El investigador Roland Barthes, autor de La cámara lúcida –obra medular sobre la fotografía–, dice que «percibir el significante fotográfico (en principio uno mismo con la obra) no es imposible, pero exige un acto secundario de saber y de reflexión».
¿Qué acto de saber y reflexión habrá llevado a oscuros funcionarios a percibir peligro en las imágenes públicas y transparentes de varios grupos de jóvenes profesores que, exponiéndose como modelo fotográfico voluntario, sostienen un cartel rosa que dice «no a la reforma», en referencia al proyecto a plebiscitar en 2019?
Somos un conjunto de profesores de Literatura, todos jubilados, que hemos ejercido como docentes en Enseñanza Secundaria y en Formación Docente, ya sea en el Instituto de Profesores Artigas o en calidad de profesores de práctica en diversos liceos. Nos ha convocado el repudio a la amenaza de destitución de nuestra colega y exalumna Carolina Sacco (profesional ejemplar en todos los órdenes) y de su par en San José, la profesora de Sociología (también egresada de nuestro instituto) Ana Claudia Bataglino, así como también a la situación de investigados de nuestros colegas y exalumnos Stefani Boggio, Juan Martín Durán, Fernando Esteche, Rosario Molina y los otros ocho profesores víctimas en esta «causa».
¿Qué oscuros laberintos de espionaje habrán vuelto archivos policiales esas bellas fotografías de gente plena, feliz, integrada a su sindicato profesional, que ha resuelto (públicamente) dar a conocer su opinión negativa del proyecto a plebiscitar? ¿Qué saberes y reflexiones pueden ser tan opacos y conspirativos para ver en ello el peligro y la amenaza?
Todos nosotros llevamos en la memoria aquella noción del enemigo que ya en los años sesenta justificó, especialmente en el ámbito de la enseñanza secundaria del interior, delaciones, acusaciones, listas negras, atentados y que, profundizándose, devino en criminal terrorismo de Estado.
No podemos concebir que, tras décadas de convivencia democrática plena y ejercicio libre de la enseñanza interviniendo en la formación de varias generaciones de docentes libres y críticos, resurja aquel terrible escenario matrizado por el odio y el miedo.
Todos nosotros supimos ejercer (o no poder ejercer) la profesión durante la dictadura civil-militar, en un ambiente vigilado, condicionado por el temor, la censura y la autocensura, siempre con vivencia de impotencia frente al terror. Por ello, no invocamos conceptos técnicos ni jurídicos que corresponden a otras dimensiones de abordaje, simplemente y desde este lugar expresamos nuestra preocupación.
De las autoridades de la actual administración de la enseñanza esperamos que no solamente no ejecuten la amenaza de destitución, sino que retrocedan respecto de las prácticas persecutorias en general y comprendan qué daño hace a su imagen (y a la memoria de su actuación) el ejercicio del amedrentamiento y el escarnio sobre docentes, en lugar de la promoción del debate y la polémica. Breguemos porque estas generaciones en actividad y las del futuro puedan seguir enseñando en libertad, sin experimentar el azoramiento frente a actos de tanta agresividad y puedan, como dice el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), cumplir con «la aspiración más elevada del hombre: el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y la miseria, disfruten de la libertad de palabra y la libertad de creencias».
Hugo Achugar Ferrari, Nair Alderete, Silvia Alonso Magnone, Jorge Arbeleche, Leonor Arnabal, Vanina Arregui, Mariela Baliño, Rosa Banchero, Mauro Barboza, Eneida Basaldúa, Marta Besio, Elvira Blanco, Alexandra Cabrera, Nélida Calcaterra, Cristina Callorda. Siguen firmas.