Entre sombras y silencios - Semanario Brecha
Libros. Cuentos de Diego Muzzio

Entre sombras y silencios

Mockba, de Diego Muzzio. Ocho Ojos, Montevideo, 2022. 150 págs.

En Herido leve de Eloy Tizón (ese magnífico libro sobre libros) hay una afirmación memorable que podría funcionar como premisa o como uno de los secretos mandamientos de la editorial Ocho Ojos: «La primera frase de un libro es su cubierta». Cada una de las portadas de esta joven editorial, comandada por Camilo Baráibar, tiene la doble virtud de demorarnos (resulta difícil no dedicar unos minutos a la exploración de las ilustraciones de Aiara Camacho) y a la vez azuzarnos (parece imposible no lanzarse a la lectura en busca del pasaje retratado). Esto se ratifica con Mockba, libro de cuentos del argentino Diego Muzzio en el que los personajes orbitan siempre en torno a un cementerio, o lo observan desde lejos, o se internan en él. En la portada, muy cerca de nosotros, dos personajes conversan frente a los muros lúgubres del camposanto, tras la entrada se adivinan las lápidas casi acariciadas por las escuálidas ramas de la arboleda, y más allá lo único factible es la oscuridad.

Muzzio, premiado tempranamente por su poesía, pero que ha incursionado en la literatura infantil y juvenil, viene produciendo desde la primera década del presente siglo una poderosa obra narrativa, celebrada, entre otros, por la reconocida escritora Mariana Enríquez. Su libro Mockba fue editado por primera vez en Buenos Aires por Entropía, y la edición de Ocho Ojos (primera en nuestro país) presenta los mismos 12 cuentos de la edición original. En este conjunto de textos, las historias se supeditan a un ámbito bien delimitado, que es, como se ha dicho, el del cementerio, con todas sus connotaciones oscuras y tanáticas. Bajo ese corsé paisajístico, la narrativa de Muzzio, lejos de verse reprimida, parece encontrar la tensión precisa para su expansión. No hay lugares comunes –aunque esto suene paradójico–, pues la maestría del autor radica en nunca mostrar más de la cuenta y en calibrar con una paciencia ajedrecística los movimientos de las piezas claves de su relato. A veces la llave es un epígrafe que, releído tras el cuento que encabeza, cobra otro espesor («La soledad de los animales», «El desplazamiento») o un comentario mínimo, como en el enigmático sueño de «Albino», que, velado desde el principio, es enfocado con nitidez hacia el final.

«Mapas», uno de los relatos más destacados del conjunto, muestra el tenso diálogo de una pareja que recorre en su auto, una y otra vez, los caminos laberínticos de un cementerio en busca de algo que jamás los abandonará: «Julio metió el cambio. La caja chirrió. El ruido fue un símbolo perfecto de su mal humor». En «Póquer de reyes» un reto innecesario se transforma en una oportunidad súbita para la venganza: «Debe hacer lo siguiente: mi madre, que en paz descanse, está enterrada justamente allí –dijo Morand señalando hacia afuera–. Voy a dibujarle un plano para llegar a su tumba. Junto a la tumba de mi madre hay un jazmín del país. Tiene que regresar aquí con una de esas flores como prueba. Entonces le daré el dinero que está sobre la mesa».

La pericia de Muzzio, como la de un buen mago, se basa en el ocultamiento: ¿quiénes son esas hermanas que visitan la tumba de Iván Voltov en el cuento que da nombre al libro?, ¿qué le ocurre al hermano mellizo de Jeremías que, aunque es un genio, no puede valerse por sí mismo («Jeremías y Zacarías»)?, ¿por qué motivos tambalea la fe del cura boxeador cuyos responsos abolían la muerte («El correo del Zar»)?

Muzzio no nos asegura todas las respuestas. Sus relatos caminan serenos hacia el desenlace sin perder el equilibrio, aun sabiendo que el lector se devorará las uñas por saberlo. El ritmo, más o menos parsimonioso, no cede nunca al apresuramiento ni al titubeo; el autor ha preparado su territorio sin dejar nada al azar, como si fuera un misterioso paseante… en el cementerio. Sus palabras transitan auténticas entre sombras y silencios.

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