Con el género policial floreciendo en medio mundo, no es novedad constatar que, aunque influyéndose en diferentes grados los unos a los otros, puede hablarse de distintas maneras –ancladas tanto en lo geográfico, cultural e idiosincrático como en razones de mercado– de encarar la pródiga cantera de crímenes y misterios. Por ejemplo, entre los nórdicos, olvidado al parecer el persistente compromiso con asuntos siempre entroncados con realidades actuales que supo encarar y popularizar el Wallander de Henning Mankell, brotan entre nieves y bosques multitud de historias que bordean el gótico o la recurrencia a monstruos individuales nacidos de experiencias traumáticas. Mientras en el otro extremo, geográfico y ficcional, el griego Petros Márkaris prosigue su austera radiografía de los males de...
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