ver en pantalla lo que es La Huella hoy, porque la comunidad cofundada por Perico aún funciona en la ciudad de Las Piedras. Pero, además, hay otros dos aspectos ideológicamente muy importantes: el primero es la relación de Pérez Aguirre con la lucha de las mujeres y las infancias, que lo sitúa como un pionero en la consideración de eso que hoy llamamos los cuidados como un trabajo fundamental para sostener la vida, y la segunda es el rescate histórico de la homilía en la catedral en la que denunció los crímenes de Estado que estaban cometiendo las Fuerzas Armadas. Tener en claro que, en la Iglesia uruguaya, no todo fue conservadurismo burgués y ver cómo, justo en una figura religiosa, pudo encarnarse una conciencia ética tan honda con respecto a las mujeres y las infancias pobres, incluidas las prostitutas, supone un antecedente realmente destacable para una izquierda como la nuestra, que ha sido casi incapaz de construir una mística no atravesada por la épica machista. Pérez Aguirre es otro tipo de ejemplo, una masculinidad diferente que hizo un recorrido intelectual más parecido al que hicieron, después, muchas lideresas feministas contemporáneas. No deja de ser incómodo, ya lo sé –¡es un cura!–, pero es esa incomodidad la que hace al personaje tan valioso. Y es por encarnar esas contradicciones, también, que su historia ha dado lugar a una buena película.

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