El tiro por la culata - Semanario Brecha
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Paradojas de una «victoria histórica»

El tiro por la culata

La intervención militar de Estados Unidos parece haber obtenido resultados paradójicos, como decidir a Irán, ahora sí, a buscar su bomba nuclear y a recostarse definitivamente en Rusia y China. Liquidando, de paso, lo que quedaba de un «orden internacional basado en reglas».

Donald Trump en conferencia de prensa tras la cumbre de la OTAN, en La Haya, el 25 de junio. Xinhua, Zhao Dingzhe

«El Estado de Israel ha derrotado en los últimos 12 días al imperio del mal que amenazaba al mundo entero y buscaba la destrucción de Israel», dijo esta semana el ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich. Previamente había hablado su jefe, el primer ministro Benjamin Bibi Netanyahu, que calificó de «victoria histórica» el desenlace de la guerra contra Irán comenzada por su país el 13 de junio. «Nuestro rugido estremeció a Teherán y resonó en todo el mundo», declaró, y aseguró que la infraestructura nuclear iraní había quedado «en el olvido».

La prensa israelí e internacional especula con la posibilidad de que Netanyahu aproveche el momento. «Los índices de popularidad de Netanyahu en las encuestas son más altos que en casi cualquier otro momento desde el inicio de la guerra en Gaza en octubre de 2023. Si su gobierno colapsara mañana, tendría ahora una posibilidad razonable de reelección», dijo este martes The New York Times, que también notó que Bibi podría aprovechar esta bonanza en las encuestas para poner fin a los ataques en Gaza, sin riesgo ya de que una ruptura con sus aliados de ultraderecha lo deje fuera del Ejecutivo.

El triunfalismo que se vive en Israel se repitió en las palabras del otro jefe, Donald Trump, quien el 22 de junio ordenó el bombardeo de tres sitios nucleares iraníes clave en apoyo a Israel. «Las principales instalaciones de enriquecimiento nuclear de Irán han sido aniquiladas», aseveró el estadounidense. «Es una victoria para todos», dijo a sus aliados de la OTAN reunidos este miércoles en una cumbre en La Haya.

Este jueves habló el ayatolá Alí Jamenei, líder supremo de Irán: «La República Islámica salió victoriosa y, en represalia, le dio una bofetada a Estados Unidos», dijo, mientras el portavoz de la cancillería iraní, Esmail Baghaei, afirmó que si algo ha sido destruido por las bombas antibúnker estadounidenses «es la diplomacia».

Es gracias a esta omnipresencia del triunfo que el martes 24 Trump pudo proclamar un alto el fuego. Si todos pueden aparecer como el vencedor y nadie como el derrotado, la guerra puede parar por el momento. Se estima que más de 900 iraníes han muerto y cerca de 5 mil han sido heridos. Los muertos israelíes fueron 29 y los heridos más de 3 mil.

A MEDIAS

El martes, The Washington Post, The New York Times y CNN citaron múltiples fuentes que accedieron al último informe de la Agencia de Inteligencia de Defensa de ese país (DIA, por su sigla en inglés). Allí se constata que los ataques aéreos del domingo no eliminaron las centrifugadoras nucleares de Irán ni sus reservas de uranio enriquecido. El programa nuclear iraní habría sido retrasado por unos pocos meses, no más. Miércoles y jueves, el secretario de Defensa Pete Hegseth, el jefe de Estado Mayor Dan Caine y las caras visibles de varias agencias de inteligencia de Washington comparecieron ante la prensa y citaron «nuevos reportes» que darían la razón a Trump y Netanyahu. El de la DIA, sin embargo, va en línea con lo estimado por diversos analistas antes del ataque del domingo 22 y con las dudas de los propios militares estadounidenses, trasladadas por los medios en los días previos. Con el armamento del que dispone actualmente, Israel no podía destruir los sitios de enriquecimiento nuclear de Natanz, Isfahán y Fordow. Este último está ubicado 90 metros bajo suelo montañoso, y Estados Unidos debió emplear sus exclusivas bombas de 14 mil quilos, con capacidad de penetrar hasta 60 metros de profundidad. De acuerdo al Pentágono, el bombardeo de Fordow consistió en arrojar sucesivas bombas en un mismo punto, a la manera de un taladro. Caine admitió el fin de semana que es muy pronto para saber el efecto real del ataque. En el sitio de enriquecimiento de Natanz, las bombas antibúnker ni siquiera fueron usadas. De acuerdo al Wall Street Journal, Washington hizo saber a las autoridades de Teherán que la operación se limitaba al fin de semana y que no incluiría nuevos bombardeos.

