Fake news, bots y extrema derecha - Semanario Brecha

Fake news, bots y extrema derecha

La guerra por el relato.

Javier Ortega Smith, secretario general de Vox, saluda a manifiestantes en un acto de una gremial de policías, el pasado 3 de marzo / Foto: Afp, Oscar Del Pozo

Cuentas y noticias falsas son parte del arsenal habitual de varios grupos xenófobos y autoritarios en las redes sociales europeas. En España e Italia y con la ayuda adicional de los medios tradicionales, Vox y la Liga encabezan una guerrilla desinformativa en pos de moldear el sentido común que guíe el día después de la crisis sanitaria.

Con medio mundo confinado y sin manifestaciones en las calles, se ha acentuado algo que venía de mucho antes: las redes sociales, los chats de Whatsapp y los comentarios en medios de comunicación se convierten en un termómetro casi exclusivo de los estados de ánimo de la población. Mucho antes del covid-19, ejércitos de bots, personal contratado y voluntarios vinculados con la extrema derecha inundaban el ciberespacio con noticias falsas, memes y comentarios misóginos, racistas, clasistas y conspiranoicos, unos mensajes que encuentran eco en amplios sectores de la población.

Desde el inicio del estado de alarma en España, esta actividad se ha multiplicado con un nuevo y renovado objetivo: la caída del gobierno “socialcomunista” de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias y la creación de un nuevo sentido común acorde con las ideas de la extrema derecha, en palabras del periodista y activista Miquel Ramos, autor del proyecto “Crímenes de odio: 25 años de olvido”.

El hashtag #SanchezVeteYa, que el 18 de abril se convirtió en el más compartido de España y en el cuarto del mundo, da algunas pistas. Un análisis realizado por un usuario de Twitter reveló que este trending topic, que alcanzó los 600 mil tuits, surgió del influencer ultraderechista Juan Francisco Escudero. Después de un polémico paso por Ciudadanos como concejal en el Ayuntamiento de Alicante, Escudero se acercó a Vox y al ideario de extrema derecha. Llevaba consigo un especial talento para las redes y 367 mil seguidores en Twitter. Pero estas cifras esconden mucho más.

Si se hace el ejercicio de quitar las cuentas no activas –aquellas que no habían sido usadas en los últimos tres meses– y los followers que no hablan español, sus seguidores bajan a 23.550, según este estudio detallado. Y al revisar las personas que habían retuiteado los mensajes de la campaña #SanchezVeteYa, no tardan en aparecer “cuentas matrícula” –perfiles creados automáticamente por Twitter, como @Soledad48636685, con 18 seguidores– y usuarios que realizan la tarea imposible para un humano –pero bastante accesible para un bot– de lanzar más de mil mensajes en una hora.

Otros hits de la extrema derecha que ocuparon los primeros puestos del ranking tuitero en los siguientes días han seguido pautas similares. La estrategia de la extrema derecha, dice Ramos, es la “victimización del privilegiado”, la provocación, el escándalo y “que hablemos de ellos”. Una estrategia que está funcionando, añade.

LA BATALLA DE LAS REDES. La lucha contra el covid-19 poco tiene que ver con una guerra convencional. No pasa lo mismo con la batalla que se libra en el terreno de la comunicación, donde el principal botín es el control del relato sobre la gestión de la pandemia. No es poco lo que está en juego: nada menos que cómo se va a gestionar y quién va a gestionar la “pandemia social” que quedará cuando acabe la crisis sanitaria, apunta el eurodiputado y ex miembro fundador de Unidas Podemos Miguel Urbán.

Uno de los principales escenarios de esta guerra por el relato son las redes sociales, donde la combinación de fake news y millones de bots han dado resultados espectaculares. Así fue en la votación del Brexit en 2016 y en las campañas electorales que llevaron al gobierno a los líderes ultraderechistas Donald Trump, en Estados Unidos, y Jair Bolsonaro, en Brasil.

En todos estos casos hubo una utilización masiva y precisa de los datos de los usuarios de redes sociales y buscadores para segmentar el público en función de sus intereses, de sus preocupaciones y, sobre todo, de sus miedos. Y, con toda esa información en la mano, se procedió a la difusión quirúrgica de noticias falsas, memes y rumores que llevaran al votante a inclinarse por una determinada opción. El documental de Netflix El gran hackeo (lanzado en América Latina como Nada es privado) muestra el trabajo, en buena parte ilegal, de la empresa de datos Cambridge Analytica para llegar a las personas indecisas e inducir el estado de ánimo indicado para que actúen de la forma deseada.

