El manotazo - Semanario Brecha
Los sucesos del 27 de enero en La Habana

El manotazo

Iniciadas hace dos meses, siguen las protestas de un grupo de artistas contra las políticas culturales del gobierno cubano. Divididos en sus tácticas y reclamos, buscan recuperar el impulso perdido.

Jóvenes artistas cubanos protestando frente al Ministerio de Cultura, en la Habana Afp, Yamil Lage

La mañana del 27 de enero, el Ministerio de Salud Pública de Cuba anunció el diagnóstico de 825 nuevos casos de covid-19. Comparada con los registros del país desde el comienzo de la pandemia, la cifra resultaba temible.

Pero lo peor podría estar por venir. Así lo anticipan los modelos matemáticos elaborados por investigadores de la Universidad de La Habana. Al menos hasta el comienzo de marzo, la pandemia se extenderá de manera exponencial. En la capital, donde habitualmente se reporta más de la mitad de los contagios del país, todos los municipios tienen extensos barrios en cuarentena, y las mayores escuelas y universidades han sido transformadas en hospitales o centros de aislamiento.

DOS 27

A media mañana del 27 de enero, una veintena de jóvenes se reunió frente al Ministerio de Cultura (Mincult), en La Habana. A partir de allí, las versiones del gobierno y de la oposición en cuanto a lo ocurrido divergen de tal forma que parecieran referirse a dos acontecimientos distintos.

Ese día se cumplían dos meses de la inédita protesta que congregó frente al Mincult a unos 200 artistas, en su mayoría jóvenes, para reclamar desde reformas a la política cultural hasta la eliminación de las detenciones domiciliarias aplicadas contra personalidades disidentes. Aquella jornada terminó con una larga reunión entre el viceministro Rojas y una representación de los congregados (el ministro Alpidio Alonso, aparentemente, no se encontraba en la capital), y el acuerdo de iniciar una serie de reuniones para abordar las inquietudes de los creadores.

Para el 4 de diciembre el grueso de los líderes del 27N –nombre bajo el que la protesta ha pretendido transformarse en movimiento– había decidido no asistir a los encuentros con el Mincult, en el entendido de que no se cumpliría su pliego de demandas. Entre estas estaba que las reuniones fueran transmitidas en vivo por las prensas extranjera e independiente y contaran con la asistencia del presidente Díaz-Canel y altos funcionarios de los ministerios del Interior y de Justicia. Condición sine qua non era la excarcelación de un grupo de personas juzgadas por el Estado por delitos comunes, pero que los activistas consideran presos políticos, y la participación en los debates de los voceros del llamado Movimiento San Isidro.

La propagación de la covid-19 y la llegada de las fiestas de fin de año habían hecho perder fuelle al 27N, al punto de sacarlo virtualmente de la agenda mediática. Así fue que, el 27 de enero y de acuerdo con los videos transmitidos ese día por sus integrantes, tres de ellos tenían agendada finalmente una reunión con el viceministro de Cultura, Fernando Rojas, quien además preside el Consejo Nacional de Artes Escénicas (CNAE).

LA ENTREVISTA QUE NO FUE

A esa entrevista debían acudir dos de las personas presentes frente a las puertas del ministerio y un dramaturgo que previsiblemente no llegaría «porque está ocupado en otras cosas», tal como explicó al viceministro la curadora independiente Solveig Font, que lo llamó previamente para proponerle que otra persona ocupara ese asiento durante la cita. El funcionario, sin embargo, desestimó la propuesta –pues «no era lo que habíamos hablado»– y le pidió que acudieran sólo ella y la artista visual Camila Lobón, como en principio se había previsto. También le recordó que la conversación estaba programada para alrededor del mediodía en el CNAE, a unas cuadras del ministerio. «Tómense un café para hacer tiempo y después vengan para acá», terminó el funcionario, al parecer sin saber que su conversación era compartida a través de una transmisión directa de Facebook.

La explicación sobre la ausencia de Yunior García, el dramaturgo «ocupado en otras cosas», es el primer punto de disonancia entre los dos relatos. La versión mencionada es de la autoría de Solveig, pero luego los medios opositores y el propio García aseguraron que la Policía le había impedido a este llegar al Mincult. Hay grandes probabilidades de que así haya sido.

