La vida secreta de tus mascotas1 se centra en la vida de varios animales domésticos que habitan un típico edificio de Manhattan. En presencia de sus dueños, los perros ladran y mueven la cola, los gatos maúllan y persiguen bolas de lana, los hámsters corren en su ruedita, en suma, cumplen su papel como mascotas, pero cuando las personas desaparecen la película cambia el punto de vista y ubica al espectador en el mundo de los animales, que se juntan a conversar, hablan sobre sus dueños o sobre cómo les fue en el día, organizan fiestas o realizan excursiones secretas por la ciudad. La historia central es la de Max, un perro que vive en uno de los departamentos del edificio junto con su dueña hasta que un día ésta trae a Duke, un nuevo can con el que tendrá que compartir todo. La vida secreta de tus mascotas apela a una premisa similar a la de Toy Story pero las mascotas ocupan el lugar de los juguetes y Max y Duke hacen las veces del vaquero Woody y el astronauta Buzz Lightyear respectivamente. La primera media hora de la película es altamente disfrutable gracias a un muy buen ritmo de montaje y presenta a sus personajes de manera simple pero identificable. Imposible que alguien que haya tenido un gato, un perro, una tortuga o un pájaro no encuentre reflejadas en la pantalla algunas de las actitudes típicas de cada animal. A este respecto, cabe destacar el trabajo de observación de los guionistas Ken Daurio y Cinco Paul. Cada animal está muy bien retratado y la interacción entre ellos cuenta con varios gags visuales y diálogos acertados. Es dentro de esta media hora que Max le dice a su dueña que no quiere compartir su casa con un perro peludo callejero y ella, que está en el baño arreglándose para salir, sólo escucha ladridos y le dice que no puede sacarlo a pasear en ese momento. En esa (in)comunicación que se establece entre humanos y animales se juega lo más interesante de una película que además cuenta con el espectacular trabajo visual de una Nueva York en otoño.
Desde el vamos la película no destaca por su originalidad ni por su profundidad psicológica –eso escasea en Hollywood y en animación pertenece casi en exclusiva a Pixar–, pero tampoco lo persigue y por tanto apuesta todo a una ejecución muy eficaz de sus virtudes. Su humor es algo más trabajado que el insoportable bombardeo de incoherencias y gags físicos y ruidos molestos de los Minions –caballo de batalla de la misma productora, Illumination– pero sin llegar ni cerca a la profundidad de Toy Story. Es una película de animación ligera y con momentos de mucho ingenio que decae después de los 40 minutos iniciales, cuando debería hacer progresar la trama. Lo que en principio es lo más interesante del film, el hecho de que los animales se comporten como un colectivo a espaldas de las personas, es traicionado por la propia historia cuando ésta deja el edificio para atravesar la ciudad a la vista de todos. El segundo acto de La vida secreta de tus mascotas se convierte en una larga persecución por Nueva York, llena de acción y humor desigual y con una resolución demasiado forzada y espectacular que contrasta con la sutileza del primero. Si no llega a aburrir es porque en el camino va sumando personajes divertidos –el perro inválido, el conejo loco, el caniche metalero– que vuelven a llevarla al buen camino con la secuencia de montaje final, donde los animales regresan a sus vidas cotidianas como mascotas.