Creo que la noticia sobre la inminente disolución del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) confirma que en los últimos meses los científicos fueron la principal fuerza de oposición en este tema, mientras que al Frente Amplio (FA) le cuesta asumir ese rol y el gobierno muestra una estrategia sanitaria cada vez más cercana al negacionismo.
PRIMER ACTO: LA EXCEPCIONALIDAD
En una primera etapa, entre marzo y noviembre de 2020, en Uruguay la expansión del virus estuvo básicamente controlada. Mientras el mundo se sumía en el caos, aquí no hubo oleadas, ni aumento exponencial sostenido, ni circulación comunitaria del virus; apenas si focos puntuales.
El buen desempeño inicial fue posible gracias a la aplicación de la estrategia TETRIS (testeo, rastreo y aislamiento), recomendada por la Organización Mundial de la Salud y seguida por varios países pequeños que lograron un relativo control inicial de la pandemia sin apelar al confinamiento. O sea, el conocimiento científico fue fundamental en el abordaje de la pandemia, no solo por el asesoramiento del GACH, sino también por la secuenciación genómica de cepas circulantes y el desarrollo y la implementación de una tecnología propia de testeo mediante PCR, que rápidamente permitió crear capacidades de detección y rastreo. Los científicos fueron escuchados por el gobierno, consultados por la prensa y reconocidos por la sociedad.
Allí hubo un notable acierto del gobierno, más destacable aún en un país que no siempre se ha caracterizado por una interlocución fluida entre conocimiento científico y decisiones políticas. Además de afrontar la pandemia, esto le permitió postular el discurso de la «libertad responsable», mantener la actividad económica y alcanzar una alta popularidad. Según Luis Lacalle, Uruguay había sorteado la «falsa dicotomía entre salud y economía». Fuimos una excepción en la región más golpeada del mundo. Campeones del mundo otra vez, ahora en clave liberal. Las mitologías de la Suiza de América, el excepcionalismo y la insularidad eran evocadas en el discurso oficialista, que hablaba de una nueva marca país, con la idea de libertad como punto nodal. En medio de una crisis sistémica global, cuando los consensos sociales hacían agua en todo el mundo, Uruguay salía airoso con una restauración liberal que confirmaba a la ciudadanía lo acertado del giro político recientemente decidido.
Este escenario descolocó al FA. El discurso de la oposición fue fragmentado, contradictorio y estuvo alejado de los problemas de la población. Hubo reclamos de lockdown estricto, injustificables ante el estancamiento de los casos. Hubo propuestas legislativas radicales de limitación de los despidos, contrapuestas a la solución oficialista (la extensión del seguro de desempleo). El énfasis estuvo en la oposición a la Ley de Urgente Consideración (LUC), pero no es fácil hacer foco en una ley ómnibus de 476 artículos propuesta por un gobierno con una alta aprobación a una población con otras urgencias. La cara más visible de la desesperación del FA en este período tal vez haya sido la filtración de las fuertes acusaciones del exjerarca frenteamplista Ramón Méndez contra integrantes del GACH, los héroes del momento.
SEGUNDO ACTO: EL DERRAPE
La evolución de la pandemia desde noviembre de 2020 hasta mayo de 2021 es conocida. El aumento de casos hizo perder la capacidad de rastreo y trazabilidad, hasta que el país llegó a ostentar, durante varias semanas de abril y mayo, récords mundiales de contagios y muertes en relación con la población, lo que coincidió con el predomino de la «cepa amazónica», P.1. Cuando por primera vez hubo un aumento sostenido de casos, los científicos advirtieron de la imposibilidad de mantener la aplicación exitosa de la estrategia TETRIS por encima de los 100 casos nuevos diarios o más de 2 mil casos activos, mientras que Lacalle insistía con la exitosa gestión de la pandemia como una marca país. Desde entonces, las diferencias entre el gobierno y los científicos se profundizaron, sobre todo en relación con la restricción de la movilidad; y tuvieron alcance público. En febrero, por primera vez, el GACH anunció recomendaciones que claramente no iban a ser incorporadas por el gobierno.
A finales de marzo, cuando la pandemia ya estaba descontrolada, el coordinador del GACH, Rafael Radi, convocó a «blindar abril», destacando la necesidad de «considerar la restricción de la circulación». Rápidamente Lacalle adoptó la consigna propuesta, pero descartó expresamente cualquier tipo de restricción, fundamentado en un dogmático posicionamiento liberal, relativizando la dramática situación («Se está meseteando») y reduciendo el planteo de blindaje a poco más que una expresión de deseo: «Deberíamos seguir aplanando la curva, no tener saturación de CTI y blindar abril para que en mayo las vacunas empiecen a surtir efecto». Las diferencias manifiestas entre Radi y Lacalle evidenciaban varias cosas: que el GACH cumplía una función de comunicación e imagen más que de asesoramiento; que la dicotomía entre salud y economía sí existía, y el gobierno tenía clara su opción (aunque la exitosa gestión inicial le permitió postergar la decisión), y que el de la «libertad responsable» no era un modelo constituido a partir de un enfoque científico, sino un punto de partida dogmático que atribuía a los individuos la responsabilidad del contagio para luego, eventualmente, atender los planteos científicos, en la medida en que no afectaran la economía.
