El mago de Oz - Semanario Brecha

El mago de Oz

El British Medical Journal afirmó que más de la mitad de los consejos dados por el doctor Oz en su programa son erróneos o carecen de sustento: sólo 46 por ciento de las recomendaciones estaban sostenidas por evidencia, 15 por ciento se contradecían y del 39 por ciento restante no se pudo encontrar evidencia.

Mehmet Oz

Mehmet Oz tiene 54 años, es esbelto, carismático, las señoras de las cuatro décadas mueren por él. Habla de manera sencilla y afable. Es un destacado cardiólogo egresado de la Universidad de Harvard, con una carrera académica y profesional brillante.

En 2009, luego de tenerlo varios años como invitado en su programa, Oprah Winfrey le ofreció producir su propio talk show, y hoy lo ven diariamente casi 3 millones de televidentes. Desde ese momento comenzó a construir un imperio que va desde apps, libros y revistas hasta promoción de productos. Proclama ser un creyente de terapias alternativas –hasta contrató a una maestra reiki para cirugía– y fundamenta sus recomendaciones diciendo que son las mismas que da a su familia. Esto provocó desde su comienzo críticas de sus pares, e incluso del Senado de Estados Unidos por no tener sustento científico. Lo cual no era comprobable, hasta ahora.

El British Medical Journal publicó recientemente un artículo afirmando que más de la mitad de los consejos dados por el doctor Oz en su programa son erróneos o carecen de sustento. De las recomendaciones del programa, sólo 46 por ciento estaban sostenidas por evidencia, 15 por ciento se contradecían y del 39 por ciento restante no se pudo encontrar evidencia. El consejo más común dado en el show del doctor Oz era sobre dietas, al contrario que en The Doctors, otro talk show de medicina estudiado, donde lo más común era consultar a un profesional.

Liderada por Christina Korownyk de la Universidad de Alberta, la investigación concluye que “las recomendaciones hechas en talk shows de médicos muchas veces carecen de la información adecuada sobre beneficios específicos, o sobre la magnitud de los efectos de estos beneficios. Raramente se tratan potenciales conflictos de intereses. El público debe ser escéptico con las recomendaciones hechas en estos programas”.
Oz es hijo de la era de la espectacularidad. Su especialidad es hacer de la enfermedad un show. Sabe lo que tiene y lo maneja a piacere. Desde segmentos en los cuales mujeres primero se desesperan por tocarlo y comentarle con cuanta regularidad van al baño, pasando por explicaciones y razonamientos que siempre desembocan en que todo es cancerígeno –“el cáncer es nuestra Angelina Jolie”, declaró al New Yorker–, además de las ya clásicas pócimas mágicas y alimentos con propiedades de fuera de este mundo. Se hizo una colonoscopía en vivo en donde le diagnosticaron pólipos, y llevó una médium que buscaba familiares muertos de los integrantes de la tribuna. Es como si Marcelo Tinelli y Tabaré Vázquez tuvieran un hijo y Oprah le diera un programa.

En un país con un sistema de salud tan precario como Estados Unidos, el programa del doctor Oz suplanta la visita al doctor. Pero la medicina alternativa también se transformó en un negocio. Ya hace cien años se convocaba a médicos de prestigio para que prestaran su imagen para la promoción y venta de tónicos fraudulentos como el aceite de serpiente. Según sus propias palabras, Oz quiere volver a la medicina de “cuando nuestros ancestros vivían en pequeñas aldeas y había sólo un curandero en ella”. Quizás logró su cometido.

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