Hacia las 11.30 de la mañana ya cientos de mensajes inundaban las redes sociales más populares en Cuba, dando cuenta de detenciones de activistas que pretendían congregarse frente al Mincult y de un cerco policial que se estrechaba en torno a los allí reunidos. Entre los 22 jóvenes congregados en el lugar, unos nueve eran reporteros de medios opositores. La embajada estadounidense se mantenía a la expectativa para tuitear sobre su «preocupación por las violaciones de los derechos humanos de los manifestantes», como en efecto hizo.

Según los medios opositores, hacia esa hora el viceministro Fernando Rojas había llegado al Mincult y se había acercado a los presentes para pedirles «que se marcharan, arguyendo la situación epidemiológica». «Pero estos le informaron que había personas detenidas y que esperarían respuesta sobre su paradero», asegura El Toque, una de las principales revistas no estatales del país.

La versión del gobierno se apoya en las publicaciones del grupo de manifestantes, en las que se ve a Rojas pedirles que pasen a la sede del ministerio. «Los invitamos varias veces a que entraran para conversar, y alguno hasta hizo el gesto de acompañarnos, pero enseguida los otros lo llamaban. Era como si desde algún sitio les dijeran que su papel era quedarse ahí afuera», contó Rojas a la televisión estatal cubana.

ESTAR ALLÍ

El resto de la historia es más conocida, al menos en su vertiente sensacionalista. Sobre las 12.30 el titular de Cultura, el viceministro Rojas y los trabajadores del ministerio salieron del edificio a desalojar a los manifestantes, «ante su evidente intención de materializar un show mediático», según se afirma en el perfil institucional del Mincult en Twitter. Fue en ese momento que el ministro dio un manotazo al teléfono móvil de uno de los reporteros independientes, en una escena que de inmediato comenzó a circular en los medios digitales.

El agredido, Mauricio Mendoza, participaba en la protesta a nombre de Diario de Cuba, un sitio web que entre 2016 y 2019 recibió unos 916 mil dólares de la agencia estadounidense Fundación Nacional para la Democracia, de acuerdo con la página online de la propia fundación. Mendoza tampoco se mostraba demasiado interesado en dialogar. Su muro en Facebook está lleno de ataques al «régimen» y sus instituciones, que considera «carentes de legitimidad» desde mucho antes del 27 de enero. La misma tónica caracteriza los perfiles de casi todos sus compañeros. Mendoza y varios de ellos quedarían detenidos durante la tarde y el comienzo de la noche.

Desde la perspectiva de la democracia liberal, lo ocurrido en el Mincult puede considerarse un ataque a la libertad de expresión. Incluso, según la escala de valores del socialismo cubano, el hecho amerita una segunda –y hasta una tercera– lectura. Pero en un país que terminó 2020 prácticamente sin ingresos de divisas, no faltan los que consideran egoístas manifestaciones como la del 27 de enero. De hecho, ni ese día ni en los siguientes la gente salió masivamente a las calles como reclamaban los convocados frente al Mincult, los líderes del 27N y los del Movimiento San Isidro. El 27N, en esencia, no ha logrado definir un programa común, con un conjunto de demandas sobre política cultural tan amplio que en ocasiones algunas de ellas se superponen e, incluso, se contradicen. Tampoco está claro el camino a seguir por sus integrantes: mientras algunos insisten en dialogar con el Mincult, otros aseguran que sólo irán a las reuniones a buscar confrontación. Esto último se escucha también entre dirigentes del Movimiento San Isidro, como el performer Luis Manuel Alcántara y el rapero Maykel Osorbo, que han insistido en llegar hasta la sede de la Asamblea Nacional para reclamar la dimisión del ministro Alonso.

Significativamente, tiempo atrás el primero usaba la bandera nacional en una serie de performances como si de una tela cualquiera se tratara y el segundo le cuestionaba a Trump «tanta pacificancia», «lo que tienes que hacer es invadir esto y ya está», según proclamaba a través de su teléfono celular. El 27 de enero Osorbo era uno de los más activos demandantes de diálogo frente al Mincult, y, más tarde, de los principales promotores de que no se aceptara la invitación a pasar al edificio. Al parecer, bastaba con que estuvieran allí.

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