Un jerarca iraní declaró a Reuters este martes que la mayor parte del uranio enriquecido se había trasladado a un lugar seguro. Antes y después del bombardeo, funcionarios de defensa estadounidenses dijeron al portal The Intercept que eso era altamente probable. Esta semana, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) declaró que se desconoce el paradero de la reserva iraní de 400 quilogramos de uranio enriquecido al 60 por ciento.

IRÁN, MÁS DURO

De acuerdo a varios especialistas en Oriente Medio no alineados con la narrativa oficial israelí, los ataques israelíes-estadounidenses contra Irán, lejos de hacer desaparecer la posibilidad de una república islámica nuclear, la han asegurado. «Trump acaba de garantizar que Irán será un Estado con armas nucleares en los próximos cinco a diez años, especialmente si hay un cambio de régimen», escribió el sábado Trita Parsi, analista sueco-iraní de relaciones internacionales de la Universidad de Uppsala y fundador del Instituto Quincy, con sede en Estados Unidos.

El miércoles, el parlamento iraní dio el visto bueno a un proyecto de ley para suspender la cooperación con la OIEA. Según Mohammad Bagher Ghalibaf, presidente de la asamblea, el organismo «que se negó a condenar siquiera marginalmente el ataque a las instalaciones nucleares de Irán puso en duda su credibilidad internacional». Parte del equipo de negociadores iraníes en busca de un nuevo acuerdo nuclear internacional fue ejecutado por Israel el primer día del conflicto. Los principales árbitros occidentales del convenio de 2015, Estados Unidos y la Unión Europea, han demostrado su disposición a apoyar (y participar en) una agresión bélica contra el régimen iraní, incluso en medio de nuevas negociaciones. Difícilmente Irán desestime esta vez el ejemplo dado por otro de los malos malísimos de la propaganda occidental, el único que permanece intocado desde 1953. Pese a encontrarse en una zona estratégica y regodearse en una retórica de furibunda oposición a Washington, nadie se ha animado hasta ahora con la dictadura norcoreana. Su secreto: 50 ojivas nucleares.

Ninguno de los objetivos declarados de la agresión israelí del viernes 13 parece haberse cumplido de momento. En Irán, los ayatolás continúan en sus lugares. «Más probable que el colapso del régimen es que se endurezca aún más. Su sistema político incluye facciones rivales: un ala reformista que impulsó la normalización con Occidente, enfrentada a los intransigentes en materia de defensa que desconfían de Occidente y ven la diplomacia como una debilidad», señaló el analista palestino de la diáspora Iyad el Baghdadi, fundador de la asociación de derechos humanos Kawaakibi. El Baghdadi sostuvo que el aparato de seguridad iraní se ha lanzado ahora a una nueva campaña de arrestos, dada la evidente infiltración de sus huestes por la inteligencia israelí, mientras opositores y reformistas son calificados, con más fuerza que nunca, de colaboradores con la agresión sionista o ingenuos irresponsables. En declaraciones al pódcast de The Guardian y a la publicación The Atlantic, militantes de la oposición iraní han afirmado que los ataques israelíes-estadounidenses han perjudicado su causa. «Soy uno de los muchos jóvenes iraníes que quieren un cambio. Pero esta guerra no nos ayuda. Nos está destruyendo. Está silenciando a la misma gente que dice salvar», dijo a la revista estadounidense Alireza Ghadimi, un militante estudiantil de la Universidad de Teherán opuesto al régimen islamista.

