—Ofreciste la charla “El Greco, de Creta a Toledo, vía Venecia”, patrocinada por el Centro Cultural de España. ¿Qué reflexiones manejaste allí?
—Pocos artistas han sido más tergiversados. Le adosaron tantos epítetos: extravagante, manierista, que hasta fines del siglo XIX es un hombre que va durmiéndose en cierta memoria del arte. Luego, y a partir del interés que cobra para el pintor español Zuloaga, todo se precipita: sus pinturas son expuestas en París y Berlín, las mejores galerías y museos estadounidenses las compran, y en plena atmósfera expresionista produce un shock que hasta pone de moda el viaje a Toledo, su ciudad definitiva. Rilke –en 1910– es uno de los tantos intelectuales que la visitan.
—Como el viaje ritual a París.
—Claro, a otra escala. El Greco refleja muy bien la místi...
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