Donde hubo fuego... - Semanario Brecha

Donde hubo fuego…

L’économie du compte. Bélgica/Francia, 2016.

La separación de una pareja casi nunca resulta fácil. Para sus integrantes en dicha instancia se abren por cierto las puertas de un futuro diferente, por más que también se deja atrás un pasado en el que quizás muchas cosas valieron la pena. Todo además se complica cuando hay hijos, para quienes, de allí en adelante, el entorno habrá de cambiar. En este reciente estreno, aquellos que viven tal separación son padres de dos pequeñas y, habida cuenta de varias razones de índole económica, enfrentan, por otra parte, el obstáculo de tener que seguir compartiendo la vivienda hasta que el hombre consiga estabilizar su situación. El primer gran mérito del trabajo del belga Joachim Lafosse, a partir del afinado guión de Mazarine Pingeot y Fanny Burdino, consiste en llevar de la mano al espectador para colocarlo muy cerca del cuarteto involucrado y, sin tomar partido por nadie en particular, permitirle observar el día a día de ese resquebrajado hogar donde los ex esposos, aparte de contadas discusiones y alguna solitaria explosión de furia, apenas intercambian unas pocas frases mientras entran y salen de la casa, respetando o desconociendo anteriores acuerdos y, en la manera que les parece posible, intentando conseguir que las niñas no sufran. Los días entonces se suceden siguendo una cierta rutina, plenos de idas y venidas que, a la larga, habrán de marcar un punto final para la incómoda situación de dos personas que no pueden ya convivir como alguna vez, bastante tiempo atrás, lograron hacerlo.

Mérito del realizador constituye asimismo la forma inesperada en que, a pesar de las rispideces del presente, consigue reflejar un repentino reencuentro emocional de los protagonistas, la estupenda escena en que las niñas invitan al padre a unírseles en un baile cuya culminación conviene no contar. La sutil mirada de Lafosse posándose sobre quienes tuvieron antes algo en común permite así dar motivos a la platea para reflexionar acerca de las causas por las cuales el amor se resiente y se extingue, amén de hasta qué extremos los responsables se comunicaban y se entendían cuando todo daba la impresión de andar mejor. El espectador siente de esta forma que está contemplando a dos seres ni malos ni buenos; es decir, a gente que, de pronto, en varios aspectos a menudo condenables se nos asemeja, por ejemplo en todo aquello que tiene que ver con lo que muchas veces decimos sin pensar demasiado o, en especial, con lo que omitimos señalar y posponemos hasta cuando es ya demasiado tarde.

A pesar de que el asunto concluye con la claridad del caso, queda en el aire la incógnita de cómo habrá de desarrollarse el futuro para los componentes de esta familia que, hasta cierto momento, Lafosse nos invitó a intentar comprender. El inmejorable apoyo actoral de Bérénice Bejo y Cédric Kahn, distantes, enojados, sensibles, y sin duda sufrientes como la vida los empuja a serlo, y el acompasado ritmo de una historia ya empezada le dan pie al buen observador para arribar a oportunas conclusiones con respecto no sólo a lo que ocurre en la pantalla sino también en nuestro derredor.

Artículos relacionados