Desde hace no mucho, la danza empezó a tener mayor reconocimiento en nuestro país, mayor visibilidad y espacio. En el marco de la Licenciatura en Danza Contemporánea de la Facultad de Artes de la Universidad de la República, la investigación se toma como algo que está, literalmente, en nuestro cuerpo y en las relaciones que establece con la creación artística y con la sociedad. Así se crean un montón de propuestas enmarcadas en el concepto de militancia cultural, lo que se evidencia en sus estudiantes y egresados, pero, a su vez, en gente que está por fuera del ámbito académico y trabaja de manera independiente.
Una de ellas es el Festival Itinerante de Danza y Performance (Fitdap),2 que incluye obras escénicas y procesos de investigación y creación que surgen del ámbito de la Licenciatura en Danza. La marginalidad de la danza –y es necesario ponerlo en estos términos para entender la dimensión del problema– viene de la mano, y a su vez es producto, de una enorme dificultad para financiar y llevar a cabo sus proyectos. Aunque el Fitdap cuenta con apoyos institucionales, el colectivo organizador comenta que «el cuerpo estatal de danza del SODRE es quien concentra la atención mediática y financiera, y los proyectos independientes tienen muy poca representación en las grillas de los teatros y los fondos públicos. Esto no detiene que exista un gran número de obras, festivales y ciclos que sostienen un campo a puro pulmón. Se ensaya meses para presentar dos funciones en las que las creadoras son las intérpretes, las gestoras, las escenógrafas, las vestuaristas, las compositoras, las dramaturgas, las productoras, las diseñadoras gráficas y las community manager. Tenemos que tener una política pública en torno a la danza que garantice que sea posible trabajar y subsistir en este rubro».
¿Qué se siente en la práctica de la danza? «Bailar es transformador como pocas experiencias humanas. Se mueven aspectos físicos, biológicos y hormonales, a la vez que emocionales y sociales. La danza teje sentidos desde la tridimensionalidad de los cuerpos en movimiento y en escena, pero a su vez transmite significados desde gestos, movimientos, configuraciones corporales diversas. Incluso hacer danza puede surgir de la necesidad de borrar los significados y
por unos instantes encontrarse con une otre vibrante, presente en un mismo espacio, al mismo tiempo. Bailamos porque nada se siente igual a bailar.»
El circuito de la segunda edición del Fitdap comprende el Museo de las Migraciones, la sala Ensayo Abierto, el Museo de la Memoria y el Espacio Bahía bajo una consigna: «El dónde es el cómo». Si la danza sucede en el espacio y, a su vez, la acción política de este colectivo nace desde el diálogo, entonces, inevitablemente, las obras deben dialogar artísticamente con el espacio donde suceden: «La danza muchas veces trabaja desde el desborde de las fronteras entre las disciplinas poniéndose en diálogo con la música, la escritura, los lenguajes audiovisuales, la pintura. En la programación del Fitdap hay piezas que combinan exploraciones corporales, sonoras, plásticas y narrativas. Algunas trabajan en torno a disparadores autobiográficos, otras construyen dramaturgias complejas sin que medie un relato identificable».
En el desborde de la vida, compartir un momento con un colectivo joven y arriesgado en un terreno poco habitado deja algunas preguntas necesarias. «Queremos hacer del Fitdap un lugar que fomente una ruta en torno a la cultura como derecho. Invitamos a aproximarse a este mundo porque creemos que lo que transmite un cuerpo sacude la memoria corporal de cada une, rompe con nuestra demanda de querer entender lo que vemos para zambullirnos en una experiencia sensible que ata cabos en nuestra subjetividad de maneras que la razón no explica.»
1. Palabras del colectivo organizador.
2. La programación del festival se encuentra en Instagram y en su web, www.fitdap.uy. La entrada es libre.