En esta segunda etapa, el FA tuvo muy poca iniciativa en relación con el tema, sobre todo en el Parlamento, donde aceptó consensos insólitos, como la tardía conformación de la comisión especial para el seguimiento de la pandemia y la reapertura de los free shop (cuando era claro el pico de contagios con la variante P.1 y Brasil anunciaba la detección de nuevas cepas). Las intendencias frenteamplistas fueron la excepción: se plantaron frente al gobierno en varios temas. Sin embargo, durante estos meses, el rol opositor del FA se concentró en la ambiciosa campaña de recolección de firmas contra 135 artículos de la LUC, una estrategia que hace dos décadas granjeó valiosos logros (revocando leyes más concretas), pero que en esta dramática coyuntura no se articula con las posibilidades reales de la gente ni converge con sus preocupaciones concretas. En este caso, el ejemplo extremo que ilustra un FA desorientado fueron las declaraciones de Rafael Michelini sobre la posibilidad de contagios durante la recolección de firmas, que a la postre él mismo reconoció infelices.
En resumen, el modelo inicial de gestión de la pandemia se mostró en esta etapa precario y contingente, y se tornó ineficaz al superar cierto umbral que determina un cambio cualitativo de la situación y requeriría una modificación de la estrategia de gestión de la crisis. Este dato fue tempranamente advertido por los científicos, sistemáticamente desconocido por el gobierno, poco considerado por el FA en el ejercicio de la oposición y tardíamente comprobado por la sociedad.
TERCER ACTO: EL OSCURANTISMO
En las últimas semanas comenzó una tercera etapa de la pandemia en Uruguay, caracterizada por la estabilización de los contagios en una meseta demasiado alta,1 el negacionismo deliberado del gobierno respecto a las aproximaciones científicas del problema, el distanciamiento expreso de los científicos en relación con aquel, la adopción por el FA de un rol más activo de oposición acerca de este tema, las primeras señales de disminución de la aprobación de la gestión de la pandemia en la opinión pública y la comprensión generalizada de la sociedad de que la tendencia no va a cambiar en el corto plazo y que miles de uruguayos más morirán de covid-19.
En esta coyuntura, las diferencias entre el gobierno y los científicos se tornaron extremas hasta determinar la decisión del GACH de desintegrarse. En la entrevista con Búsqueda en que comunicó esta decisión, Radi atribuyó directamente la responsabilidad de la situación a que el gobierno no hizo el cierre de actividades propuesto. El gobierno, por su parte, naturalizó la situación (Lacalle explicó el pico de casos de mayo diciendo que «se hicieron más test») y negó la catástrofe ( «Si bien hay un aumento de casos, no hubo un aumento en el tratamiento intensivo, que sigue bajando semanalmente, y tampoco hubo un salto en los fallecidos»). Por otra parte, con el alejamiento del GACH, el gobierno encuentra en la vacunación un nuevo talismán que le permite mantener la apuesta voluntarista. Al día siguiente de la publicación de la entrevista a Radi, Lacalle presentó un informe del Ministerio de Salud Pública sobre la eficacia de las vacunas adquiridas (con datos tan optimistas como provisorios), mientras que autoridades científicas y médicas relativizan la apuesta, considerando el nivel de circulación del virus y la aparición de nuevas cepas.
Por su parte, el FA toma la posta de los científicos y asume más decididamente su rol de oposición, fundamentalmente en el Parlamento, donde se retira de la Comisión Especial de Seguimiento, decide interpelar a los ministros de Salud Pública y Economía y Finanzas por la mala gestión de la pandemia y reconoce algunos errores, como haber acompañado la reapertura de los free shop. Sin embargo, la capacidad de movilización popular sigue enfocada en la LUC. Las paredes de la ciudad siguen sin decir nada sobre los más de 50 uruguayos que mueren por día.
De esta forma, mientras el gobierno se mantiene impasible, se confirma el sólido posicionamiento del sector científico frente a las visiones negacionistas y comienza a esbozarse un cambio en el rol jugado por el FA (cuya demora igualmente debería llevar a preguntarnos si el dogmatismo es patrimonio del gobierno). Estos cambios generan la expectativa de que la sociedad uruguaya comience a interpelarse sobre los límites del «consenso liberal» que abrazó en 2020, visto su rápido agotamiento en relación con un tema dramático que fue uno de sus principales puntales durante el primer año de gobierno de la coalición. No obstante, en este proceso de interpelación de la sociedad uruguaya, el FA puede y debe rendir más.
1. Llevamos dos semanas con más de 35 mil casos activos, o sea, con uno de cada 100 uruguayos cursando la enfermedad.