Kfar Azza, Be’eri, Netiv HaAsara y Re’im son apenas algunos de los nombres que han pasado ya a la historia universal de las peores infamias. En pequeñas comunidades rurales como esas, que bordean la frontera israelí con Gaza, más de 1.000 hombres armados de Hamás entraron en las primeras horas de la mañana del sábado 7 y mataron con disparos, cuchillos y granadas a niños de pocos meses, a ancianos, a hombres y mujeres desarmados y sorprendidos mientras dormían, desayunaban o intentaban esconderse. Un periodista de The Washington Post que arribó a Kfar Azza dos días después de la masacre encontró hogares de puertas abiertas donde las tasas llenas de café y la jarra de leche todavía descansaban sobre la mesa, a pocos centímetros de los charcos de sangre que cubrían el suelo. Otras viviendas...
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