El largo camino a casa - Semanario Brecha
Mario Vergara Hernández (1974-2023)

El largo camino a casa

Mario Vergara muestra el cráneo que encontró en diciembre de 2017 en el Cerro del Timbre, en Huitzuco, Guerrero. ERNESTO ÁLVAREZ

Desde que su hermano mayor, Tomás, fue secuestrado en Huitzuco, cuando trabajaba como taxista, el 5 de julio de 2012, la vida de la familia Vergara Hernández cambió para siempre. La falta de apoyo que tuvieron de las autoridades al recibir la llamada extorsiva para liberar a Tomás marcó la sensibilidad de Mario ante los casos de secuestro. En 2015, intentó –sin éxito– que las autoridades rescataran a una persona secuestrada en una cueva en Tlaxmalac, uno de los pueblos de Huitzuco. Un pastor que llevaba a sus chivas por el monte oyó a una persona gemir en una cueva a cuatro horas de camino por el cerro y la voz de un hombre que decía: «¿Eres tú, huevotes?». Se asustó, se alejó y fue con Mario, a contarle. Esto le pasaba todo el tiempo, porque Mario pedía públicamente a la gente que ayudara a encontrar a los que faltan, que, si alguien sabía dónde podían estar, hablaran con él. Y el chivero le habló, pero nadie escuchó a Mario. La osamenta de esa persona fue rescatada en enero de 2019, cuando la cuarta Brigada Nacional de Búsqueda llegó a trabajar a Guerrero (véase «Las medidas excepcionales», Brecha, 5-IV-19).

Por eso, cuando un recolector de leña le habló de la fosa en el Cerro de de la Antena del Timbre, Mario hizo algo distinto: llamó a la prensa. El 15 de diciembre de 2017, Mario se levantó, se duchó y salió por algo para desayunar.

Aprontó a su niña, la llevó al jardín de infantes y, al volver a casa, se atavió para la búsqueda. Se puso manga larga, guantes, un gorrito y unas rodilleras de plástico. Se colgó su morral de rafia y una palita chiquita atada a la cintura que le dejaba las manos libres. Ya había ido con el leñero hasta el punto y marcado el camino con pequeños montículos de piedras que le señalaban por dónde doblar. Del suelo, salía un zapato con la suela hacia el aire y el evidente color del hueso que se clavaba en la tierra. Cuando Mario dio la primera palada, un montón de bichitos minúsculos coparon el aire. El cuerpo estaba enterrado apenas a 40 centímetros de la superficie. Comenzó a trabajar con las manos, rascando y rascando para entender la forma: si estaba en posición fetal o por qué estaba con los pies hacia arriba. Trabajó hasta que lo destapó por completo, y cuando encontró el cráneo de boca hacia la tierra lo supo: vio el agujero fino de la bala entrando de un lado y saliendo del otro, más grande, irregular. La persona estaba hincada cuando recibió el tiro desde arriba y, al morir, cayó boca abajo en la fosa. Por eso tenía los pies hacia el cielo. Mario tapó todo como estaba, marcó el sitio con las piedras y volvió a casa. Las autoridades tampoco recuperaron ese cuerpo hasta que la cuarta Brigada los obligó a hacerlo, dos años más tarde.

Dos días antes de morir, Mario ayudó a otra persona a volver a casa. Lesly Martínez era una mujer de 30 años que había sido reportada como desaparecida en la capital, el 30 de abril. En la tarde del martes 16 de mayo, llegó alguien a lo de Mario a decirle que había un cuerpo tirado a un lado de la autopista del Sol. Mario fue con la fuente al punto, vio que era una mujer de cabello rojo, short de mezclilla y blusa verde, marcó el sitio y fue con las autoridades. Al final de esa tarde, cuando llegaron los policías de Ciudad de México y comprobaron que Lesly estaba muerta a 200 quilómetros de su desaparición, se agitaron tanto que no respetaron ningún protocolo al levantar el cuerpo. Mario lo contó al día siguiente en una entrevista con Azucena Uresti: «Las autoridades nos han enseñado que nosotros contaminamos la escena del crimen, pero son ellos mismos que la contaminan. Hace falta profesionalismo», dijo. La Fiscalía anunció que sus funcionarios hallaron el cuerpo, pero omitieron esta parte de la historia. Lesly fue velada y sepultada al mismo momento que Mario sufrió el accidente fatal. Apenas tenía 48 años. Su hermano, Tomás Vergara Hernández, continúa desaparecido.

Artículos relacionados

La invasión de la embajada mexicana por Ecuador

El atropello

Edición 2002 Suscriptores
La guerra sucia de la oposición mexicana

Por la negativa

Edición 1999 Suscriptores
La crisis forense mexicana y las trabas institucionales a la identificación de los cuerpos

Crónica de una desaparición anunciada

Las huellas del zapatismo en América Latina

Del levantamiento a la siembra

Edición 1973 Suscriptores
Con el investigador mexicano sobre narcotráfico Oswaldo Zavala

Otra forma de leer el narco