“El primer ejemplo histórico de formación de un gobierno de carácter popular, proletario, se produjo el 18 de marzo de 1871, en la experiencia conocida como Comuna de París, cuando el proletariado, en palabras de Marx, intenta: tomar el cielo por asalto.”
Silvio Costa
Como si fuera algo natural o divino, cualquier economista sabe repetir la definición de Robbins popularizada por Samuelson: la economía “es la ciencia que determina la forma en que decidimos usar los recursos escasos que tienen usos alternativos para lograr los fines establecidos”.
Esta definición de manual es en realidad un triunfo ideológico de una forma de pensar la economía. Asumirla implica que la economía debe centrarse en los problemas de la distribución, dejando de lado los problemas de la producción y por tanto, de la generación y apropiación del valor. Implica naturalizar el modo de producción vigente. Tampoco contribuye a interpelar cuáles son los fines establecidos y a quiénes benefician. Por tanto, como si fuera una ley universal y atemporal, imprime a la ciencia económica un carácter ahistórico. No en vano la célebre economista de Cambridge Joan Robinson decía que “el propósito de estudiar economía es aprender a no dejarse engañar por los economistas”.
De esta forma, nos encontramos con que la economía no explicita un claro “objeto de estudio” sino que se define por un método, que corresponde al del enfoque convencional. De hecho, para el estudio de la “elección racional” el objeto de cálculo puede ser casi que cualquier cosa. Xavier Arrizabalo (2014) argumenta que dicha definición podría explicar todos los comportamientos humanos, por ejemplo, “la tarea del entrenador de un equipo deportivo que ha de decidir cómo combinar tácticamente sus integrantes (recursos escasos) entre las distintas posibilidades tácticas (usos alternativos) para lograr el mejor resultado (fin establecido)”. Por ello, no es casual que abunden trabajos económicos sobre la toma de decisiones del matrimonio, de la paternidad y maternidad, de optar por delinquir o no, de elegir consumir sustancias prohibidas,1 entre otros. Claro que también se estudia el comercio, el empleo y las finanzas públicas aunque son muchos menos los economistas que estudian el proceso productivo, el desarrollo tecnológico concreto, las cadenas de valor y sus especificidades (Chang, 2015).
Otro avance de la lógica convencional –que se extiende al grueso de las demás ciencias– es aceptar como algo natural o divino reducir y fragmentar la realidad en muchas partes, ya que se cree que la suma de ellas explica la totalidad. Resulta “natural” separar la economía de las demás ciencias sociales. A su vez, la economía se divide en múltiples subdisciplinas: economía laboral, economía de la empresa, macroeconomía, y un sinfín de reducciones que se van incrementando con el transcurso del tiempo. Hegel reflexionaba sobre la importancia de no perder de vista la totalidad utilizando la siguiente analogía: “Bajo el escalpelo del anatómico es donde los miembros y los órganos devienen simples partes. Pero en ese estado no se tiene ya un cuerpo vivo, sino un cadáver. No se quiere decir por esto que no se debe descomponer así el cuerpo vivo, sino solamente que la relación exterior y mecánica del todo y de sus partes es insuficiente para aprehender la vida orgánica en su verdad”.
A modo de ejemplo, algunos economistas buscan medir cuántos pobres hay, o cuál es el nivel de desigualdad o distintas formas de estratificación social sin tomar en consideración la estructura de base y sus relaciones sociales como posible fundamento de las desigualdades. Entonces, ser pobre obedece a la existencia de individuos con insuficiencia de ingresos o de acceso a determinados recursos (educación, salud, etcétera) y su solución ha de encontrarse tanto en su capacidad individual (en parte se le considera pobre por su culpa) como con políticas estatales compensatorias o redistributivas. Se naturalizan las relaciones de producción, la existencia de cierta estructura social previa a los individuos, no se ve a la pobreza como parte de una sociedad dividida en clases, no se la asocia con el ‘precariado’ ni con la división del trabajo, ni con la segregación residencial producto de la urbanización capitalista.