«La realidad es que el nacionalismo, no la teocracia, sigue siendo la “ideología determinante” de Irán», afirmó este lunes Shervin Malekzadeh, doctor en Ciencias Políticas dedicado al estudio de los movimientos sociales iraníes en la Universidad de Pensilvania, citando al célebre historiador iraní Ali Ansari. «El nacionalismo proporciona el espacio político en el que diferentes grupos e ideologías en Irán compiten por el poder y la autoridad, ya sean monárquicos, islamistas o de izquierdas», sostiene Malekzadeh en una columna para el estadounidense Los Angeles Times. «Eso significa que la defensa patriótica de Irán no es una fase pasajera, forjada bajo la presión de las bombas, sino la postura por defecto, la gran idea que mantiene unido a Irán, consolidada durante los dos últimos siglos de historia y el trauma de la pérdida de territorio y dignidad ante potencias extranjeras, como Rusia, Gran Bretaña y Estados Unidos». En ese marco, «los ataques no provocados de la última semana y su posterior justificación por Estados Unidos y por casi toda la Unión Europea […] han convencido a un número cada vez mayor de iraníes de que la restricción de las armas, nucleares o de otro tipo, es un suicidio nacional». Según Malekzadeh, incluso si la república islámica cayera por la presión bélica extranjera, el régimen que la sucedería sería más radical que los ayatolás, que obtienen su legitimidad de presentarse como «el único gobierno iraní en más de 200 años que no ha perdido ni un centímetro de territorio nacional».

LAS TRES LIMITACIONES DE ISRAEL

«La guerra demostró las limitaciones de Israel», apuntó el analista palestino Abdaljawad Omar, docente de la Universidad de Birzeit en Ramala. «La primera, y quizás la fundamental», escribió esta semana en la publicación estadounidense antisionista Mondoweiss, «es que Israel sigue siendo, en términos materiales, una colonia dependiente, aunque ha perfeccionado la apariencia de autonomía. Su capacidad para lanzar y sostener campañas militares se basa casi por completo en la generosidad occidental: financiera, tecnológica y política. Al carecer de una base industrial local capaz de soportar una guerra prolongada, depende en gran medida de cadenas de suministro arraigadas no en Tel Aviv, sino en Washington, Londres, París y Berlín».

Su análisis coincide con la versión de que Israel estaba a pocas semanas de quedarse sin misiles interceptores para su sistema Arrow, la versión de largo alcance de la Cúpula de Hierro, según informara el Wall Street Journal el 18 de junio con base en fuentes del gobierno estadounidense. «Estados Unidos estaba al tanto de los problemas israelíes de capacidad desde hace meses y ha estado reforzando las defensas de Israel con sistemas terrestres, marítimos y aéreos. […] Pero ahora existe la preocupación de que Estados Unidos también esté agotando sus interceptores», sostuvo. Esta falta de pertrechos explicaría en parte el apuro israelí por que los bombarderos de Estados Unidos entraran en la refriega. Para Omar, esta «dependencia estructural irresoluble» de Israel con respecto a las armas y el dinero de sus patrones occidentales «rara vez se reconoce: es, de hecho, una fragilidad persistente a la que se disfraza de fortaleza».

El analista afirma que el genocidio palestino es la segunda gran limitación de Israel revelada en esta guerra con Irán: «Para Israel, la mancha es ahora tanto histórica como política. El éxito operativo aún puede generar el aplauso de los estrategas occidentales, las élites políticas y el círculo de intelectuales sionistas, comprometidos desde hace tiempo con la mitología de la necesidad existencial, pero en otros lugares el terreno está cambiando». La falta de entusiasmo popular con la defensa de Israel en Occidente se manifestó estos últimos días en la metrópolis estadounidense tanto por derecha como por izquierda: enardecidos enfrentamientos en la base trumpista sobre la pertinencia de entrar o no a la guerra y ascenso de dirigentes políticos solidarios con la causa palestina, como el candidato demócrata a alcalde de Nueva York Zohran Mamdani. «El apetito por la guerra perpetua –la base misma de la indispensabilidad estratégica de Israel– ha menguado», diagnostica Omar.

