El periplo de la ex presidenta, que la llevó del rechazo al aborto a sugerir que el feminismo es un sujeto político de peso y que el peronismo debe incorporarlo.
Durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, pese al importante trabajo de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito y a contar con mayoría parlamentaria, el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo nunca pudo ser tratado. La posición de la ex presidenta fue durante su carrera política contradictoria o al menos ideológicamente ambigua, porque durante los gobiernos de su sector político se aprobaron importantes derechos para las mujeres y las identidades disidentes: la ley de educación sexual, que garantiza el derecho a la educación sexual en todas las escuelas nacionales y provinciales; la ley de trata de personas y asistencia a sus víctimas, que tipifica la trata de personas como delito federal; la ley de matrimonio igualitario, que permite el casamiento entre personas del mismo sexo; la norma de identidad de género, que garantiza la aceptación en el Dni de la identidad de género autopercibida; el establecimiento del femicidio como figura legal y el agravamiento de las penas por homicidios cometidos por odio de género o a la orientación sexual; el régimen de empleadas domésticas, que garantiza derechos y beneficios al sector; la asignación universal por hijo y por embarazo y el derecho a jubilación para las amas de casa. El aumento neto de inversión en el Estado implicó además más recursos para atender la problemática de la violencia de género y un descenso notorio en los números de mortalidad infantil y maternal en la zona del noroeste argentino, una de las más vulnerables del país.
Sin embargo, la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo nunca fue discutida y votada en el parlamento. La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, nacida en 2005 como una alianza federal de movimientos de mujeres, sociales y políticos de todo el país, presentó seis veces el proyecto de ley a la Cámara de Diputados sin lograr que se le diera tratamiento. La ex diputada y jefa del Frente para la Victoria Juliana di Tullio, conocida defensora del aborto legal, reveló en este nuevo contexto de votación en la revista Anfibia: “Pensando en debatir el aborto en aquel momento, me refiero a cuando fui presidenta del bloque mayoritario del partido de gobierno, hablé con la entonces presidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Todos y todas sabíamos cuál era su posición al respecto: estaba en contra del aborto. No fui a buscar esa respuesta. Le pregunté si de aprobarse el aborto legal, seguro y gratuito, usaría su facultad constitucional de vetar dicha ley. Su respuesta fue categórica: No”.
SUS MOTIVOS PARA DECIR “NO”. Esa posición contraria fue algunas veces fundamentada pero nunca de manera extensa. Cuando se le preguntaba sobre el tema, respondía que la sociedad no estaba preparada para dar ese debate. La cercanía de la entonces mandataria a la Iglesia se reforzó en 2013, cuando asumió el papa Francisco, con el que Cristina se entrevistó varias veces. En una entrevista con Víctor Hugo Morales el año pasado (21-IX-17), la ex presidenta contó que había sufrido un aborto espontáneo con un embarazo ya avanzado, y que eso la había marcado mucho.
Además de las cuestiones personales, que siempre suenan como excusas en la democracia representativa, lo que puede encontrarse también dentro de su postura esquiva es el conocimiento de lo que la discusión de un tema tan polémico podía implicar dentro de las filas del peronismo y del Partido Justicialista. Con un liderazgo siempre muy cuestionado en las propias filas, sobre todo después de la muerte de Néstor, Fernández tuvo que multiplicar sus frentes de batalla –recordemos el debate por la ley de medios o las acusaciones de corrupción que marcaron su segundo mandato–, y el aborto legal no encontró lugar en su proyecto político. Para Juliana di Tullio, en ese momento la movilización social vinculada a la legalización del aborto no tenía la fuerza de impacto y posibilidad de instalación del debate con la que cuenta ahora: “Fue mi decisión no poner el proyecto en el recinto para no perder, no quería perder, no podíamos perder ese tema en el recinto. Eso para mí hubiese significado un retroceso de 50 años. No tenía ni la mitad de los votos de mi bloque y al resto de los bloques les pasaba lo mismo. Además, faltaba lo que hoy sí existe: movilización en la calle y debate público instalado en los medios de comunicación”.
