Después de más de
veinte años, Blanqué retoma el género lírico y nos deja una entrega tan
peculiar como densa conceptualmente. A lo largo de 16 poemas relativamente
extensos, la autora lleva a cabo un recorrido intertextual en el que se
entrelaza –en clave elegíaca– la muerte de los libros con la de la escritura,
pero también con la suya. Y será a partir de allí que esa triple pérdida,
signada por lo efímero de la corporalidad, se volverá un espacio de
enunciación. No en vano, el libro comienza afirmando que “sin mi antigua
cabellera de Medusa/ entre libros que me observan fijamente/ [...] fui
caníbal./ Comí carne humana en cada verso./ Y luego mi pelo se repetía/ en casi
cada página./ [...] Mi pelo enredado en la biblioteca/ forma una larga manta
que se asoma./ Estamos todos muertos, escu...
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