El de lentes, el de enfrente - Semanario Brecha

El de lentes, el de enfrente

Renzo Teflón (1962-2018)

Abril de 1989 / Foto: Nancy Urrutia, Archivo

Fue un tiempo raro el de la posdictadura, cuando se juntaron las corrientes y chocaron para hablar del malestar pasado, del desconcierto presente y de la esperanza futura. Renzo Guridi, más conocido por su nombre artístico “Renzo Teflón”, fue una parte fundamental de ese momento histórico, desde lo musical, por supuesto, pero, sobre todo, desde lo simbólico.

La información básica circuló rápidamente: Renzo falleció a los 55 años el lunes 23 de abril afectado por un cáncer de pulmón. Poco antes había circulado la noticia de su enfermedad y de sus dificultades económicas –que eran conocidas–, y las iniciativas para que se le otorgara una pensión graciable y la de hacer un recital a beneficio. No hubo tiempo.

Describir por qué Los Tontos fueron tan importantes en los ochenta no es muy fácil. Falta el contexto. Se puede explicar, claro, pero quienes estuvimos allí siempre entenderemos realmente cómo era aquello.

Mirados desde acá, los años ochenta eran horribles. Si nos situamos allá, eran un milagro de luz, amor y esperanza.

Pero Uruguay estaba devastado por la dictadura, sucio, en la miseria. La represión seguía tan campante. La democracia, tutelada. Los jóvenes, sospechosos. Los fachos, a gogó. Pero lo peor de todo era lo que en inglés se denomina righteousness y que no sé si traducir como virtud, superioridad moral o seriedad mortal. De eso había paladas, por derecha y por izquierda. Y de eso, justamente, se burlaban Los Tontos.

Hay que conceder que era difícil escapar a eso: todo parecía tremendamente serio. Teníamos que recuperar muchos años de estar en pausa. Había que pensar, leer, debatir. La frivolidad no solamente era frívola, era criminal e imperdonable.

Si uno escucha a las bandas de la época, ninguna, ni siquiera Los Tontos escaparon a aquella seriedad. Los Estómagos cantaban “Torturador” y “Gritar”, a Los Traidores los llevaban presos por tocar una versión roquera del himno, cantaban “Buenos días, presidente” y se metían con la ministra de Cultura y el ministro del Interior, Zero cantaba sobre campos de concentración. Sí señor, estábamos tristes y enojados. El Cuarteto de Nos había logrado colocarse en un lugar raro, en donde hacían lo suyo, a la gente le gustaba, pero no irritaban a nadie. Pero Los Tontos tuvieron tres problemas: primero, a pesar de que cualquiera que atendiera lo que estaban cantando sabía que no era cierto, se proclamaron superficiales; su “persona pública” era irreverente, burlona y “moderna”, y, tercero, tuvieron una tonelada de éxito.

LOS QUE SALEN EN REVISTAS. Así fue que Los Tontos fueron expulsados de “la cultura”. Nadie estaba dispuesto a conceder que estaban más cerca de Leo Maslíah que de Righeira. Les quedó su éxito, efímero, y en sólo tres años agotaron su buena estrella. A caballo del “Himno de los conductores imprudentes”, publicado en el disco recopilación Graffiti (1985), la banda edita su primer LP al año siguiente (Los Tontos, 1986) –con patada voladora al dios de los “cantopopu” en el track “Mi guatercló azul (ayer se me perdió)”– y un año después su segundo disco, Tontos al natural.

El resto es historia conocida: el desastre de su presentación en Montevideo Rock II (donde fueron expulsados del escenario a botellazos después de tan sólo tres canciones, aunque hay que decir que no era algo inusual; quien esto escribe presenció el botellazo a Luca Prodan en el Montevideo Rock anterior y la respuesta del músico: “Flaco: te rompo”); las diferencias entre Teflón y los otros miembros de la banda (Leo Baroncini –“Trevor Podargo”– y Calvin –“Fernando”– Rodríguez), y la ruptura y los insultos cruzados en sus discos epigonales: Chau jetón, de Baroncini-Rodríguez, y Je-Je, de Teflón.

Pero Renzo no se había iniciado en la música con Los Tontos (antes había formado una banda con Andy Adler, Gustavo Parodi y Enrique Hackembruch –llamada Sección Mecanizada–), ni sería el Je-Je su última incursión en la música, ya que de tanto en tanto volvía con algún proyecto nuevo (Los Drinkin’ Boys, Fachos a Go-Go) o con sus grabaciones caseras. Este año había presentado un nuevo disco, titulado Unknown, y planeaba regresar a los escenarios. Probablemente tampoco hubiera funcionado. Renzo habitaba en un universo demasiado distinto desde el principio de los tiempos.

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