FRUTO DE LA ORGANIZACIÓN DE BASE. Lo que sí trabajó duramente el proyecto kirchnerista fue la politización de la juventud y el empoderamiento de las masas populares. La destinación continua de fondos para el sostenimiento de espacios de militancia partidaria, el fortalecimiento de agrupaciones independientes, pero sobre todo la instalación concreta de un discurso que hacía responsable a la sociedad civil de los cambios sociales facilitó la eclosión de movimientos autogestionados, de múltiples lineamientos ideológicos. En 2015 apareció Ni Una Menos, el reclamo que congregó a las fuerzas feministas dispersas por el país y le dio un nuevo impulso al movimiento feminista en toda América Latina. Era el último año de mandato de Cristina Fernández de Kirchner.
En el proceso de estos últimos años, el movimiento feminista argentino ha crecido exponencialmente en militancia, afiliación y espacio de protagonismo social. Se ha delimitado como nuevo sujeto social, como un nuevo actor político fundamental en el país: por su transversalidad, por su diversidad, por su independencia partidaria. A pesar de la postura de Cristina, muchas agrupaciones afines al kirchnerismo empezaron a tener entre sus filas comisiones de género, sectores feministas, mujeres organizadas. Los organismos de derechos humanos empezaron a pensar en las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo como referentes feministas –la figura de Nora Cortiñas resultó clave en ese sentido–. De algún modo la militancia peronista, tan tradicionalmente sesgada por el machismo y por el odio de clase vinculado a componentes ideológicos más asociados con la nueva izquierda –como las luchas por las identidades y las minorías vulneradas– se permeó de feminismo. Y desde esa lucha interna que el movimiento emprendió en todos sus espacios de militancia se armaron nuevas asociaciones, nuevas articulaciones, que llenaron el campo popular de acuerdos antes inexistentes en cuanto a los derechos de las mujeres.
En un movimiento sin líderes ni jerarquías, plural y que funciona entre inmensos desacuerdos, el aborto legal apareció como el eje básico de unidad política. Por eso el ala más militante del peronismo, de corte más social, tuvo que salir a apoyar decididamente la posibilidad de esta conquista formulada en el movimiento de mujeres. A su vez, las feministas comenzaron a plantear en los grupos peronistas sus reivindicaciones, y el hecho de introducir estas discusiones en estos espacios dio resultado.
HABLÓ LA SENADORA. El discurso de Cristina en el Senado fue de los más esperados de la noche del miércoles. La ex presidenta abrazó el feminismo en una declaración inédita: “A lo nacional y popular que caracterizó al peronismo, tendremos que incorporar el feminismo”. El peronismo, sostuvo, debería ser “nacional, popular, democrático y feminista”.
Desde el movimiento feminista las reacciones a este discurso fueron múltiples. Para algunos sectores del feminismo –sobre todo aquellos afines a la militancia kirchnerista– es posible ver en su trabajo político la preparación del terreno para el crecimiento de la militancia política en general que también favoreció al feminismo. Otras ramas de este movimiento, sin embargo, no sólo no le perdonan a Cristina Fernández haber “cajoneado” el proyecto de ley del aborto durante tantos años, sino que temen por la independencia político-partidaria del movimiento feminista. Estos sectores advierten que, a lo largo de su carrera política, Cristina Fernández también se ha caracterizado por hacer aparecer como triunfos personales o de su sector causas que tenían antecedentes militantes muy amplios fuera de lo institucional. Además, para los sectores más radicalmente anticapitalistas, ella también sostiene al patriarcado: es una representante de las lógicas de poder que el feminismo combate y resiste.
