La directora Maura Delpero ya nos había sorprendido con su notable ópera prima Hogar (2019); en Vermiglio vuelve a hacerlo con una aproximación reposada que es, a su vez, una necesaria contracara de la guerra. A partir de un tratamiento visual lento, austero y sugerente, la película se instala en el nevado pueblo de montaña del título, al norte de Italia, donde la Segunda Guerra Mundial se experimenta –y las vidas se resienten– en otro registro. Aquí, las explosiones y la metralla son sustituidas por labores intensas, alimentos escasos, silencios incómodos, estruendos escuchados a lo lejos. Asistimos a una multiplicación de heridas: la muerte tiene sus ecos, la religión despliega la represión y la culpa, la educación y el colectivo, deberes impuestos. Pero el gran acierto de esta película ...
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