Estrés potenciado - Semanario Brecha
Estreno uruguayo: 36 horas, de Néstor Mazzini

Estrés potenciado

La ruptura conyugal suele ser un episodio extremo y sumamente duro de la vida, y muy pocos cineastas han logrado captar sus tensiones intrínsecas y plasmarlas eficazmente en la gran pantalla. En esta gran película, la anécdota revive una crisis de este tipo y, por si fuera poco, la acrecienta, ya que le impone, además, otras fuentes de estrés. Pedro (César Troncoso) es un hombre de mediana edad que maneja una productora audiovisual con su exesposa Érica (Andrea Carballo) y que viene arrastrando los términos de su separación desde hace por lo menos dos años. A esto se suma que su pequeña empresa atraviesa la peor de sus crisis –con deudas acumuladas y prestamistas furibundos–; por tanto, la ruptura de la sociedad conyugal vendría acompañada también del fin de su proyecto conjunto.

Todo lo que pudo haberse hecho mal se hizo mal. Y, de hecho, continúa haciéndose mal durante la película. Las mentiras están a la orden del día, la espiral de deudas parece llevar al protagonista a derroteros cada vez más inhóspitos –e insólitos– y, lejos de una separación real, los personajes alternan una y otra vez una intensa disputa con ciertos residuos afectivos, eternizando su vínculo y su agonía. Podría sonar como una acumulación artificial de circunstancias adversas, pero el realizador argentino Néstor Guzzini logra un clima convincente, plagado de detalles vívidos y reconocibles. 

Se ha dicho que esta película es una representación de un momento histórico, de la crisis económica argentina y su repercusión sobre la clase media y los pequeños empresarios. Por añadidura, que se trata de una crítica al capitalismo y a los discursos triunfalistas en torno al emprendedurismo. Si bien este tipo de lecturas son perfectamente válidas –efectivamente, el epicentro de la acción es una empresa al borde de la bancarrota–, corresponde señalar que, a nivel primario, lo central es el protagonista y su comportamiento, lo que supone una profundización en su carácter y en su perfil psicológico. Como en el cine de Asghar Farhadi (A propósito de Elly, Una separación), circunstancias extremas llevan a sus protagonistas a un límite en el que las buenas maneras se pierden, los modelos de conducta son echados por la borda, los egoísmos colisionan. En estos abordajes, momentos de autenticidad desbocada y de desnudez emocional permiten un análisis de ciertas personalidades y patrones humanos.

Por supuesto, para lograr que todo esto funcione es necesario tener mucha habilidad tras las cámaras y una gran dirección de actores. Mazzini está a la altura, y tuvo el acierto de depositar en hombros de Troncoso una buena parte del peso de esta película; de hecho, el actor uruguayo tiene aquí un protagónico aún más omnipresente que en El baño del papa. Troncoso realiza un trayecto sentido, enervante y desgarrador, un recorrido en el que un hombre hace lo imposible para evitar desbarrancar, desenvolviéndose en un abanico emocional sobrecogedor, colmado de cambios de registro. Pedro se aferra a su universo conocido –su derruido núcleo familiar, su empresa colapsada– con uñas y dientes y la obstinación de un psicópata, pero cierto es que despierta rechazo y empatía en iguales dosis; de hecho, es de esos personajes a los que querríamos estrangular y, a los pocos minutos, darles un abrazo. Si Pedro es una suerte de alter ego de Mazzini, Troncoso supo hacer suyo al personaje, reconstruirlo e inyectarle el nervio y la densidad humana necesarios para volverlo inolvidable.

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