La tercera limitación se encuentra en la propia incapacidad israelí de destruir tanto el programa nuclear como el régimen político de la república islámica. En materia de estrategia militar, entiende el palestino, «mientras Irán se decanta por la demora, Israel prefiere la inmediatez: conmoción y pavor, dominio rápido y la rápida coreografía de la rendición. Su doctrina no se rige por la paciencia, sino por el deseo de arrollar. Es una estrategia de visibilidad, espectáculo y riesgo, sustentada por la creencia de que la disuasión se logra mejor mediante la demostración de violencia desenfrenada». Pero «cuando el edificio empieza a tambalearse, cuando la disuasión falla y el enemigo sobrevive, el espectáculo ya no tranquiliza, sino que inquieta».

La degradación del orden internacional alcanzó su pico

«Un mundo basado en reglas»

«Estados Unidos ha bombardeado el octavo país musulmán en 15 años. Los inventores del “derecho internacional” están acabando con él», escribió el analista español Rafael Poch-de-Feliu al día siguiente del bombardeo ordenado por Donald Trump (CTXT, 23-VI-25) y unos pocos días antes de que, hoy viernes, se cumplieran 80 años de la firma de la Carta de las Naciones Unidas. Ayer el secretario general de la ONU, António Guterres, se interrogaba implícitamente sobre la utilidad actual del organismo que dirige. «Seamos claros: hoy asistimos a ataques contra los objetivos y los principios de la Carta de las Naciones Unidas como nunca antes. La amenaza o el uso de la fuerza contra naciones soberanas; la violación del derecho internacional, incluido el derecho internacional humanitario y el derecho internacional de los derechos humanos; los ataques contra civiles e infraestructuras civiles; la instrumentalización de los alimentos y el agua; la erosión de los derechos humanos», dijo el buen hombre. «Una y otra vez, observamos un patrón demasiado familiar: seguir la Carta cuando nos conviene, ignorarla cuando
nos molesta. La Carta de las Naciones Unidas no es opcional. No es un menú a la carta», dijo como protestando, sabiendo, probablemente, que sin dudas iba a ser nuevamente ignorado o incluso vilipendiado, como lo ha sido desde que comenzó a aumentar su tono de voz para referirse a la realidad en la Franja de Gaza. Guterres, es verdad, no ha nombrado hasta ahora como genocidio lo que ocurre en tierras palestinas, pero sus descripciones lo han acercado mucho, muchísimo a esa idea, e instancias y relatores especiales de la ONU sí han pronunciado esa palabra. ¿Para qué sirve la ONU si no puede parar «un genocidio de manual» como el que está llevando a cabo Israel en Gaza?, se preguntaba en noviembre de 2023 el abogado Craig Mokhiber tras renunciar a su cargo como director de la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos en Nueva York. Mokhiber denunciaba ya la complicidad de las principales potencias occidentales con Israel. Volvió a hacerlo ahora (Diario Red, 23-VI-25) al hablar de «la ilegalidad» de los ataques israelíes contra Irán respaldados por Estados Unidos. «Estados canallas», llamó el abogado a esos dos países que han violado una y otra vez –no solo ahora– el bendito derecho internacional y que no reconocen ni siquiera la jurisdicción de otros organismos surgidos en estas últimas décadas en principio para aplicarlo, como la Corte Penal Internacional y la Corte Internacional de Justicia. Ya no hay ni siquiera respeto por las formalidades impuestas a las potencias por el orden surgido 80 años atrás, sugería Mokhiber, por ejemplo, «consultar» al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para iniciar una guerra. El gobierno de Estados Unidos pasó olímpicamente del Consejo para atacar Irán, como pasó de consultar a su propio Congreso. En 2003, cuando, junto a su fiel aliado británico, Washington atacó Irak, sí lo planteó ante el Consejo de Seguridad. Le mintió, a sabiendas de que Irak no tenía armas de destrucción masiva, y atacó igual, aunque no hubiera obtenido el permiso del organismo, pero lo consultó. Se hablaba todavía de «un mundo basado en reglas». Hoy ya ni se habla.

Pablo Pozzolo

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