En puertas de la rendición de cuentas, el Partido Colorado presentó un proyecto de ley de creación de la Universidad Virtual del Uruguay (UVU). Se trata de una institución pública, enteramente a distancia, parcialmente gratuita, con una organización vertical compuesta por una dirección política y un conjunto de gerencias.
Sin ostentaciones literarias, el proyecto de ley describe así su objeto: «Se entiende por educación virtual o a distancia la realización de procesos de enseñanza y aprendizaje cuando el sujeto educativo esté en distinto lugar físico y existan mediaciones tecnológicas en el proceso de enseñanza-aprendizaje, tanto sincrónicas como asincrónicas o híbridas dichas interacciones» [sic]. En la exposición de motivos se afirma que la educación virtual es la llave para aumentar la cobertura y la cantidad de profesionales del país. Sin embargo, una mirada rigurosa a este problema, así como un análisis en profundidad del proyecto, sugiere la necesidad de otro tipo de acciones para expandir la cobertura propiamente universitaria en el país.
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Uruguay tiene una tasa bruta de matriculación universitaria algo por encima de la media regional. Tomando como punto de partida el egreso de la educación media superior (que es bajo), la tasa de captación inicial es comparable a la de los países industrializados.1 Las políticas de gratuidad, libre acceso y expansión de la oferta en el interior del país son las claves del aumento de la cobertura en la última década, que pasó de 136.946 estudiantes en 2011 a 234.095 en 2021. La Universidad de la República (Udelar) contiene el 85 por ciento de la matrícula universitaria, y su desarrollo en el interior explica el aumento reciente de la cobertura superior. Además del egreso de media, el problema está situado en la deserción, un problema que se agrava con las políticas de des-financiamiento, que deterioran la relación entre cantidad de horas docentes y estudiantes, descuidan los programas de cuidado de las trayectorias de estudiantes, cada vez más heterogéneos, y afectan el desarrollo universitario en todo el país. Entre 2014 y 2019 el gasto público en educación universitaria se estancó, y entre 2020 y 2022 registró una caída de casi 6 puntos.
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Dice la filósofa Marina Garcés que la universidad contemporánea está «desculturizada» producto de un «doble divorcio»: entre profesión y cultura y entre conocimiento y cultura. El resultado es la producción de profesionales desculturizados (técnicamente formados pero incapaces de aportar a la interpretación de los grandes problemas de la vida compartida en el mundo) y de conocimiento desculturizado (fragmentado, fácilmente cooptado por las redes transnacionales de apropiación de la inteligencia general, sin aportar a un proyecto de soberanía, de cuidado del ambiente o de bienestar social compartido). El proyecto de UVU expresa sin matices el modelo de enseñanza tecnificada, sin autonomía ni marco universitario. Su consejo central es un triunvirato designado por el Poder Ejecutivo, por lo que queda a la merced de las lógicas clientelares y de reseteo permanente de la política electoral. La heteronomía de la UVU es tal que ya se le asigna por ley un modelo pedagógico. La organización de tipo empresarial (dirección central y gerencias subordinadas), el mandato de cobro de los posgrados y a los estudiantes del exterior y la mención reiterativa a los convenios con entidades nacionales y extranjeras sugieren que, más que construir una universidad, se trata de explotar un nicho, sumando una nueva institución que fragmente el sistema, reduzca el peso relativo de la Udelar y oficie como dinamizador, desde el Estado, de la comercialización educativa.
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Los ejemplos esgrimidos por los autores del proyecto no son muy auspiciosos. La Universidad Nacional Abierta y a Distancia de Colombia es pública, aunque el Estado solo financia el 20 por ciento de su presupuesto, el resto proviene de las matrículas que cobra por cursos y créditos. Según estudios de la propia universidad, sus indicadores de deserción no son mejores que los de las instituciones presenciales.2 El otro gran antecedente es la Universidad Siglo 21, principal universidad privada de Argentina, fundada y presidida por el empresario J. C. Rabbat. Entre 2005 y 2018, esta institución pasó de tener 980 estudiantes a distancia a tener 66.269, a partir de contratar los servicios de la multinacional norteamericana Whitney International University System, en un caso paradigmático de dilución de los límites entre instituciones con y sin fines de lucro.3
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En un texto de 2006, Claudio Rama, autor del proyecto de la UVU y director académico de la Universidad de la Empresa, analizaba: «La educación no era un bien transable porque las tecnologías no lo permitían, por la baja rentabilidad, y porque los sistemas locales tenían baja cobertura y lograban cubrir las demandas localmente. En el nuevo contexto los sistemas locales sin embargo no logran cubrir todas las demandas disciplinarias, o de calidad, facilitando así la internacionalización de la educación. Esta nueva dinámica de la educación transnacional pone a los sistemas de educación locales frente a escenarios competitivos que se articulan complejamente en un modelo tripartito de educación pública y privada locales y de educación internacional, cuyas interrelaciones crean múltiples alianzas y complementariedades positivas y también riesgos ante la comercialización de servicios de baja calidad».4 Esta es la concepción de la UVU.
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Allí donde se ha aplicado, el modelo de diversificación de mercado ha producido sistemas caóticos, desiguales y con problemas de calidad. Para expandir el derecho a la educación universitaria, nuestro país no necesita crear una institución virtual al servicio de la comercialización de la enseñanza, sino consolidar el ya diversificado sistema público y reforzar sus sinergias, conformando un efectivo sistema coordinado, con planes conjuntos de grado y posgrado y fortalecimiento de sus capacidades creativas y de sus espacios de colaboración con la sociedad.
1. DGPLAN, Relevamiento continuo de estudiantes de grado de la Udelar, 2018.
2. A. Díaz, «Análisis sobre la deserción en la educación superior a distancia y virtual: el caso de la UNAD-Colombia», Revista de Investigaciones UNAD, vol. 8, n.o 2.
3. D. Salto, «La universidad privada argentina en la era del covid-19 desde una perspectiva latinoamericana», Integración y Conocimiento, 10 (2).
4. C. Rama, «La tercera reforma de la educación superior en América Latina y el Caribe», Revista Educación y Pedagogía, vol. XVIII, n.o 46, pág. 23.