Nuestro Código Penal, el mismo que disculpa el asesinato por infidelidad, aún no ofrece caminos para resolver con justicia la situación de las mujeres que no encuentran otro que dar muerte a sus agresores para salir del infierno cotidiano. Esta nota es la historia de una de ellas, las explicaciones del caso y de algunas de las cosas que deben entenderse para evitar que la ley siga siendo cómplice de la violencia doméstica.
El estruendo sonó fuerte. Edith tomó el arma que era de él y disparó cuando no aguantó más. Era uno de esos días en que el hombre parecía dispuesto a judiarla hasta el hartazgo: él prendía fuego al mantel nuevo que ella había comprado y colocado cerca de unas garrafas con gas. Edith lo apagaba. Él volvía a encenderlo. Nada más. El hijo más chico de ambos estaba en l...
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