Sin embargo, en su voto y en sus palabras en el Senado –en la madrugada del jueves– se tradujo el efecto que la lucha social de las mujeres de los últimos años ha tenido sobre el sistema político. A pesar de la infantilización implícita de decir “no se enojen con la Iglesia” o de sugerir que lo que importan son solamente las jóvenes, cuando el feminismo cuenta con muchísimas intelectuales muy serias que trabajan hace años en nuevos análisis de las formas de vida en sociedad –y que proponen nuevas maneras de pensar la organización social–, el solo hecho de que Cristina Fernández haya abierto las puertas desde la dirigencia para un peronismo feminista es un hecho histórico. También es sintomático de una América Latina en la que el movimiento feminista se erige como un sujeto político activo y definitorio y donde los movimientos sociales con sensibilidad militante no han tenido más remedio que abrirles las puertas a estos reclamos sociales.
En ese sentido Cristina mostró una inteligencia política que la coloca como inauguradora de ese reconocimiento institucional a las miles de luchadoras de toda Argentina que de manera autogestionada alzaron sus demandas.
[notice]El pañuelazo desde Montevideo
“Por mis hermanas vengo a luchar”
Por María José Olivera Mazzini
Al igual que en más de 60 países, el miércoles pasado en Montevideo, Salto, Colonia y Maldonado se llevó a cabo “El pañuelazo” (acción llamada así por el pañuelo verde, símbolo de la campaña por el aborto legal, seguro y gratuito en Argentina), en apoyo a la legalización del aborto en Argentina.
La cuadra de la embajada de Argentina se colmó durante más de dos horas de cantos y de gente con pañuelos verdes y carteles. “Por mis hermanas vengo a luchar”, rezaba una de las pancartas. La atmósfera de incertidumbre sobre lo que ocurriría en el Senado argentino esa noche no opacó las conversaciones en torno a lo que significa la nueva ola feminista, ni las enfáticas discusiones políticas, ni los cantos de aliento y denuncia acompañados de bombo y megáfono.
Más tarde, en el bar Brecha se organizó un encuentro para militantes jóvenes con ganas de continuar la discusión, y desde allí se pudo seguir en vivo el debate en el Senado argentino. El bar también se colmó de gente que terminó desbordando sobre las veredas. Pañuelos verdes, celulares y auriculares, conversaciones políticas e íntimas se fueron mezclando mientras en el Senado la discusión comenzaba a enlentecer un desenlace temido pero certero.
“Hay una intención militante en el humor”, comentó la comediante y comunicadora Laura Falero, integrante de la organización Mujeres en el Horno, invitada al evento por Mediared y Acción Feminista. Mientras la gente continuaba entrando y saliendo, con cantos esporádicos y anuncios cada vez más finalistas, Falero subraya que “aún queda mucho camino por recorrer en Uruguay, hay miedo a pronunciarse, las personas públicas tienden a no hacerlo por temor a perder trabajos y eso genera falta de compromiso”.
Al mismo tiempo, en las veredas, muchas mujeres conversaban mientras seguían la sesión en sus celulares y con auriculares. Algunas eran muy jóvenes, otras rememoraban haber militado por la ley de interrupción voluntaria del embarazo vigente en Uruguay. “Cuando salí al costado del Palacio Legislativo vi unos niños golpeando cruces con sus manos”, recordaba una de ellas. En la multitud se rememoraban las discusiones y negociaciones que hubo entre los movimientos sociales y los políticos en nuestro país para pactar algunos puntos de conflicto; las jornadas de movilización del movimiento estudiantil; y el miedo, siempre el miedo. “Cuando se aprobó la ley lloré todo el día en mi casa. Yo había enfrentado exactamente un año atrás la clandestinidad del aborto. Eso que yo pasé no lo volverán a pasar otras”, comentó una asistente.
Junto al grito de “¡Hermanas!” Montevideo sufrió como propia la coyuntura argentina, tanto en las calles como en las redes sociales. La marea verde volvió discurso lo personal como lenguaje político colectivo. El mundo entero observó e interpretó el carácter profundamente convocante de la jornada. El feminismo de la cuarta ola puso de manifiesto su potencia en tanto fuerza crítica del poder y el statu quo. Tal vez haya sido por eso que la vigilia montevideana se tiñó de melancolía, humor y furia.
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