Gaza sociedad anónima - Semanario Brecha
Trump, la extrema derecha y sus planes para una tierra ya arrasada

Gaza sociedad anónima

Tras las exigencias de Donald Trump de cambiar los términos del alto el fuego, la tregua en Gaza pende de un hilo. Retomar las hostilidades y limpiar la Franja de palestinos, algo que apoya la mayoría de los israelíes, es el objetivo declarado tanto por Washington como por Tel Aviv, el paso previo a instrumentar en la zona la utopía reaccionaria de una «ciudad empresa» para millonarios.

Destrucción en Jabalia, al norte de la Franja de Gaza, 5 de febrero Afp, Omar Al-Qattaa

Estaba dentro de lo previsible cuando se anunció que habría un alto el fuego en Gaza: que duraría lo que Israel –y sobre todo su aliado Estados Unidos– quisiera que durara. Esta semana, la organización palestina Hamás anunció que podría suspender la entrega de rehenes que secuestró el 7 de octubre de 2023 en Israel, que había comenzado a implementarse de manera escalonada a partir de la tregua acordada el 19 de enero. El grupo justificó su decisión en reiteradas violaciones israelíes a lo pactado hace casi un mes. En un comunicado, Hamás acusó al gobierno de Benjamin Netanyahu de «retrasar el regreso de los desplazados al norte de Gaza», de «no cumplir con permitir la entrada de ayuda humanitaria en todas las formas acordadas» y de continuar asesinando a palestinos en ataques a campamentos de refugiados y a desplazados que han emprendido el retorno. Israel no desmintió estas acusaciones, aunque dijo que había tomado algunas medidas de retorsión al comprobar el estado en que se encontraban algunos de los rehenes liberados. Advirtió, de todas maneras, que si Hamás postergaba la entrega de rehenes prevista para este sábado, retomaría de inmediato su ofensiva sobre la Franja. Nuevos contingentes de soldados, incluidos reservistas, comenzaron a ser movilizados el martes 11 «dentro y alrededor de la Franja de Gaza» en vistas de su eventual «entrada en combate». Unas horas antes, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, había amenazado con que si «todos» los rehenes que permanecen en poder de Hamás no son entregados antes del mediodía de mañana sábado «se desatará el infierno».

La exigencia trumpiana va mucho más allá de lo acordado el 19 de enero. El pacto establecía diversas etapas para ir «consolidando» el cese del fuego: la primera, cuya duración fue fijada en seis semanas (vence a fines de este mes), prevé el intercambio de 33 rehenes israelíes por 1.900 presos palestinos. En las cinco operaciones de canje llevadas a cabo hasta ahora, Hamás liberó a 16 rehenes israelíes (y a otros cinco de origen tailandés que no estaban incluidos en lo pactado) y a cambio fueron excarcelados 765 palestinos. Este sábado Hamás debía entregar a otros tres rehenes. El resto de los casi 80 que aún permanecerían en poder de los palestinos debían ser devueltos en una segunda fase de implementación del acuerdo. La exigencia de Trump es que mañana sábado «todos los rehenes» dejen de serlo. «Estoy hablando por mí mismo. Israel puede corregirme, pero por lo que a mí respecta, el sábado a las doce» es la hora señalada, dijo el sheriff.

No era probable que Israel corrigiera al amiguísimo americano y le llamara la atención sobre que su exigencia violaba lo acordado. El martes 11, tras una larga reunión de su gabinete de seguridad, Netanyahu dijo que todos los ministros habían estado de acuerdo con el presidente estadounidense. «La decisión que tomamos por unanimidad en el gabinete es la siguiente: si Hamás no devuelve a nuestros rehenes antes del mediodía del sábado, se terminará el alto el fuego y las Fuerzas de Defensa de Israel [FDI] volverán a luchar con intensidad hasta que Hamás sea finalmente derrotado», dijo. El efecto Trump se había hecho sentir a pleno, e iba bastante más allá del anuncio de un posible regreso a los combates y a la campaña de exterminio de los palestinos. En Gaza y en Cisjordania. Mientras estaba reunido el gabinete de seguridad, culminaba un nuevo día (el 17) de ofensivas de las FDI en el norte de la Cisjordania ocupada. Los ataques destruyeron viviendas, desplazaron a miles de personas y mataron a nueve personas, entre ellas un niño de 9 años y una mujer de 23, embarazada de ocho meses. «Israel cuenta con todo nuestro apoyo para sus proyectos en esta región del mundo, con todo nuestro apoyo. Todo», ha repetido Trump varias veces desde que regresó a la Casa Blanca, hace menos de un mes.

