El otro, el mismo - Semanario Brecha
En el Galpón: «Sombra de Ombú»

El otro, el mismo

Es la primera exposición de dibujos de Fermín Hontou desde su fallecimiento hace ocho meses. Sobre cuáles fueron los criterios de la curaduría conversamos con Tunda Prada, su amigo y compañero de taller. La muestra puede visitarse en la sala Nicolás Loureiro del Teatro El Galpón hasta el 10 de junio.

Landscape face from Momontevideo

La sala de exposiciones que lleva el nombre del titiritero e integrante de El Galpón nacido en 1924 tiene una hermosura extraña. Su peculiar diseño semicircular y elevado hace que el visitante emerja de lleno en la muestra, súbitamente abarcable de un vistazo. Luego de esa inmersión vendrá, sí, el recorrido minucioso. «Sombra de Ombú»parece armada especialmente para esta sala por la diversidad de tamaños, técnicas y estados de completud de la obra expuesta.

La exposición nace de una inquietud, que es la pregunta que muchos se hicieron tras la muerte de Ombú –inesperada, temprana, injusta–: qué iba a pasar con la obra. Fermín era un autor prolífico y minucioso. Dibujaba mucho, pero también ordenaba, clasificaba, guardaba. Su archivo es grande y abarca décadas de trabajo. Cualquiera que haya visto aquellos sobres y tenido el privilegio de echar un vistazo a su contenido inevitablemente habrá pensado en ellos con preocupación desde que golpeó la desgracia. Pero ahora sabemos: los hijos de Fermín y aquellos amigos que lo rodearon se han estado ocupando. «Fermín muere en una etapa de su vida en la que producía mucha cantidad de dibujos y tenía para rato» –dice Tunda. «La injusticia de esa muerte naturalmente no tiene remedio, pero esa idea de que también desapareciera todo el trabajo que había hecho, así como la posibilidad de imaginar lo que podría haber llegado a hacer, era difícil de aceptar. Conversando con sus tres hijos llegamos a la conclusión de que hacer una fundación era demasiado ambicioso, pero que era posible seguir haciendo muestras, al menos una por año, buscar que su trabajo siga apareciendo en publicaciones y cosas por el estilo.»

 Esta muestra surge de una oferta que Gerardo Mantero, curador de la sala de exposiciones de El Galpón, le hizo a Tunda, quien al principio no estaba seguro pero cambió de opinión al ver el lugar. El segundo paso fue tan práctico como acertado: muy consciente de lo difícil que iba a ser meterse a fondo con todo el material que hay en los sobres, decidió comenzar con lo que ya estaba enmarcado. Otra de sus decisiones fue que esta primera exposición fuera con su trabajo menos conocido, es decir, no con las caricaturas que Ombú publicaba en la prensa o con aquellos dibujos de opinión política, sino con su obra de sesgo más artístico o plástico, por decirlo de alguna manera.

Sin embargo, Tunda aclara que lo fundamental no era que la obra expuesta no hubiera sido publicada, sino llamar la atención sobre cómo fue ejecutada: «Con Fermín en el taller teníamos una revista que se llamaba AlmaZen, que obviamente refería a la tendencia zen que tiene el arte, el trazo fluido. Los calígrafos chinos practican eso, esa cosa de que, por el ejercicio, la impronta, la complexión de la persona, genera un trazo que no pierde fuerza en todo su recorrido. Esa cosa que podemos aplicar a toda la vida, filosóficamente hablando, viene muy bien cuando se trata de Fermín, porque él en eso era un maestro. De repente hacía un boceto y era ya obra».

 A lo largo de la charla, Tunda recalca una y otra vez que lo central de esta muestra tiene que ver con la fluidez, quizás porque le resulta admirable ver hasta qué punto Fermín era capaz de dibujar sin dudar, sin bocetar, sin dibujar arriba de lo dibujado. «Fermín era un gran maestro. Además del dibujo original que él sacaba, tenía muchas características únicas. No era un pintor, era un dibujante, pero en todo lo que hacía era un artista.»

La muestra invita, además, a mirar la obra de Ombú prestando atención al trazo, a la composición, al uso del color y también al contenido. Porque allí está eso que tanto lo caracterizó, como Tunda escribe en el texto curatorial: «En cada dibujo hay una opinión». Y es que en Fermín convivían el artista con el periodista, el dibujante con el crítico de la sociedad, el caricaturista con el intelectual (seguramente él sería el primero en enarcar una ceja ante esta última denominación, pero era un observador finísimo de la realidad y un crítico certero que buscó a lo largo de toda su carrera incidir sobre ella).

La muestra tiene otra virtud, que es la de señalar un aspecto menos visitado de la obra de Fermín: su relación con lo poético. «Cuando estábamos en Guambia, Antonio Dabezies siempre le dio un lugar especial a Fermín, y si bien él hacía varios tipos de dibujos, había unos que iban en el retiro de contratapa que eran muy peculiares, y que no le gustaban a todo el mundo. A mí esos dibujos me marcaron. Yo quería hacer justo eso, algo ajeno a lo cotidiano, completamente entregado a la poesía. Para mí eso en él era clave. Había algo que no iba acorde al orden del día. Había algo de orden mucho más alto.»

El legado luminoso

Pablo Thiago Rocca

A menos de un año de la muerte de Fermín Hontou, Ombú, el desafío de una exposición en su homenaje era grande, pues se podía incurrir en repeticiones, desmesuras y apuros al elegir la obra, o que la sala escogida no fuera adecuada. Pero «Sombra de Ombú» no cedió frente a ninguno de esos obstáculos y ofrece un guion curatorial preciso al definir aspectos creativos clave del legado del artista. El curador, Tunda Prada, secundado por los hijos de Fermín, optó por tramos poco o nunca vistos de su producción –bocetos, ilustraciones que no llegaron a ser publicadas– y equilibró la propuesta con algunas piezas de gran formato, variando las técnicas para dar cuenta de la versatilidad de Ombú. Se destacan dos aspectos que no por ser atributos conocidos del artista dejan de sorprendernos: el carácter investigativo de su obra es el primero. Las búsquedas en este sentido se verifican en el continuo e inesperado uso del vacío –los espacios blancos del papel–, la tensión de las formas que llegan a hacer tambalear a la figuración, elemento casi intocable en un caricaturista tradicional –obsérvese Landscape Face From Momontevideo– y la variedad de recursos que dispone en la solución de los problemas compositivos. El segundo aspecto es la riqueza del trazo. Línea firme y dubitativa, curva y recta, bruta y delicada, viruta y borrón pero siempre en función de los intereses gráficos o plásticos del tema. Como para no olvidarnos de que estamos ante la obra de un maestro.

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