A Ruben lo mató la Policía en la madrugada del 12 de julio. Corría, desarmado, alejándose de una patrulla que lo tiroteaba entre los pasajes del barrio Maldonado, a pasos de la vía que sale de la Estación Peñarol. Desde entonces la justicia investiga lo sucedido, sin haber procesado a ninguno de los agentes. No porque hubiese dudas de que fue asesinado por una bala policial, sino porque no fue posible identificar de cuál de las seis armas incautadas había salido el tiro. ¿Por qué? Porque las armas que utiliza el grueso de la Policía no dejan marcas en las balas que disparan, y por eso es imposible identificar a quienes accionan el gatillo.
La información surgió de un careo entre los indagados, solicitado a pedido de Carlos Reyes, fiscal de séptimo turno actuante en la causa, a raíz de lo confuso del relato del parte policial labrado esa noche. El careo se hizo el viernes 18 de setiembre, y además de los cuatro policías investigados (hubo más participantes esa noche) prestaron declaración al menos dos de los peritos actuantes.
La técnica forense que realizó la autopsia del cuerpo de Ruben sostuvo que la bala que le entró por la espalda, casi a la altura de los omóplatos (causándole una “herida transfixiante cardíaca”), le atravesó el corazón, y que por tanto el muchacho murió instantáneamente, o casi. Este dato es importante, ya que esa herida no pudo haberle permitido seguir corriendo una vez que se la hicieron. La bala le quedó alojada en el cuerpo y su relieve le abultaba el pecho. Una vez que fue extraída de su cuerpo se suponía que iba a ser una pieza clave para aclarar el caso. Pero la bala no pudo ser identificada. Las pistolas semiautomáticas Glock nueve milímetros no estrían los proyectiles que dispararan, y son así funcionales al anonimato de quienes las usan. Esta información fue aportada en el careo por el perito en balística que analizó las armas, el proyectil extraído y la única vaina que se encontró en el lugar donde apareció el cuerpo muerto de Ruben. En esa instancia se le consultó al perito si esta era una característica puntual de las armas involucradas en el caso, o era genérica en las armas de la Policía uruguaya. “Genérica”, contestó. Este hecho fue confirmado a Brecha por fuentes judiciales y policiales.
Tres de las armas incautadas en la noche del 12 de julio mostraban evidencias de haber sido disparadas.
La (falsa) versión policial. La sorpresa en el careo la causaron las propias voces de los policías indagados. La División de Asuntos Internos del Ministerio del Interior hizo llegar a la jueza del caso, Graciela Eustachio, un disco que contiene los audios registrados por el Centro de Comando Unificado (Ccu) del móvil Líder 4, de Urpm (ex Radio Patrulla), que actuó esa noche. “De dicha grabación surge que el contenido del parte policial no se ajusta a la verdad de los hechos, siendo confeccionado de forma tal para evadir responsabilidad al proponer P E P P –agente de primera de 33 años– que ‘se omita que él efectuó un disparo’, ya que F N M F, de la Seccional 8ª (agente de primera de 34 años), ‘no lo había visto disparar’”, sostiene el informe enviado por Asuntos Internos –al que accedió este semanario– junto al disco con los audios.
Todos se ponen nerviosos en la mañana del viernes 18. Las voces, algo alejadas, traman una historia oficial inverosímil en la que las esquinas se mezclan, las horas no se explicitan, los oficiales se bajan de los autos y se cambian de patrulla.
La versión policial de los hechos –según el parte al que accedió Brecha– comienza con “un taxista” que avisa al móvil 5 de la Seccional 8ª que hubo un robo en un carro de panchos en Aparicio Saravia y Coronel Raíz. Los dos agentes de ese móvil declaran haber detenido a dos personas a algunas cuadras de ahí, en Lope de Vega y Goethe, pero que uno de ellos salió corriendo hacia la vía. F N M F, acompañante del móvil de la Seccional 8ª, lo corrió y le disparó. Al pedido de ayuda que hizo el chofer del móvil 5 acuden cuatro patrullas más con dos agentes cada una: hay al menos diez policías siguiendo “un dato” aportado por un taxista anónimo. Uno de ellos narró en el parte que las cosas robadas (una heladera sin puertas, una tele 14 pulgadas, una válvula de garrafa y un rollo de cable) las encontró una cuadra más arriba, en Lope de Vega y Saravia. No existen otros testigos del “robo” ni denuncia alguna en el momento en que se produjo la persecución que derivó en la muerte de Ruben.
Los agentes más comprometidos, de acuerdo a la investigación judicial, son P E P P, el oficial ayudante R D R S –de 26 años–, y el agente de la Seccional 8ª F N M F. Según su propia versión, P E P P realizó “un solo disparo intimidatorio al piso”, tras el que “encuentran” el cuerpo de Ruben tirado en una cuneta, sobre la calle Hudson.
La verdad que falta. En el careo, P E P P, de la Urpm, y F N M F, de la Seccional 8ª, se echan el fardo mutuamente. El primero acusa al de la octava de ser quien corría y disparaba, mientras sostiene que él hizo un solo disparo, en el lugar en donde se encontró la vaina. ¿Cómo sabe dónde se encontró la vaina?, le pregunta la jueza en el careo. “Fue donde yo disparé”, responde el de 33, tautológicamente.
Como el audio era confuso, el fiscal Reyes ordenó que Asuntos Internos se encargue de transcribirlo e identificar las voces de los agentes. Consultado por este semanario, se excusó de hacer declaraciones hasta que no tenga la información completa de esta pieza clave en el caso.
Julio Moro, abogado de la familia de Ruben, dijo a Brecha que a la luz de la nueva evidencia aportada “los procesamientos tienen que ser inminentes”: que al menos uno de los policías sea acusado de homicidio culposo y que, por haber falseado los hechos, se acuse de encubrimiento al menos a dos de los otros agentes. Con este nuevo panorama, Moro se apresta a citar al Ministerio del Interior a una instancia de conciliación que evite la necesidad de entablarle un juicio civil.
Las preguntas sobre lo sucedido siguen siendo muchas y las principales dudas las aporta la información policial. Ruben fue ingresado a la morgue con otro nombre (véase Brecha, 30-VII-15), el del hermano del otro detenido (a quien la justicia liberó no encontrándolo culpable de delito alguno). Ambos fueron acusados por la Policía de un robo del que no consiguieron testigos y cuya denuncia se hizo casi una semana más tarde; y por último, el certificado de muerte de Ruben apunta que murió en la esquina de Lope de Vega y Goethe, cuando su cuerpo estaba en la calle Hudson. Entre uno y otro punto hay que cruzar Casavalle, rodear el cuartel de la Brigada de Comunicaciones número 1 del Ejército, atravesar la vía del tren, meterse por el barrio Maldonado –que se extiende en el bajo del terreno y en el que no hay calles perpendiculares– hasta que aparece Hudson.
El abogado insistió en que de fondo hay un problema de “racismo” y discriminación, que se evidencia en la forma en que los agentes decían estar “persiguiendo a unos pichis”. Hasta donde este semanario pudo averiguar, ninguno de ellos ha sufrido consecuencias administrativas: no han sido trasladados ni separados de sus cargos.