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Genocide Joe, llamaban a Joe Biden los jóvenes estadounidenses que el año pasado ocuparon universidades en rechazo al apoyo dado por Washington a Israel en su campaña de aniquilación de los palestinos. No le faltó nada al demócrata para justificar plenamente el apodo. Pero su sucesor republicano parece decidido a dejarlo como un moderado. El plan que Trump presentó la semana pasada para poner fin al «conflicto» en Gaza desalojando a los 2 millones y pico de palestinos de sus tierras y reasentándolos en países vecinos como Jordania o Egipto, colocando a la Franja bajo control estadounidense y convirtiéndola en un paraíso para ricos similar a la Riviera francesa fue más allá de todo lo imaginable. Salvo de lo imaginado por los primeros sionistas y los extremistas de derecha (religiosos o no) que componen el gobierno de Netanyahu. El ministro de Defensa, Israel Katz, calificó la iniciativa de Trump de «revolucionaria y audaz», y anunció que preparará «un plan para permitir a los habitantes de Gaza salir voluntariamente» de la Franja «por los medios y hacia los países que ellos quieran y que deseen aceptarlos». Su colega de Finanzas, Bezalel Smotrich, del Partido Sionista Religioso, se dijo «feliz» por la iniciativa de Trump y el miércoles 12 reclamó a Netanyahu, según señaló The Jerusalem Post, que «dé la orden de conquistar Gaza y expulsar a los civiles si Hamás no libera a todos los rehenes» mañana. «Señor primer ministro: después de una declaración tan moral, simple y clara del presidente Trump, lo insto a informar a Hamás inequívocamente: o liberan a todos los rehenes para el sábado –sin más fases, sin más juegos– o se abrirán las puertas del infierno para ellos. […] Solo habrá fuego y azufre de nuestros aviones, cañones, tanques y de nuestros soldados heroicos. Habrá una conquista total de la Franja de Gaza. Todos los gazatíes serán retirados de la Franja continuando con el plan del presidente Trump, se tomará territorio y se aplicará soberanía a él porque este es el precio doloroso que nuestro enemigo comprende.»

Otros, aún más halcones, aún más bestias, como el exministro de Seguridad Itamar Ben-Gvir, dijeron que ese plan habrá que aplicarlo sí o sí y más temprano que tarde, pase lo que pase con los rehenes y haga lo que haga Hamás. Líder del partido supremacista Poder Judío, Ben-Gvir abandonó el gobierno junto con cinco de sus compañeros el día que se firmó el alto el fuego, pero dijo que volverá al Ejecutivo si Netanyahu retoma «la guerra». El miércoles 5, Ben-Gvir escribió en la red X: «Donald, esto parece ser el comienzo de una hermosa amistad. Cuando dije una y otra vez durante la guerra que esta era la solución para Gaza, se burlaron de mí. Ahora está claro: esta es la única solución, esta es la estrategia para el día después. Hago un llamamiento al primer ministro para que anuncie la adopción del plan lo antes posible y comience un progreso práctico inmediato».

