El ojo que duda - Semanario Brecha
Artes plásticas. Julio Le Parc en el MACA

El ojo que duda

Exposición Quintaesencia, de Julio Le Parc. THIAGO ROCCA

Aunque las raíces del op art y del arte cinético hunden sus luminosas fibras en las experimentaciones de la Bauhaus y del constructivismo ruso de principios del siglo XX, es decir, en las vanguardias europeas, no es posible deslindar sus principales logros de un puñado de artistas latinoamericanos. Los más famosos son los venezolanos Jesús Soto (1923-2005) y Carlos Cruz-Diez (1923-2019), junto con el argentino Julio Le Parc (1928), hoy convertido en una leyenda andante. También es cierto que la consagración les llega en Francia (Le Parc es miembro fundador del Groupe de Recherche d’Art Visuel) y que el impacto de su producción visual, que continúa ahora por varios continentes, tiene su escaparate en ese país europeo y un despegue extraordinario en los años sesenta. Por eso, aunque sus búsquedas y sus hallazgos son universales y en cierto sentido atemporales, los seguimos identificando con esa proyección de lo latinoamericano y con una dimensión lúdico-utópica propia de esos años. Un arte participativo de indagación fenomenológica, un recorrido por la experiencia humana en el campo de los sentidos, del color, de la luz y del movimiento: es algo que el visitante seguramente apreciará en esta exposición antológica de Le Parc.1

Han pasado 56 años desde su primera y única muestra en Uruguay, en el Instituto General Electric, por lo que esta muestra tiene ribetes de homenaje y de redescubrimiento para los uruguayos. La sensación primera es de deslumbramiento: por la espectacularidad –es una obra efectista por naturaleza– y porque está estupendamente montada por el Atelier Le Parc en el MACA. La curaduría es de Yamil Le Parc (hijo del artista) y contó con la colaboración de Ángel Kalenberg en los textos, pero la presencia del propio Julio Le Parc, muy activo a sus 94 años, dando indicaciones y moviendo los hilos, se hace notar hasta en los mínimos detalles. De hecho, dado el carácter esencialista de su obra, todo tiene que funcionar a la perfección, en especial, los mínimos detalles: los mecanismos deben moverse en los tiempos correctos, la incidencia lumínica para lograr los reflejos debe ser precisa, los trazos de pintura no pueden mostrar fallas ni corrimientos, ni siquiera un esbozo gestual. La obra de Le Parc posee rasgos de experiencia inmersiva, algo que no ha decaído con el paso del tiempo: al contrario, parece pensada desde nuestro presente. Salvo, quizás, que no cuenta con esa dimensión distópica que ya identificamos como vivencia en este siglo del cambio climático, de realidades virtuales permeando peligrosamente nuestra vida cotidiana.

Le Parc posee una imaginación dinámica que parece invitarnos siempre a desconfiar del ojo. Sus obras nos llevan hacia la frontera entre lo visible y lo supravisible, es decir, aquello que no vemos por exceso de información. «Esto no es para disléxicos», me comenta mi hija, embrollada con los trampantojos y las fugas de perspectivas. Cada obra es una pieza de ingeniería óptica que desafía la percepción. Le Parc juega y su mundo se arma y desarma en ese gesto lúdico y preciso. Su universo no tiene un núcleo, la quintaesencia es esa falta de centro, ese urdir la duda óptica, burlar el hábito de los sentidos.


1. Quintaesencia, Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry (MACA), ruta 104, quilómetro 4,5, entrada gratuita.

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