¡Qué momento tan agobiante este que nos ha tocado! No hay momento en el que no esté sonando una alarma, un ringtone o un anuncio que viene de cualquier lado. Sentimos la presión de que estamos llegando tarde para alcanzar la cima, ya sea a nivel país –y más ahora con las elecciones en camino y un montón de proyecciones y propuestas para ver quién será el próximo director técnico del Estado– como a nivel individual, porque cada persona tiene que ser su propio gran empresario. Como siempre, la música no se queda atrás: la moda marca la clásica receta comunicacional de textos, fotos o videos, y también dice cómo hay que sonar, cómo hay que producir, qué sonidos tiene que tener tu próxima canción para ser ese hit que tanto has esperado.
Entre esa turbulencia, con bajo perfil y una preciosa espontaneidad, Samantha Navarro lanzó Éxito. La estrategia es un poco jugada para una artista uruguaya con un público consolidado, y más si prestamos atención a la tapa: allí está Samantha vestida con un look entre pop y rock, entre el Michael Jackson del disco Bad y las fotos publicitarias de INXS, esos muchachos que sí sudaban éxito. Es cierto que algunos adelantos del disco salieron antes acompañados de un videoclip, como el de la canción «En la pista de baile», en el que se la ve grabando en el estudio de manera muy casual y hasta casera. Pero si a lo que apela es a un éxito en el sentido más mercantil de la palabra, es claro que Samantha se salteó un par de publicidades de YouTube e Instagram. Conociendo su perfil bajo y casual, claramente está diciendo otra cosa, en una especie de guiño sarcástico. «Me decidí finalmente por la palabra éxito porque abre un montón de posibilidades de juego. Para mí ya es un éxito seguir haciendo canciones y poder juntarme con otras y otros artistas con quienes compartir la experiencia. Entonces, es un punto de partida, una búsqueda sonora basada en el pop-rock –esta fue una idea de Diego Matturro, hacer un disco pop-rock, radiable–, a lo que se suma la parte gráfica. Las letras también se apoyan en algunas ideas que se repiten, incluso algunas palabras. También está el juego de nombrar al éxito para llamarlo», comenta Samantha.
Musicalmente, el disco es un balance entre el estilo conocido de Samantha y algunas incorporaciones que están en sintonía con algunas líneas sonoras de los últimos años. Hay varios temas con base de rasgueo de guitarra y batería para adelante, pero las sonoridades de los sintetizadores se cuelan constantemente, dándole al todo un aire más moderno. También hay alguna incorporación de folclore uruguayo, como en «En la pista de baile», y hasta el ritmo de bachata se cuela en «Diferentes». Pero sin duda el tema que más se distingue, en consonancia con un estilo más contemporáneo, es el que cierra el disco: «Smoking & Drinking». Se trata de un reguetón con una sobrecarga de sintetizadores superestridentes, una melodía mágica y memorable, y un estribillo pegadizo en inglés que bien podría ser de las bandas de eurodance de los noventa, como Vengaboys. «La búsqueda me ha caracterizado desde mis comienzos, y también el desprejuicio dentro del amor a las canciones y a sus múltiples posibilidades. Para mí es un viaje intenso; quizás tenga algo de excéntrico y tierno. Eso presenta el problema de que es difícil clasificarme, lo cual en términos de éxito comercial no ha sido muy provechoso. Me parece que vivimos en un mundo hiperetiquetado y preocupado con el minucioso detalle de la segmentación del público y lo esperable: basta revisar los géneros en las plataformas digitales de música o de porno. Esto está relacionado con la cantidad casi inimaginable de productos ofrecidos para consumir, y la música no escapa a eso.»
La cosa es que el éxito y la novedad, en el ámbito de la música pop –entendamos pop como un abanico bastante amplio–, están muy emparentados con la juventud y con trayectorias que aún se encuentran floreciendo. Samantha está hace tiempo por la vuelta, unos 30 años, y es alguien que sin duda tiene muy claros los cambios que han sucedido en la música y en la llamada industria musical. Pero, a su vez, es una artista consciente y comprometida con su contemporaneidad social, y su activismo musical se encuentra en consonancia con los devenires del movimiento feminista. Por ende, no es raro que ese impulso político, como artista, conlleve también un impulso artístico hacia nuevas búsquedas, que logra una revitalización en consonancia, a su vez, con varias artistas nacionales que la tienen como referente. «Es un desafío constante. A veces siento que estamos viviendo en los cuentos de ciencia ficción que leí de chica y que releí recientemente. Máquinas que escriben discursos, robots que generan obras de arte, música automática, espectáculos inmersivos en los que juegan varios sentidos a la vez, la guerra omnipresente, la desigualdad rampante, la basura que nos ahoga, la falta de atención, la alienación. Hay muchas cosas sucediendo y algunas son muy horrorosas. Pero los feminismos presentan opciones de cambio positivo, poseen la semilla de la salvación a través de la toma de conciencia y de la acción. Esto impulsa nuevas búsquedas y, sin duda, abre nuevas posibilidades de encuentro. En lo que concierne a la escena, el panorama musical se ha abierto y hay muchas mujeres haciendo música, canciones, performances con proyectos muy variados y de altísima calidad. Todavía falta conquistar al público y acceder a más escenarios centrales.»
El sábado 17 de agosto, Samantha estará presentando por primera vez su nuevo material junto a Mariana Vázquez en guitarra acústica, Maia Marichal en bajo, Ignacio Dolyenko en batería e Ismael Ruibal en guitarra eléctrica. Contará con la presencia de invitados como Anita Valiente, Martín Rivero, Ana Prada y Florencia Núñez, que participaron en diversos temas del disco. El toque será parte de Marea, el ciclo de mujeres y disidencias de la música y el audiovisual que viene organizando la sala hace ya varios años. Samantha decidió que su nuevo material tenía que ser parte de algo mayor y, en este caso, el gesto vuelve explícita su pertenencia al movimiento feminista. Es una opción muy noble, tanto por su despojo de interés individualista como por la voluntad sostenida de acompañar un hecho político contemporáneo junto con artistas más jóvenes. Así, Samantha es una más entre otras, y no la artista con trayectoria que viene a marcar la diferencia. Seguramente esta línea de acción se puede comprender como parte de una nueva interpretación del término éxito. Pero ya que estamos pensando en nuevas formas, pensemos en nuevos términos: todo a su debido tiempo.