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Lo que Trump planteó –con su lógica de promotor inmobiliario– como «un simple negocio» que permitirá, en principio, excluir la participación militar de sus boys («los palestinos de Gaza serán reasentados en comunidades mucho más seguras y hermosas, con casas nuevas y modernas en los países de la región, mientras que en la Franja se levantarán hermosos complejos con vista al mar, y no necesitaremos soldados para concretarlo porque todo el mundo estará contento», dijo) está asentado en un genocidio previo, el de la matanza de al menos 50 mil palestinos, y se proyecta sobre otro, el de la expulsión de su territorio de los sobrevivientes. En una nota que tituló «Cuando un genocidio se convierte en demasiado genocidio» (eldiario.es, 8-II-25), la periodista española especialista en Oriente Medio Olga Rodríguez escribió: «Lo que el presidente de Estados Unidos ha propuesto para Gaza ante las cámaras no es una reubicación de la población palestina en países vecinos sin más, es un desplazamiento forzado, un crimen que viola la ley internacional. No es una reconstrucción, es una voluntad de hacer negocio a costa del saqueo, del colonialismo y del genocidio. No es una reurbanización ni una “transacción inmobiliaria”, como lo ha llamado: es una limpieza étnica enmarcada en un proceso de desposesión, de apartheid y de asesinatos masivos iniciado hace décadas». Su idea de una Gaza (y una Cisjordania) sin palestinos, o con el número justo de palestinos destinados a ocupar posiciones subalternas, no es precisamente suya ni nueva: la defienden no solo los sionistas, sino amplios sectores de la sociedad israelí. Una encuesta reciente del Jewish People Policy Institute, un think tank israelí fundado por la Agencia Judía para Israel, indica que alrededor del 80 por ciento de los israelíes judíos apoyan el plan de limpieza étnica de Trump y que entre la minoría de israelíes judíos que lo rechaza apenas 3 por ciento lo hace por considerarlo inmoral.

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La iniciativa de limpieza étnica de Trump vendría acompañada –ahí estaría su «originalidad»– de un plan de «reconstrucción» en el que jugaría un papel central, como promotor inmobiliario y nexo con grandes empresas constructoras estadounidenses, su propio yerno, Jared Kushner, marido de su hija Ivanka. En un informe publicado el jueves 7, el diario francés Libération recordó que hace un año Kushner ya había evocado la posibilidad de transformar a Gaza en un paraíso turístico previa «limpieza» del territorio. «Si yo fuera Israel, haría todo lo posible para lograr que la gente de Gaza se vaya y luego limpiaría todo», dijo en una entrevista que le hicieron en febrero para la Universidad de Harvard en la que también destacó «el gran valor que podrían tener las propiedades ubicadas al borde del mar en la Franja». Durante la primera presidencia de Trump, Kushner fue uno de los impulsores de los llamados Acuerdos de Abraham, que normalizaron las relaciones entre Israel y Emiratos Árabes Unidos, y pactos similares entre Israel y Bahréin y Marruecos, todos firmados en 2020. También obró para normalizar los vínculos entre Arabia Saudita e Israel. La idea del joven hombre de negocios –hoy tiene 44 años– era –es– formar una «comunidad de intereses» entre Israel, Estados Unidos y esos y otros países árabes, una de cuyas consecuencias sería enterrar el «tema palestino».

En 2021, recordó Libération, Kushner fundó en Miami el fondo de inversiones Affinity Partners, especializado, entre otros, en el sector inmobiliario, captando miles de millones de dólares provenientes, por ejemplo, de Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. En enero pasado, el fondo fue autorizado por Israel para duplicar su participación en Phoenix Financial, una empresa implicada en el financiamiento de proyectos de construcción de viviendas y de centros comerciales en colonias ilegales establecidas en Cisjordania y en Jerusalén oriental. Kushner, al igual que Trump, sería férreo partidario de la expansión de esas colonias, que se han ido multiplicando como hongos desde octubre de 2024, a ojos vista de la inoperante «comunidad internacional».

