La fe, la esperanza y la caridad son, para los cristianos, virtudes infusas: hábitos o disposiciones sobrenaturales que Dios infunde en el alma de los fieles. Aunque requieren de nuestra colaboración para su perfeccionamiento, no podríamos desarrollarlas por nuestros propios medios. No son como las virtudes humanas (la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza): frutos de nuestros propios actos y esfuerzos que la gracia de Dios eleva y purifica. No: la fe, la esperanza y la caridad son dones que no están naturalmente a nuestro alcance. Son regalos que Dios nos hace.
Para un ateo, entonces, las palabras “fe”, “esperanza” y “caridad” o bien no tienen sentido en absoluto, o bien significan una cosa distinta que para los cristianos. Podría resultar sorprendente, pues, que un distingu...
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