En España, ha sido Vox quien mejor ha desarrollado el método de combinar fake news, memes y bots, asesorado nada menos que por Steve Bannon, quien fue responsable de la campaña electoral de Trump y director del medio digital Breitbart News.

“Vox copia la estrategia comunicativa de Bolsonaro en la utilización de Whatsapp o de bulos [noticias falsas], como una forma no sólo de movilizar a su electorado, sino también para desmovilizar al electorado de su contrincante político”, dice Miguel Urbán, quien se ha sumergido en la estrategia comunicativa de este partido en su reciente libro La emergencia de Vox (Sylone, 2019).

Las acusaciones de desinformación contra el partido de Santiago Abascal no son nuevas. El propio comisario de seguridad de la Comisión Europea, Julian King, nombró en junio de 2019 a Vox como ejemplo de desinformación y propagación de noticias falsas en redes sociales: “Descubrimos una red coordinada en Twitter, mezcla de bots y cuentas falsas, con el objetivo de impulsar hashtags antislam y amplificar el apoyo al partido populista de derechas Vox”.

LA LECCIÓN DE SALVINI. Para Miquel Ramos, la “frenética intervención en masa en las redes sociales” y un uso “industrial de la desinformación” se están empleando a nivel mundial de forma sistemática para “fomentar ese miedo, esa incertidumbre, que es el caldo de cultivo ideal para la extrema derecha”.

En Estados Unidos, Donald Trump ha aprovechado la coyuntura para acelerar su programa ultraconservador. En el caso de Polonia y Hungría, sus gobiernos están utilizando “la excusa del covid-19 y la emergencia sanitaria para aplicar o para acelerar su agenda de acaparamiento del poder y de reformas contra el Estado de derecho”, señala Urbán.

En Italia, después de que rompiera la alianza de gobierno con el Movimiento Cinco Estrellas, Matteo Salvini y su partido la Liga encabezan las encuestas con el euroescepticismo como bandera. Aunque lejos de la mayoría absoluta, una alianza con Fratelli d’Italia –heredero del neofascista Movimiento Social Italiano– y con Forza Italia, del expresidente Silvio Berlusconi, serían suficientes para formar gobierno.

Alba Sidera, corresponsal en Italia de la revista Contexto y del diario independentista catalán El Punt Avui, considera fundamental en la estrategia de la extrema derecha el papel de los medios tradicionales de comunicación. Muchos de los canales italianos de televisión más influyentes pertenecen a Mediaset, el grupo mediático de Berlusconi, que se ha convertido en el “principal protector y sponsor” de Salvini. Con la crisis del covid-19, los medios de derecha, dice esta periodista, se han volcado a la difusión de noticias falsas y titulares catastrofistas.

En los canales de Mediaset, apunta Sidera, Salvini se mueve como “en el salón de su casa” y se muestra como un “hombre familiar, pero duro, profundamente religioso”, capaz de rezar un responso en directo por los muertos del coronavirus con la ayuda de una presentadora del Canal 5. Esta cadena, al igual que las españolas Telecinco y Cuatro, son propiedad de Berlusconi.

La crisis sanitaria y social está siendo utilizada por la ultraderecha italiana para difundir su programa xenófobo, explica Sidera. El gobernador de Véneto, Luca Zaia, de la Liga, protagonizó uno de los episodios más memorables de la crisis del covid-19 en una entrevista el 29 de febrero en la que comparó esa región con China: “¿Sabe por qué nosotros después de una semana tenemos 116 casos positivos, de los cuales 63 no tienen síntomas y están bien, y sólo tenemos 28 en el hospital? ¿Sabe por qué? Porque nuestro pueblo, los vénetos y los ciudadanos italianos, tenemos la formación cultural de ducharnos, de lavarnos seguido las manos, de tener un régimen de limpieza personal particular”. A 24 de abril, con apenas 5 millones de habitantes, 1.206 personas habían muerto por covid-19 en la región de Véneto. En China, con 1.393 millones de habitantes, habían fallecido 4.642.

Cuando se vio que “China lo estaba haciendo mucho mejor”, el racismo se canalizó con fake news “que criminalizan a los de siempre, a los últimos, a los inmigrantes”, relata Sidera. Entre las noticias falsas con más éxito destacó la de que los italianos no podían acceder a los respiradores “por las ayudas millonarias” que estarían recibiendo los inmigrantes. Una maquinación nada inocente, cuando fueron precisamente la Liga y el partido de Berlusconi los responsables de la privatización de la sanidad en Lombardía, la región italiana más afectada por el covid-19, con 12.940 muertos.

  (Tomado de El Salto, por convenio. Brecha reproduce fragmentos, titulación propia.)

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