El método establecido tiende a leyes eternas, dando una idea de neutralidad en el sentido de que no importa la historia, la cultura, las instituciones ni los sujetos a la hora de pensar los problemas económicos. Por tanto, hace de la economía una ciencia que acepta la reproducción del sistema también como algo natural. Asaltar la economía es tomar por las armas del pensamiento crítico las ideas hegemónicas –corriente neoclásica–. Esta necesidad radica en que los economistas solemos tener enormes dificultades para explicar algunos de los problemas más relevantes de las economías capitalistas. En El enigma del capital, David Harvey muestra como dato sugerente que tras la crisis de 2008 en Inglaterra, la reina Isabel II consultó a los economistas de la London School of Economics sobre por qué no habían predicho la debacle. No tenían respuesta. Tras seis meses de estudio y trabajo conjunto, llegaron a la conclusión de que habían dejado de lado los “riesgos sistémicos” que existían en la formación económico social. Según Harvey, lo que dejan de lado es el análisis crítico del “flujo de capital”. Por tanto, buena parte de nuestras inquietudes surgen de si es posible, con las herramientas convencionales, dar cuenta de los problemas estructurales de los países capitalistas dependientes, del contingente de trabajo precario, de las relaciones patriarcales, entre otras.
¿Cómo? Este espacio no tiene recetas ni soluciones mágicas, sino que intenta aportar al pensamiento crítico y apela al debate de ideas. Pretendidamente contrahegemónico, se propone como herramientas pensar los problemas de la economía de manera histórica y holística. Histórica, teniendo claro que el mundo en que nos toca vivir es parte de un proceso de luchas e intereses contrapuestos, cargados de conflictos, y lo que hagamos hoy no es el fin de la historia, sino la posibilidad de cambiarla. El carácter holístico es un desafío que implica romper lo establecido, mirar los problemas en su globalidad y entender que la suma de las partes no explica el todo, sino que, por el contrario, implica un esfuerzo constante de salirse del establo de la especificidad.
A su vez, intentamos combatir el lenguaje encriptado de los economistas, que escriben y muchas veces se piensan como una comunidad lingüística específica, de forma de hacer de la discusión sobre las bases materiales de la sociedad una cuestión “apta para todo público” (porque afecta a todo el mundo), bajo la premisa de Einstein de que uno “no ha entendido un problema si no puede explicárselo a la abuela”.
Tomar por asalto la idea de neutralidad es pensar que la ciencia se hace para y con alguien. Para ello, los problemas de estudio que este espacio presenta se determinan con sujetos definidos a conciencia, organizados en sindicatos, cooperativas y otras expresiones de resistencia al modo de producción hegemónico. De alguna forma, es intentar retomar aquella vieja expresión de Marx en Miseria de la filosofía que decía que “así como los economistas son los representantes científicos de la clase burguesa, los socialistas y los comunistas (en sentido ideológico, no necesariamente partidario) son los teóricos de la clase proletaria” (1847).
Ya hace casi un año que venimos aprovechando el cobijo que nos dio Brecha, compartiendo parte de nuestras inquietudes y las de otros compañeros y compañeras de ruta. Durante esta corta pero intensa experiencia vivimos algunos debates enriquecedores, como la discusión sobre el porcentaje del Pbi que se pide para la educación con el economista Fernando Isabella, o sobre el Ute Premia con el economista Fernando Esponda. Asimismo, intentamos aportar al debate público sobre temas como las Ppp o la división del mercado de las tarjetas de crédito, entre otros. También son parte a resaltar algunos aportes de compañeros de la región, como el análisis de la situación económica de Argentina con la victoria de Macri escrito por Mariano Feliz y el análisis de la renta para los países latinoamericanos de Juan Kornblihtt. En cuanto a nuestra economía, nos gustaría resaltar los aportes de Gabriel Oyhantçabal, Juan Geymonat, Nicolás Marrero y Jorge Notaro, y también invitar a activistas, docentes, investigadores y a cualquier otro posible escritor que se anime a ser parte de este espacio de intercambio y debate.
Hoy, un tiempo después de comenzar este camino, decidimos darle el nombre de Economía por asalto a este espacio, con el objetivo claro de pensar lo económico de forma tal de no congraciarse con los “ganadores de hoy” sino, como decía Albert Camus, con “quienes padecen” la historia.
- Los trabajos de Gary Becker fueron pioneros en estas temáticas y han proliferado mundialmente a nivel académico de forma importante.
[notice]
Comuna
Este espacio es coordinado por Comuna, una cooperativa de trabajo creada en setiembre de 2014, integrada por cientistas sociales, con énfasis en economía. El propósito es el de generar conocimiento con las organizaciones sociales en general, y en particular con el movimiento sindical, a fin de contribuir a la acumulación de fuerzas en el campo popular así como también al pensamiento crítico.
[/notice]