De favores y aventuras policiales - Semanario Brecha
Los audios de Berriel y Ferreira con Astesiano y un mandado para un allegado a Ferrés

De favores y aventuras policiales

Entre los frecuentes intercambios por cuestiones laborales, los chats guardan algunos pedidos y favores que no estaban vinculados con la seguridad presidencial.

Alejandro Astesiano. MAGDALENA GUTIERREZ

«Berriel, ¿te acordás de este muchacho que habíamos dicho, que era nuevito todavía?», arrancó el Fibra en un audio (al que accedió Brecha) del 7 de abril de 2022 dirigido a Jorge Berriel, el subdirector ejecutivo de la Policía Nacional, desplazado esta semana. Le explicó que el tema había llegado «otra vez» a sus manos. «Te digo la verdad, es el hijastro del mano derecha del prosecretario Ferrés, del Fata», detalló el custodio, y trató de que Berriel hiciera memoria. Le recordó que, tiempo atrás, habían hablado de que en el balneario Cuchilla Alta, en la costa canaria, «faltaba gente», por lo que podían «hacer un traslado para ahí», dado que el joven aludido «era de la zona».

El Fibra no parecía particularmente interesado en el tema. Daba la impresión de que cumplía con un pedido de los tantos que le llegaban y que gestionaba con éxito dispar. «A ver si podés hacerme este favor. Es enorme, así no me jode más este», le dijo en el mismo mensaje. Y advirtió: «Ya el prosecretario Ferrés está enterado. Te digo por si querés preguntar o algo, no pasa nada. Pero son ellos que me están mandando ahora». Entre risas, envió una última grabación sobre el tema: «Si querés, me pegás un voleo en el culo y si no, nos hacés el favor». Pasaban los minutos y la respuesta de Berriel no llegaba. «No me contestaste nada, ni a bañar me mandaste», dijo el excustodio, otra vez sonriente y con picardía. Menos de 20 segundos después, Berriel le contestó que estaba en reunión. «Ahora te llamo», anunció, y no volvieron a intercambiar mensajes sobre el tema.

Si bien la resolución de ese favor es incierta, este fue uno de los tantos pedidos que Astesiano hizo a los jerarcas policiales, varios de los cuales llegaron a buen puerto. Por ejemplo, el exjefe de seguridad pidió ayuda a Berriel para facilitar los papeles del boliche que un amigo abriría en Canelones. «Es un exjugador de fútbol», le dijo sobre el dueño del establecimiento. «Terminaron de hacer todos los permisos hoy y cuando fueron a la Policía a hacer el permiso estaban cerrados», explicó y agregó que eran «correligionarios» (un posible guiño al signo político del empresario). Lo que el Fibra no le contó a Berriel fue que él le brindaría servicios de seguridad a ese boliche con su empresa privada (véase «El jefe», Brecha, 15-XII-22). La excusa fue que era un pedido que le había llegado y que no tenía muy claro qué tipo de emprendimiento era. «Bolacero. Ya te lo gestiono», respondió rápido Berriel, antes de dar aviso a Víctor Trezza, jefe de policía de Canelones, para ver qué se podía hacer. El boliche abrió, pero el éxito del emprendimiento fue escaso. El hombre no pudo cumplir con lo acordado y Astesiano dejó de brindarle el servicio de seguridad.

En otro intercambio, en pleno invierno pasado, Astesiano se contactó en simultáneo con Berriel y con Héctor Ferreira, el exsubdirector administrativo de la Policía Nacional. Habían rapiñado a su hijo en avenida Millán y camino Lecocq y él había quedado en medio de una balacera. «Ahora me cagaron a tiros a mí también», dijo en un audio, y les contó a ambos que habían llamado «apoyo, pero no vino nadie todavía». Berriel se movió rápido para asistirlo. «Ya te mandé toda la caballería. Están próximos a llegar», respondió. «A mí no me pasaste la dirección, bolas. Se la pasaste a Berriel», retrucó en el otro chat Ferreira. En el momento, le avisó que tres móviles estaban en camino. «Te mandamos un ejército», complementó Berriel. Después de consumado el operativo, el Fibra agradeció a los subdirectores que le habían tendido la mano en esa compleja tarde. «Unos huevos de oro los de Zona III. Entraron y recuperaron la moto», le relató a Ferreira. Cuando bajaron las pulsaciones, le envió una foto del parabrisas de la camioneta oficial en la que se trasladaba. El vidrio se había astillado por una de las balas que le habían disparado. Juntos, cual peritos de balística, evaluaron el calibre del proyectil, que no podía ser muy grande. «Para mí, es un 22», dijo Ferreira, y recomendó que quedara registrado el incidente para evitar problemas con el seguro. En la conversación con Berriel, Astesiano también destacó la entrega de los policías: «Los locos fueron unos cra, no sabés. Pa’ delante de novela [sic]». La respuesta del subdirector recientemente cesado fue sin medias tintas. Dejó claro que esa actuación era una muestra «para que el presidente vea que en la calle la Policía no retrocede más. Es la Policía nuestra», sentenció. Una clara señal de la impronta dura que manejaba la dirección policial bajo la égida de Diego Fernández y, posiblemente, también un gesto de simpatía política con el gobierno.

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