Es un debate mundial. Empresarios, políticos y economistas lo discuten en Francia, India y Brasil. Está sobre la mesa en Singapur, Madrid y Santiago. Tema de campaña en las principales ciudades estadounidenses y australianas, lo sopesan gobiernos de centro, derecha e izquierda. En Europa, Asia y las Américas, ruegan por él encumbrados millonarios y es objeto de la ira y el ridículo de otros acaudalados «emprendedores». El impuesto a los superricos, figurita repetida.
La controversia sobre su aplicación ha tenido varias rondas (véase «La batalla fiscal», Brecha, 21-X-22) y podría decirse que es cada vez menos controvertida. El último de estos ciclos lo abrió Brasil hace un año. «Si los 3 mil mayores milmillonarios del planeta pagaran el 2 por ciento de impuestos sobre el rendimiento de sus ...
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