Las manos dúctiles de los archivistas enfundadas en látex celeste son un perfecto déjà vu de la pandemia. Fue entonces –año 2020– cuando Helena Villagra, viuda y compañera de vida de Galeano –más de 40 años juntos–, decidió la donación del archivo a la Universidad de la República. Ahí estamos los cuatro –Vania, Franco, el fotógrafo de Brecha y quien escribe–conversando en voz baja, un tanto ceremonialmente, como si aquel cuarto fuera un templo y la faena por delante, un rito. Algo que efectivamente es: las carpetas de Galeano juegan a ser el fuego, la sala del Archivo General de la Universidad es el fogón y nosotros cuatro, hombres de manos gélidas. Las cajas –no de sastre, acaso de Pandora, siempre minuciosamente ordenadas y catalogadas– van ocupando espacio sobre la mesa, unos textos aso...
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