Un dato: apenas asumió, Trump designó como su enviado especial para Oriente Medio al milmillonario Steve Witkoff, uno de los más prominentes integrantes de la comunidad judía neoyorquina, ferviente partidario del gobierno de Netanyahu, compañero de golf del presidente en Florida y, fundamentalmente, gran promotor inmobiliario…

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Por el momento, fuera de Israel y de ciertos ambientes empresariales y de negocios estadounidenses, el plan trumpiano no ha encontrado más que rechazos. Jordania y Egipto, los dos países que deberían acoger a los palestinos desplazados de Gaza, ya dijeron que con ellos no cuenten. El miércoles 11, ambos reclamaron a Naciones Unidas lanzar un plan de reconstrucción internacional de la Franja ya mismo para impedir que Trump implemente el suyo. La ONU estimó semanas atrás que, visto el nivel de destrucción en la Franja (al menos 70 por ciento de las construcciones han sido borradas del mapa o están muy severamente dañadas, al igual que rutas, redes de electricidad, de saneamiento, hospitales, centros educativos…), retrotraer al territorio palestino a su situación física de antes de octubre de 2023 costaría entre 50.000 y 80.000 millones de dólares y podría insumir muchos, muchos años. Solo el retiro de las 50 millones de toneladas de escombros llevaría dos décadas y costaría más de 1.500 millones de dólares. Uno de los factores con que cuenta Trump para considerar que conseguir esos fondos será imposible y que su plan es «realista» es que «ningún inversor pondrá dinero» en un sitio inseguro, probable escenario de nuevas guerras. «En cambio, si se les ofrecen perspectivas de ganancia razonables en un entorno hermoso y pacificado, harán cola», dijo su canciller, Marco Rubio. Lógica capitalista pura y dura.

Curtis Yarvin, un gurú de extrema derecha muy cercano al vicepresidente James Vance, fue aún más lejos en esa misma lógica. Este hombre, que según la publicación francesa Le Grand Continent (7-II-25) sería incluso «la eminencia gris» detrás del plan de Trump para Gaza, se plantea convertir a la Franja en una charter city, una suerte de «ciudad empresa» enteramente en manos de privados que serían propietarios de acciones del enclave que se venderían y comprarían en bolsa: Gaza Inc., un futuro aún más distópico para una tierra que desde hace décadas vive en plena distopía. 

Cómo Israel mató a varios de sus propios rehenes con su estrategia de gasear los túneles de Gaza

Gases letales

Una nueva investigación de los medios israelíes +972 Magazine y Sikha Mekomit (versión española en CTXT.es, 12-II-25) reveló que en su búsqueda desenfrenada de los comandantes de Hamás en Gaza, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) destruyeron edificios enteros ubicados en zonas residenciales «con bombas antibúnker destinadas a aplastar los túneles de debajo e inundarlos con gases letales». Para su informe, ambos medios consultaron a 15 agentes de inteligencia israelíes. La estrategia, utilizada sobre todo en las primeras semanas de los bombardeos, las más letales, «buscaba compensar la incapacidad del ejército para localizar con precisión objetivos en el entramado de túneles subterráneos de Hamás». En 2017, las FDI habían descubierto por casualidad que las bombas antibúnker emiten «un subproducto letal, el monóxido de carbono, que puede matar gente por asfixia en un túnel incluso a cientos de metros del lugar donde ha explotado». «El gas se queda bajo tierra y la gente se asfixia», dijo el general de brigada Guy Hazoot, el único de los oficiales que aceptó dar su nombre.

El arma fue probada por primera vez en Gaza en 2021 y su uso se generalizó durante esta campaña de exterminio. Miles de personas murieron bajo sus efectos, entre ellas al menos tres rehenes israelíes, en noviembre de 2023. Las FDI sospechaban que podían estar en las inmediaciones de las zonas atacadas, pero igualmente las rociaron de bombas. «De acuerdo con seis de las fuentes, ese no fue un caso aislado, sino uno de entre “docenas” de ataques aéreos israelíes que probablemente pusieron en peligro o mataron a rehenes», dice la investigación. 

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