El crujido - Semanario Brecha

El crujido

“Dales un palito”, le habría dicho Rodney Arismendi al dirigente textil Thelman Borges, cuando, en el primer congreso realizado después de la dictadura, empezaron a arreciar las críticas contra la que había sido la orientación mayoritaria del movimiento sindical en los días del golpe de Estado y la huelga general. Lo cierto es que aquellas discusiones desembocaron en el quiebre del congreso. Aquí la entrevista con la historiadora Lucía Sciola.

El jueves 22 Lucía Sciola presentó junto a Martín Girona Historia y memoria de Cofe a cincuenta años de su fundación. Dos semanas antes Susana Dominzain, Pablo Ferreira, Álvaro Sosa y Lorena García habían hecho lo propio con Así se forjó la historia. Acción sindical e identidad de los trabajadores metalúrgicos en Uruguay (ambos libros de la editorial Primero de Mayo). El cincuentenario parece estar alumbrando una nueva generación de historiadores de la clase trabajadora, campo que había sido golpeado por las bajas de Universindo Rodríguez y Yamandú González Sierra. En realidad ya el año pasado, en el seminario sobre la transición democrática organizado por la Facultad de Ciencias Sociales, Girona y Sciola habían expuesto sobre la crisis del III Congreso, que fue el tema sobre el que Brecha conversó con esta última.

—Deberíamos comenzar por recordar los hechos básicos…

—Hubo una ruptura dentro del congreso, del que 506 delegados se retiran y, si bien continuó sesionando, dejó de ser reconocido como tal. Era el primer congreso en que la organización se reunía bajo la sigla Pit-Cnt, la primera instancia en que se esperaba reflexionar desde esa conjunción. Por supuesto hay distintas versiones y perspectivas. Se coincide en que había problemas con la designación de delegados. Un sector de la dirección sindical exigía que Utaa no participara como tal sino dentro de la federación de trabajadores rurales; había exigencias parecidas con respecto a los sindicatos de la educación, y también estaba en danza la cantidad de delegados que correspondía a algún otro sindicato.

—¿Cómo se explica que se haya llegado tan lejos?

—Investigando un poco, nosotros encontramos la presencia de elementos más de tipo político que tenían que ver con el balance que se hacía de la resistencia a la dictadura, la crisis de febrero, los comunicados 4 y 7, de la propia reorganización sindical en la que confluyeron dos generaciones y donde había concepciones distintas de sindicalismo. Creo que la explicación tiene que ver con eso. Fue un momento de transición para el país y para el movimiento obrero, en el que también había estado en discusión si el camino era la salida pactada o un enfrentamiento directo para derrotar a la dictadura. La construcción del Pit se había producido en el marco de una importante afluencia de participación y asumió formas más “basistas”, pues aún no se habían restaurado las estructuras anteriores. Puede decirse que esa participación dotó de cierta combatividad a ese plenario que resultaba bastante representativo. Hay también un choque entre los dirigentes de la vieja Cnt que vuelven a ocupar sus lugares, sin darse cuenta de que ya había allí otra generación que había hecho lo suyo para reorganizar el movimiento. El propio Wladimir Turiansky nos decía que él veía entonces cómo los viejos compañeros no se adaptaban a las nuevas condiciones. Y lo que sucedió en el congreso también tuvo que ver con la perspectiva del Partido Comunista de recuperar su hegemonía sobre un movimiento sindical que ahora no sólo era más vasto en su extensión sino más difícil, por la autonomía que tenían los sindicatos. Podría decirse que no se había reconstruido la centralidad. En Cofe, por ejemplo, había un plenario de trabajadores públicos, y recién en 1987 se realizó un congreso de la confederación. Eso impedía a una corriente tener la hegemonía completa en el movimiento. Esa puja también queda de manifiesto en los testimonios de los participantes.

—¿Qué marcas dejó aquello? ¿Qué aprendizajes?

—No hicimos el seguimiento necesario de los siguientes congresos para responder exactamente a esa pregunta. Sí creo que la resolución del conflicto deja la impresión de que, después de un período de auge en la participación, algo vuelve a su cauce más natural, donde hay una hegemonía y ciertos acuerdos que mantienen los equilibrios, y el movimiento sindical vuelve a estar centralizado. Por algo se insiste en figuras como la de José D’Elía, figuras articuladoras de una unidad a la que se apela continuamente pero que no parece suficientemente problematizada, que a veces en realidad es utilizada para eliminar cierta disidencia. Pero creo, sí, que fue como un cierre de etapa. Da la impresión de que no volvió a haber una crisis de esa magnitud.

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